martes, 29 de enero de 2013

“Por mucho que blanqueéis, el nido lo habéis caío”




Uno de mis habituales compañeros del paseo mañanero recuerda con gracia lo ocurrido hace algunos años cuando desapareció un nido de cigüeñas de un convento de Zafra. Al poco tiempo de la desaparición, una pintada le sacaba los colores a las inquilinas con un rotundo “El nido lo habéis caío”. Con rapidez, alguien mandó que se borrara la pintada con cal. Pero al día siguiente otra pintada replicaba: “Por mucho que blanqueéis, el nido lo habéis caío”.

Viene la anécdota a cuento de los esfuerzos que la Casa Real está realizando en las últimas semanas para intentar superar la situación de descrédito en la que está inmersa la monarquía.

Pues eso.

(La fotografía es de Sonja)

miércoles, 23 de enero de 2013

Demagogo




Me resulta muy significativa la coincidencia del primer ministro inglés anunciando un referéndum para decidir si Reino Unido sale de Europa con que Artur Mas haya conseguido que el Parlamento de Catalunya inicie el proceso que pretende concluir con la consulta sobre su separación del resto de España. 

Me resulta muy significativo que en ambos casos los impulsores sean líderes conservadores, jefes de partidos u organizaciones políticas de derechas. 

Me resulta muy significativo que todo esto coincida con tiempos de crisis. 

Voy a ser demagogo: a los ricos ya no les interesa seguir con nosotros. 

( Y eso no quiere decir que esté de acuerdo con los modelos actuales de Europa ni de España) 

(El dibujo es de El Roto; yo sólo soy un palmero)


domingo, 13 de enero de 2013

A vueltas con las leyes de la estupidez humana



Hace ya casi cinco años dediqué una entrada de este blog a Carlo María Cipolla. Vuelvo a él. Lo conocí en la carrera, a finales de los setenta. Era el autor de algunos libros de obligada lectura para un futuro historiador, como Historia económica de la Europa preindustrial. Libros adustos y llenos de datos. La sorpresa fue que diez años después publicara una obra desenfadada y liviana que ha llegado a convertirse en un icono de inteligencia y buen humor. Allegro ma non troppo es el título. Tras un sabroso ensayo sobre «El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media», el libro afronta «Las leyes fundamentales de la estupidez humana», que Cipolla resume en cinco y que recordé en mi artículo de 2008:

PRIMERA. Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
SEGUNDA. La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
TERCERA. Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
CUARTA. Las personas no estúpidas subestiman siempre el poder nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
QUINTA. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

De forma complementaria a estas leyes, Carlo María Cipolla establece una tipología de las personas a partir del beneficio o perjuicio de sus acciones: 

Los inteligentes (benefician a los demás y a sí mismos).
Los incautos (benefician a los demás y se perjudican a sí mismos).
Los malvados (perjudican a los demás y se benefician a sí mismos).
Los estúpidos (perjudican a los demás y a sí mismos).

Vuelvo a recordarlo porque últimamente sólo veo malvados y estúpidos; ni los inteligentes, ni siquiera los incautos, menudean. 

miércoles, 9 de enero de 2013

“El amor de la patria. Los moriscos de Hornachos y la república de Salé”



Tengo un amigo islandés, Már Jónsson, que desciende de islandeses raptados por españoles. Sí. Como suena. Con el pasado de todo un vikingo, pero secuestrado. Porque lo habitual es que allá por los siglos IX a XI fueran los vikingos los que se dedicaran a la piratería por estas tierras, pero no que la sufrieran. El caso es que unos centenares de años después también los islandeses recibieron la visita de piratas. Y eran españoles de Hornachos.

Los moriscos de Hornachos expulsados en 1610 de su pueblo por Felipe III y refugiados en Salé, al lado de Rabat, se dedicaron a la piratería por las costas españolas y europeas. En sus incursiones llegaron en 1627 a Reikjavik y secuestraron a 400 islandeses, entre ellos al antepasado de Már Jónsson.

¿Y qué historia es esa de los moriscos de Hornachos? Pues era conocida por los historiadores y ahora la cuenta brillantemente el último documental producido por la Asociación Cultural MORRIMER, de Llerena: “El amor de la patria. Los moriscos de Hornachos y la república de Salé” (72 minutos). La síntesis que han circulado los productores dice:

En el siglo XVI el pueblo extremeño de Hornachos era el principal enclave morisco del reino de Castilla. Gozaba de cierta organización y prosperidad gracias a su laboriosidad y al control del concejo por parte de las familias moriscas más importantes. A pesar de la brutal represión de la inquisición, siguieron practicando en secreto su fe y sus tradiciones. En 1610 la intransigencia religiosa de la sociedad de la época y de sus gobernantes provocó la expulsión de todos los moriscos de los reinos españoles.

A su llegada al norte de África, los moriscos de Hornachos volvieron a dar muestras de su gran capacidad de superación. Se instalaron en Rabat y comenzaron a armar barcos para el corso. En poco tiempo su flota contó con decenas de barcos y se convirtieron en una auténtica potencia corsaria reconocida internacionalmente. En 1627 se independizaron del sultán de Marraquech y crearon la república independiente de Salé.

“El amor de la patria”, que toma su título de una frase de El Quijote, ha sido dirigido por Ángel Hernández y Pedro Martín. MORRIMER ha firmado ya varios documentales y en dos de ellos (“La columna de los ocho mil” y “Los refugiados de Barrancos”) he tenido la suerte de colaborar. En esta ocasión intervienen varios historiadores, investigadores y descendientes de moriscos, como Fermín Mayorga, Francisco Buenavista, Alberto González, Francisco Mateos, Leila Maziane, Hossein Bouzineb, Amal Karioun y Mohamed Bargach. Destaca entre todos ellos la colaboración del prestigioso escritor Juan Goytisolo.

Todos los trabajos de MORRIMER son magníficas piezas de investigación resueltas con mucho oficio fílmico, casi impropio para quienes se declaran aficionados. Por eso no puedo decir que esta nueva producción me haya sorprendido. He disfrutado viéndola, pero al comenzar el DVD sabía con lo que me iba a encontrar: otra soberbia muestra del buen hacer de uno de los colectivos culturales más sobresalientes de Extremadura. Muy recomendable. 

“El amor de la patria. Los moriscos de Hornachos y la república de Salé” se proyecta mañana jueves 10 de enero a las 19:30 horas en el Salón Noble de la Diputación de Badajoz. Más información en www.morrimer.com

sábado, 5 de enero de 2013

Bécquer paradójico


Gustavo Adolfo Bécquer siempre me ha parecido un tipo contradictorio y, por eso, interesante. La contradicción esencial es la de ser autor de una obra que parece hija exclusiva de la inspiración y la inmediatez cuando es todo lo contrario: versos trabajados y rumiados a debida distancia del estro. A pesar de su apariencia de poeta convencional es el mejor ejemplo en el XIX español de poeta moderno, con oficio. Si a la pintura contemporánea le sirve de gozne el Perro semihundido de Goya en 1820, la bisagra que abre la poesía contemporánea española quizás sea esa publicación póstuma del Libro de los gorriones que hicieron sus amigos, en 1871, después de su muerte. 

Aunque tengo algún amigo que no será de esa opinión, también puede considerarse una discordancia que, frente a lo avanzado de sus ideas poéticas, Bécquer fuera partidario, en política, de los conservadores. El caso es que fue un decidido seguidor de uno de los políticos más intransigentes y retrógrados (a pesar de su inicial progresismo) del siglo XIX, Luis González Bravo, que le protegió cuanto pudo y que tenía previsto prologar sus versos. Por eso estaba el original de estos en la casa del por entonces presidente del Gobierno cuando triunfó La Gloriosa. Y allí se perdieron al ser arrasada la vivienda por los revolucionarios. Bécquer huyó con su protector camino de Francia, adonde -según las malas lenguas- González Bravo se llevó parte del Tesoro nacional. Pero el poeta se detuvo en Hendaya y acabó refugiándose en Toledo con su hermano Valeriano.    

Con éste, y bajo el seudónimo de SEM, fue autor según algunos del libro pornográfico Los borbones en pelota, que dibuja y describe de forma soez la procacidad de la corte de la rijosa Isabel II. Una publicación que, si se compadece poco con las ideas políticas del monárquico Bécquer, menos aún encaja con la imagen romántica e idealista que de él nos legaron sus deudos y amigos. Como tampoco encaja que Gustavo Adolfo fuera sifilítico y que su muerte no le llegara por la tuberculosis sino por el mal gálico, que padeció y contagió, según se deduce de sus últimos versos, publicados en 1901 por su amigo Eduardo de Lustonó:

Una mujer envenenó mi alma,
otra mujer envenenó mi cuerpo,
ninguna de las dos vino a buscarme;
yo de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mi me dieron?


Un buen documental sobre el poeta es “Bécquer desconocido” de La Claqueta. 
El dibujo que ilustra este artículo es de un retrato de Gustavo Adolfo hecho por su hermano Valeriano Bécquer. 

martes, 1 de enero de 2013

Los títulos nobiliarios de la Junta de Extremadura


Un reciente artículo de El País ─”Los (discutidos) nobles de Franco”, 29/12/2012─ me ha puesto sobre la pista de una información histórica curiosa relacionada con Extremadura: el primer título nobiliario concedido en España por una institución que no fuera el rey lo otorgó la Junta de Extremadura en 1808. Aunque la información del diario no lo dice, ese título fue ─según algunos─ el de conde de Campo Espina, otorgado el 21 de septiembre de 1808 a Luis Antonio Gómez Galiano y Corral de Villegas (regidor perpetuo de Oliva de Mérida y, según algunas fuentes, vocal de la Junta) y posteriormente confirmado por Fernando VII en 1815 y 1816. Al menos esa es la información que da José Miguel de Mayoralgo y Lodo en su Historia y régimen jurídico de los títulos nobiliarios y la que aparece en las obras canónicas de nobiliaria española.

La Junta de Extremadura, aunque haya quienes estén persuadidos de que fue creada por el PSOE hace treinta años, se fundó el 30 de mayo de 1808  como principal institución política de la por entonces provincia para hacer frente a la invasión napoleónica. A mediodía había sido asesinado en un tumulto popular el conde de la Torre del Fresno, gobernador de Badajoz, y los prebostes locales decidieron llenar el vacío de poder con un órgano colegiado que recogiera la autoridad doblemente amenazada, por la insurgencia del pueblo y por la osadía del intruso. El 22 de septiembre de 1808 la Junta Suprema de Extremadura decidió conceder a sus miembros determinados honores y distinciones “en consideración a los distinguidos méritos y servicios que han contraído en las actuales circunstancias”. A los militares les elevó la graduación, a los sacerdotes y juristas les nombró miembros de los Consejos de la corona o de la Audiencia, y a otros les otorgó un título nobiliario.

En ese contexto se debió de producir la concesión del título de Campo Espina. Pero, revisadas las actas de esa institución (que están en el archivo digital de la Diputación de Badajoz) no he podido hallar el acuerdo de concesión. Y es raro, porque sí figuran otros. El 25 de septiembre de 1808 se le da a Josef de Chaves, diputado del partido de Llerena, el título de conde de Casa Chaves. Y unas semanas después, el 3 de noviembre, se le otorga a Fructuoso Retamar, diputado de Mérida, el de marqués de Valdelapeña, que parece ser que no aceptó.

Ni en las actas ni en otras fuentes relacionadas con la Junta Suprema de Extremadura que he manejado figura el condado de Campo Espina. Resulta extraño que la fecha de la concesión fuera el 21 de septiembre. Ese día la Junta no tomó acuerdo alguno. Además hubiera resultado insólito conceder un título a alguien un día antes de generalizar las mercedes a la mayoría de los vocales. Y no sólo eso. Tampoco aparece Luis Antonio Gómez Galiano como vocal de la Junta ni en la relación que da en 1908 Román Gómez Villafranca (Extremadura en la Guerra de la Independencia) ni en la 1926 de Jesús Rincón Giménez (Apéndice II de su libro sobre El Regañón). Así pues, es seguro que la Junta de Extremadura concedió títulos y muy probable que fuera la primera institución que lo hizo sin ser el monarca, pero  tengo mis dudas de que el primer título fuera el de Campo Espina y la fecha la del 21 de septiembre de 1808. Para mí que el primer título fue el condado de Casa Chaves y el día el 25 de septiembre de 1808. Quizás no tenga importancia, pero se trata de un nombre y de una fecha. Y esas son las evidencias mínimas de la historia.