domingo, 26 de noviembre de 2006

Buen fin de semana


Hasta las 10 de la noche del viernes estuve ocupado con asuntos del trabajo, pero me llamó Eva, que había ido a escuchar a Adolfo García Ortega al Seminario Humanístico de Zafra, y llegué a tiempo para asistir a la cena ―yo ya había cenado― de amigos y amigas como Álvaro Valverde, Yolanda Gómez, Rosa Panea y Luciano Feria, acompañando a Adolfo.

Bajo la horterada con que camuflan ahora la claraboya decimonónica del casino de Zafra,
hablamos de política y literatura hasta la una de la madrugada. Nos llevamos para casa el último libro de poemas de García Ortega, Te adoro Kafka, y al día siguiente le correspondo con la dedicatoria con que encabezo La amargura de la memoria, que le llevo al Parador de Zafra antes de que vuelva a Madrid. Álvaro, Yolanda y Alberto, su hijo, van camino de Jerez de los Caballeros.

A mediodía de ese sábado, en la llamada plaza de los escudos, concentración en protesta por la agresión a mujeres. Somos pocos ―ni siquiera un centenar―, y aún menos hombres. ¿Qué pasa con esta tragedia, que alguno sigue permitiéndose risitas y algún chiste? En media hora en la plaza oigo cuatro bromas de hombres ―algunos, amigos― sobre el tema. ¿Alguien se permitiría hacer chanzas a costa de las víctimas de ETA? Por cierto, ¿a quién se le habrá ocurrido hacer coincidir la manifestación de ayer en Madrid con el día en contra de la violencia de género?

Tengo un cansancio de días y hoy no perdono la siesta. Hacía meses.... Desde años no distingo entre el trabajo y el ocio. Creo que nunca he sabido lo que es un horario laboral estándar. Mezclo horarios y de eso siempre resulta cierto desorden escasamente burgués, que es lo que uno es ―querámoslo o no. Por ejemplo, sigo sin conseguir ponerme al día en la contestación de correos electrónicos. Lo de las cartas era más fácil, pero esto de los correos no hay quien lo lleve bien.

Plácida ―y ocupada― mañana del domingo y a mediodía nos vamos a Badajoz. Un amigo y compañero de trabajo, Javier Moreno Romagueras, nos ha invitado a los tres ―Juan viene― a comer en su casa con su mujer y su hija, Lourdes y Silvia. Hablamos de los niños y de la vida y todos tenemos una extraña sensación de descanso. De vuelta a casa, sorprendente reportaje de La 2 sobre globalización, terrorismo y guerra de Irak.

El domingo termina. He dejado pendiente un artículo sobre la subida de las columnas fascistas de Sevilla a Talavera de la Reina... y tengo que leer a Juan Huarte de San Juan y su Examen de ingenios para las ciencias.

Buen fin de semana. No es un saludo; lo aseguro.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Palmira Gordillo


La Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Zafra se reunió el viernes pasado y decidió galardonar con el premio “José González Barrero” 2006 a la asociación cultural Morrimer de Llerena y a Palmira Gordillo. Es la sexta ocasión que se conceden estos galardones, y la primera que se otorgan a la vez a una persona y a una entidad.

Los Morrimer son los autores del documental
La columna de los ocho mil y Palmira es una militante de izquierdas, hija del primer teniente de alcalde socialista de Zafra durante la República, exiliada durante varias décadas debido a sus ideas políticas. Cuando apenas tenía dieciséis años –el 14 de abril de 1931- Palmira colocó la bandera republicana en el balcón de la Casa del Pueblo de Zafra, después fue una activa afiliada de la UGT y una de las fundadoras en 1934 dentro del sindicato de la Sociedad Femenina de Oficios Varios. Su actividad política le convirtió en una de las personas más buscadas por los fascistas al tomar la ciudad, pero Palmira logró huir y, tras pasar por Burguillos del Cerro, llegó a Castuera donde residió buena parte de la guerra. En los primeros días de febrero de 1939 cruzó a pie los Pirineos junto a la familia del diputado socialista de Barcarrota José Sosa Hormigo y se instaló durante unos meses en Limoges. El 12 de julio salió desde Burdeos hacia México en el buque transatlántico Mexique, arribando a Veracruz quince días después. En México estuvo exiliada más de cuarenta años. Allí conoció a su marido, Carlos Fernández, un militar gallego de la Marina republicana, también exiliado. Durante mucho tiempo tuvo prohibida la entrada en España por “indeseable” pero a partir de los años 70 comenzó a visitar cada cierto tiempo España, asentándose definitivamente a comienzos de los 80 en Barcelona, donde hoy reside a los 92 años de edad.

Ayer hablé con José María Romero, uno de sus sobrinos residentes en Zafra, para comentarle la concesión del galardón. Hoy he vuelto a hablar con él sobre el tema, pero al llamarle por teléfono me ha dicho que me acercara a su casa, que me tenía preparada una sorpresa. Un tanto extrañado me ido para allá y al llegar me he encontrado sentada en el sofá a Palmira Gordillo. La casualidad ha hecho que viajara a Zafra desde Marbella, donde reside uno de los nietos, al día siguiente de la decisión sobre el premio. En los pocos minutos que he estado con ella he asistido a un momento de intensa emoción. Ha llamado Libertad González, hija de José González Barrero, y han hablado por teléfono. Una conversación que sólo parcialmente he escuchado, pero que he ido reconstruyendo a partir de las palabras de Palmira: la hija del alcalde republicano de Zafra, que a partir de los dos años ya no vio más a su padre, asesinado en Castuera en 1939, hablando con la del primer teniente de alcalde, que si conoció y trató a José González. A una le mataron al padre y la otra no pudo volver a verlo. La historia iba y venía por el móvil; de una a otra. Era una conversación que debería de haberse producido hace décadas. Cuando se han despedido, todos teníamos los ojos humedecidos.

Al final, Palmira me ha presentado a una de sus hijas, Luz Fernández Gordillo, doctora en Filología, lexicógrafa del Colegio de México y autora del Diccionario del Español Mexicano, y me ha prometido que vendrá al acto de entrega del premio, el próximo 16 de diciembre.

jueves, 16 de noviembre de 2006

5.251 Lama



En Badajoz residimos 48 personas cuyo primer apellido es Lama, aunque en su momento nacimos 81. En Cáceres sólo viven 5 y todos lo llevan de primero. En España somos 2.604 Lama de primero, 2.647 de segundo y 36 que llevan los dos apellidos. Aunque dicen que tiene origen cántabro y mi rama proviene de Galicia, entre Sevilla y Córdoba están un tercio de los residentes apellidados Lama de toda España.

Muy curioso el servicio de consulta sobre distribución territorial de apellidos que ha abierto en la web el Instituto Nacional de Estadística.



La fotografía es de este verano y está hecha en Barcelos (Portugal). Cada una de las freguesías del concello monta una especie de panel decorado alrededor de la plaza. Una de las freguesías se llama Lama

Nazis en Extremadura


Un reciente intercambio de correos con Antonio Rodriguez, joven investigador cacereño, me ha hecho recordar un artículo que publicamos Paco Espinosa y yo en agosto de 2002 en la revista de fiestas de Reina (Badajoz), que tan dignamente se edita cada año gracias sobre todo al empuje de Antonio Gálvez Sánchez.

El título del artículo es Nazis en Cabeza la Vaca, y en él narrábamos el accidente en el que murieron seis aviadores de la Legión Condor en la sierra extremeña de la Buitrera (cerca de Cabeza la Vaca, al sur de la provincia de Badajoz) el 16 de abril de 1938. El olvido del franquismo no sólo tiene que ver con la represión de los vencidos, sino con el ocultamiento de hechos de su propio bando que al cabo del tiempo poco agradaban a los gerifaltes de la dictadura; por ejemplo, la participación de las tropas alemanas de Hitler en apoyo de los sublevados. La llamada “causa nacional” de la que siguen alardeando algunos ultras fue realmente la causa del fascismo internacional y en ella colaboraron alemanes, italianos, portugueses, magrebíes y rusos blancos, entre otros.

Hay una magnífica colección de fotografías (como la que publico) realizadas por un fotógrafo de la Agencia EFE el 2 de mayo de 1939 en Cabeza la Vaca, con motivo de la erección de un monolito en la sierra donde se estrelló el bombardero bimotor Heinkel-111.

Ese monolito sigue hoy en la sierra, olvidado y cubierto de musgo, como espero que estén para siempre las ideas políticas de quienes lo erigieron. Aunque a algunos les pese.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Una semana "histórica"


La próxima semana Badajoz nos ofrece varias actividades de interés sobre la historia de la guerra civil española.
Mañana lunes, en el Hotel Zurbarán (20.00 h.), el historiador Paul Preston dará una conferencia en la primera actividad pública que, tras su presentación, celebra la recién creada Fundación Cultura y Estudio de Comisiones Obreras. Doble satisfacción para mí, afiliado a CC.OO., y que tengo el honor de presentarlo.
Después, en el fin de semana, gracias al empeño de Isabel Barceló y al patrocinio de la Diputación van a celebrarse unas jornadas de título sugerente: DOS. BADAJOZ MADRID. Agonía y gloria de dos ciudades durante la guerra civil española.
El programa de actos de los días 17, 18 y 19 de noviembre ofrece propuestas muy interesantes: un diálogo público entre los historiadores Francisco Espinosa y Alberto Reig Tapia; la presentación de dos libros recientes (el de Ismael Lafuente, sobre Clara Campoamor, y el de José Andrés Rojo, sobre el general Rojo); una charla del escritor Javier Rioyo; la proyección de dos documentales (Spanish Earth, de Joris Ivens, y el capítulo sobre Badajoz de la famosa serie acerca de la guerra civil española de Granada Televisión); un diálogo entre los novelistas Antonio Ferrés y Justo Vila; y otro diálogo entre los dramaturgos José Moleón y Miguel Murillo.
Y para cerrar, el sábado tengo reunión en Villanueva de la Serena de la directiva de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura.
Sí, una semana "histórica".

domingo, 5 de noviembre de 2006

Las primeras setas


El otro día nos comimos las primeras setas de la temporada. Fue en casa de Antonio Tomillo que, además de aficionado a recogerlas, es un excelente cocinero... y biólogo (que no viene nada mal tratándose de hongos). El menú fue: rebozuelos con puerros, champiñones con pollo, tortilla de rebozuelo, revuelto de rúsula y lepiota empanada.

En la tertulia de sobremesa nos preguntamos la razón por la que en el sur de Extremadura nunca hubo costumbre, hasta hace unos pocos lustros, de coger setas. Sí..., el miedo a ingerir alguna venenosa, pero el riesgo es el mismo en cualquier zona de España, y las hay donde son toda una tradición. Ni en la posguerra, con el hambre que se pasó, se cogieron y comieron por aquí, como señalaba Maurizio Catani en su libro Comer en Tentudía. Alguien preguntó si antes de la guerra la gente acostumbraba a recogerlas y aventuró si la posterior aversión hacia ellas no vendría dada por el miedo de los de la clase más acomodada a ser envenenados por algún campesino, que eran quienes conocían el campo y podían llevarlas a casa de los ricos. No sé. Parece una hipótesis un tanto rocambolesca, pero ¿quién sabe?