domingo, 22 de marzo de 2009

Libros, amigos y circunstancias




Cada libro supone una historia, pero no sólo la que contiene sus páginas sino la que explica que acabe en tu biblioteca. Cada libro llega a casa por una circunstancia, a veces casual, a veces resultado de un plan casi inevitable. Cada libro trae consigo una persona, casi siempre un amigo. En los últimos treinta días han entrado muchos libros en casa y cada uno ha traído su historia.

El primero lo conseguí, hace ya un mes, gracias a la web de la Librería Rodríguez de Madrid. Ángelus, la revista de poesía del Teologado Claretiano de Zafra, dedicaba su número 13 –de septiembre de 1960- a una Primera antología de poetas pacenses. Estoy intentando conseguir todos los números de esta revistita de poesía mística de mediados de siglo. Unos días después, Félix Lozano me regalaba en Mérida un libro comprado en la misma librería madrileña: República y toros (España 1931-1939).

A mi hermano Miguel Ángel le había hablado de las historietas del portugués
José Carlos Fernandes, que yo había conocido gracias a Javier Moreno Romagueras. A Miguel le gustaron tanto que quedamos en que el primero que diera con ejemplares consiguiera dos de cada una. El otro día se presentó en casa con La gran enciclopedia del conocimiento obsoleto, Las ruinas de Babel y Museo nacional de lo accesorio e irrelevante. También trajo de Cáceres los dos volúmenes de la Obra periodística y literaria de Antonio Otero Seco que han editado él y Paco Espinosa. Unos días después, Jose Gras me conseguía los dos volúmenes de Zafra Dinámica urbanística (1940-1995) del geógrafo Blas Toro Fernández, que hacía tiempo quería leer.

Aproveché un exceso de cupones de suscripción de El País para canjearlos por libros en la librería de debajo de casa: Partes de guerra, la selección de relatos sobre la guerra civil a cargo de Ignacio Martínez de Pisón; El internacionalismo moderno, un ensayo del economista y Nobel Paul Krugman; Hospital de Zafra. Apuntes para una historia, del ex concejal Juan Carlos Fernández Calderón, y Del no mundo, la poesía reunida de Juan Eduardo Cirlot.

En Sevilla, en la Feria de Industrias Culturales de Andalucía (FICA), reparé en un libro del stand municipal sevillano: Diego Martínez Barrio. Palabra de republicano. Una chica muy amable no tuvo inconveniente en regalármelo en nombre del ayuntamiento de Sevilla. Al día siguiente, en Madrid, en el homenaje a Ángel Campos del Círculo de Bellas Artes compré su poesía completa, La vida de otro modo, con prólogo de Miguel Ángel. Y unas horas después, en la mañana del sábado, visitamos la exposición del Instituto Cervantes Escrituras en libertad. Poesía experimental española e hispanoamericana del siglo XX y adquirí el catálogo.

Arturo Santos Unamuno trajo de Altea diez libros. En tiempos me había comentado que uno de sus pacientes de allí era un viejo republicano de 88 años, que se llamaba Federico Bravo Morata. ¡Qué sorpresa! El mismo cuyos libros de historia de España devoraba yo a los quince años. Me trajo ocho ejemplares de la monumental Historia de Madrid (que en total tiene veintitantos volúmenes), y dos títulos más: Guernica El impulso soberano y Franco y los muertos providenciales.

En la librería zafrense de Agustín Risco me hizo ilusión encontrar libros de Alianza Editorial marcados con pesetas. Me gasté cinco euros en dos ejemplares: la Antología fugaz de Mariano José de Larra preparada por Paco Umbral en 1979 y unos Opúsculos sobre el movimiento de la tierra de Alberto Elena.

Al entrar en el salón de actos donde se celebraba el Foro provincial de Cultura de Málaga, junto a las credenciales y las carpetas, entregaban un libro de relatos, La pereza de los días, de Miguel Fernández. Después, paseando por Málaga, entré en la exposición de Escultura y Obra Gráfica de AENA ARTE de la Universidad. Obras de Picasso, Miró, Chillida, Palazuelo… Me llevé el catálogo. En la librería Abadía encontré Medio siglo de cultura española, de Tuñón de Lara; Enigmas de la guerra civil española, de Vila-San-Juan; El proceso de Euskadi en Burgos, de Kepa Salaberri, y La I Internacional en las Cortes de 1871, de Oriol Vergés.

Desde Barcelona, Jaume Montané me hizo llegar la enorme Crónica del antifranquismo escrita al alimón por Fernando Jaúregui y Pedro Vega, compañero de Jaume en Time Consultant. Y, finalmente, anteayer Nacho Escobar me regaló 11 ½ ideas insólitas que funcionan de Robert Sutton.

Libros, amigos y circunstancias.

La ilustración la he tomado de El blog de Eduardo Betas

martes, 10 de marzo de 2009

Patos


El sábado asistí con Eva al espectáculo Utopia de Leo Bassi en el teatro Alfil de Madrid. Un monólogo en el que el italiano demuestra su manejo del escenario y arremete contra los neocon, la jerarquía eclesiástica, los convencionalismos sociales y la tibieza de la izquierda ante la crisis financiera. Aunque con salidas de tono acordes a su ánimo provocador, el cómico logra una pieza muy solvente a la que -como único pero- quizás le sobre media hora de las dos que dura. Al final, Bassi salta en escena sobre un enorme pato de plástico, y lanza al público otros de juguete. Son un símbolo de candidez y bondad que sirve de contrapunto a las aristas exhibidas durante el espectáculo.

He vuelto de Madrid con Nacho. En el salpicadero de su coche se movían dos patos amarillos de plástico que había logrado en el espectáculo de Bassi, al que asistió también días atrás. Del bolsillo he sacado un papel que me encontré ayer en la cama, a modo de despedida del Hotel de las Letras, donde me he hospedado durante estos días en Madrid. Se lo leo:

Para salvarnos, juntarnos. Como los dedos en la mano. Como los patos en el vuelo. Tecnología del vuelo compartido: el primer pato que se alza abre paso al segundo, que despeja el camino al tercero, y la energía del tercero levanta vuelo al cuarto, que ayuda al quinto, y el impulso del quinto empuja al sexto, que presta fuerza al séptimo. Cuando se cansa el pato que hace punta, baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro, que sube al vértice de esa uve invertida que los patos dibujan en el aire. Todos se van turnando, atrás y adelante. Según mi amigo Juan Díaz Bordenave, que no es patólogo pero sabe de patos, ningún pato se cree superpato por volar adelante, ni subpato por marchar atrás. Los patos no han perdido el sentido común. Eduardo Galeano, “Elogio del sentido común” (fragmento).

sábado, 7 de marzo de 2009

Ángel


Ayer se celebró en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la presentación del libro La vida de otro modo, que reúne la poesía completa de Ángel Campos Pámpano desde 1983 hasta 2008. El acto lo introdujo Emilio Torné, de la editorial Calambur, y tras él hablaron Miguel Ángel Lama, autor del prólogo, y el poeta Miguel Casado. Además leímos poemas algunos amigos: Elías Moro, Tomás Sánchez Santiago, Álvaro Valverde, Juan Carlos Mestre, Isabel María Pérez González, Jordi Doce, Olvido García Valdés, Pablo Guerrero, Ada Salas y José Antonio Zambrano. Casi todos aludimos en la lectura a nuestra amistad con Ángel. Con algunos de mis amigos escritores -dije- tengo una relación guadianesca. También la tuve con él. Es una cuestión de carácter, y de circunstancias: carecer de carné de conducir y perderme, así, gran parte de los actos sociales donde podría encontrarlos. Eso me lleva a atesorar, de cada una de estas relaciones, el recuerdo de un encuentro, de una conversación telefónica, de un texto… De la amistad con Ángel tengo en especial estima una dedicatoria: la que él escribió para mi hijo en el colofón de su De Ángela al poco de nacer, en 1994, el libro y Juan. En esas palabras se reúne parte de lo que él más quiso y parte de lo que yo más quiero. Me gusta recordar a Ángel por esos afectos de ambos reunidos antes de un garabato.