sábado, 24 de junio de 2006

Fernando Beltrán, poeta y nombrador


El nombre de las cosas. Así se llama la empresa del poeta Fernando Beltrán. Como apunta su propio nombre, se dedica a crear otros para productos o servicios de empresas e instituciones. Lo leí el otro día en El País y la idea –en su derivación empresarial- es insólita y atinadísima.

Beltrán tiene varios libros de poemas publicados (el último, El corazón no muere, editado hace unas semanas en Hiperión) y es creador del Aula de las Metáforas, una biblioteca especializada en poesía en Grado (Asturias). Pero sobre todo, como dice su hija, es un nombrador. Y ha descubierto un buen “yacimiento de empleo” para tanto poeta con una mano atrás y otra adelante. La web en la red de este “neólogo” merece la pena “vivirla” y escucharla hasta el final: www.elnombredelascosas.com

El americano de Deleitosa

Hace ya 55 años que Eugene Smith publicó el famoso reportaje fotográfico sobre Deleitosa (Spanish Village) en la revista Life. Los diez millones de ejemplares vendidos con las imágenes de una mísera aldea española anclada en la posguerra impactaron en la vibrante sociedad norteamericana de entonces. Con ese reportaje como fondo, Luis Jené y Oriol Gispert relatan en El americano (documental estrenado anoche por TV2 en “El Laberinto Español”) dos de las muchas historias vividas en Deleitosa a raíz de la visita del fotógrafo: la de Josefa Larrá, cortejada por un lector americano que se enamoró al verla en una de las imágenes, y la de la familia Curiel, protagonista de otras fotos, y cuyas cabras aparecieron un día muertas en represalia por su colaboración con Smith.

El documental es soberbio, tanto técnica como argumentalmente. Una magnífica historia resuelta de manera impecable. Lo más sugerente para mí es el diálogo entre elementos distantes que los autores reflejan. Porque la pieza está construida sobre un “juego” de distancias. Distancia física y temporal entre el americano moderno y la joven campesina de 1950, entre la Josefa de 2006 (emigrada en San Feliu de Guixol) y la Deleitosa de entonces y de ahora, entre el pueblo y los Curiel (residentes en la actualidad en Francia y en Isla Reunión), entre la posguerra y hoy. La cámara salta continuamente del pasado al presente, y de un punto a otro del mapa, para trenzarnos la crónica. En ella no se oculta el progreso vivido (“En Deleitosa todo ha cambiado”, dice la voz en off), pero se señalan también pervivencias a modo de guiños: la imagen del cura, denostando “moderneces” con los ojos cerrados, o los jóvenes guardias civiles que, ante la famosa foto de sus colegas, reconocen los cambios en el Cuerpo pero destacan que los “valores morales y éticos continúan”.

Conocí a Luis Jené hace unos meses. Me lo presentó Carmelo Pinto, profesor de Sociología Visual de la Universidad de Barcelona y el que más sabe de Smith y de sus fotos de Deleitosa. Enhorabuena a ambos, porque si Luis es el autor, Carmelo habrá sido ayer su más atento espectador.
El cabo Hortesio, Carrochano y Juan, los tres guardias civiles fotografiados por Eugene Smith en Deleitosa en 1950

lunes, 19 de junio de 2006

El accidente de tráfico de Franco

... el 22 de agosto de 1935, viajaba Franco en automóvil de Madrid hacia Salamanca, camino de Asturias. Le acompañaba su mujer, Carmen Polo, cuando sufrieron un grave accidente al cruzárseles dos ciclistas en el tramo de carretera entre Encinas y Calvarrasa de Abajo. Como consecuencia del golpe, el coche volcó y uno de los ciclistas murió en el acto. El general resultó ileso, pero D.ª Carmen sufrió algún rasguño en la cara. Tras pasar por la casa de Socorro se alojaron en el Gran Hotel de Salamanca. Allí acudió Villalobos a interesarse por su salud y “echar una mano” por si algo pudieran necesitar en lo referente al proceso judicial que habría de incoarse para dilucidar la posible responsabilidad del chofer y las indemnizaciones a que hubiere lugar para los atropellados. Lo cierto es que, gracias a los buenos oficios de D. Fili, los periódicos locales trataron el asunto pasando sobre él de puntillas, el chofer fue exonerado de responsabilidad, el muerto al hoyo y el superviviente al bollo de un puesto de trabajo fijo que le buscaron en el cercano Pelabravo donde residía la familia.

Lo cuenta Luis Santos Gutiérrez en un artículo titulado “Por qué no fusilaron a Villalobos” de su libro De todo lo visible e invisible (Salamanca, 2004, pp. 111-113). Su fuente es Enrique Villalobos, hijo del ministro de Instrucción Pública durante la República, Filiberto Villalobos. El médico salmantino estuvo encarcelado durante meses tras la sublevación franquista y la familia está convencida de que no fue fusilado por una intervención personal del dictador frente a Mola.
Las fotos, que pertenecen al archivo de la familia Villalobos, se reproducen en Sueños de concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico (1900-1955) (Salamanca, 2005), catálogo de la exposición comisariada por Ignacio Francia y Antonio Rodríguez de las Heras. En este libro el accidente se fecha el 23 de agosto.

sábado, 17 de junio de 2006

Escher


Un amigo que sabe bien de mis gustos me envía un mensaje al móvil:

Tal día como hoy nació M. C. Escher. No te pierdas el album de alta resolución de microsiervos. com
Sea.

viernes, 16 de junio de 2006

La columna de los ocho mil

El País anuncia la proyección en la Filmoteca Nacional, desde ayer y hasta el 30 de junio, de los 13 documentales que integran el colectivo “Imágenes Contra el Olvido”, que hace meses recorre varios puntos de España y de otros países. Entre ellos está La columna de los ocho mil, dirigido por Ángel Hernández, Antonio Navarro, Fernando Ramos y Paco Freire -de la asociación cultural de Llerena Producciones Morrimer-, que se proyectará en la sala 2 del Cine Doré (C/ Santa Isabel, 3, Madrid) el próximo viernes 23 de junio, a las 20.00 horas.

El documental relata uno de los éxodos civiles más estremecedores de la guerra de España: el que sufrieron miles de extremeños y onubenses — hombres, mujeres, niños y ancianos— caminando a pie a mediados de septiembre de 1936 desde Segura de León y Fregenal de la Sierra hasta Castuera. Junto con la huida de Málaga a Almería, y el paso por Figueras tras la caída de Barcelona, es uno de los movimientos masivos de personas más importantes de la guerra y quizá de los menos conocidos. Huían de los militares sublevados que, tras conquistar Badajoz, cerraban la “campaña” por el sur de la provincia. Fueron atacados, como si de una columna militar se tratara, por los soldados del comandante Gómez Cobián y del capitán Tassara a la altura de Fuente del Arco, cerca de La Jayona. Unos ochenta murieron allí, y otros dos mil fueron capturados y retornados a sus pueblos de origen donde centenares cayeron ante los pelotones de fusilamiento.

Sigo de cerca el reconocimiento que con este trabajo están consiguiendo los de Llerena. Me enorgullece haber colaborado con ellos en ese magnífico documental. En agosto de 2001 Paco Espinosa y yo publicamos un artículo con ese título de “La columna de los ocho mil” en una modesta revista local de la localidad de Reina. En él narrábamos las penalidades de esos miles de personas. A partir de la lectura de ese texto y de los trabajos de Eduardo Pons Prades, Manuel Vilches y Manuel Martín Burgueño, entre otros, los Morrimer comenzaron una investigación, para recabar más documentos y testimonios orales, que culminó con el estreno del documental en julio del pasado 2005. Aunque ellos dicen que son aficionados, la pieza que han creado es impecable. Han trabajado mucho y el resultado es soberbio. Ahora recogen los frutos de su esfuerzo, desde la producción audiovisual, por recuperar otro trozo de nuestra memoria.


Fotografía: Ángel Hernández, Paul Preston, Francisco Espinosa, Fernando Ramos, Antonio Navarro y Paco Freire el pasado 18 de abril, con motivo de la proyección de La columna de los ocho mil en el Instituto Cervantes en Londres.

miércoles, 14 de junio de 2006




Desde hoy no admito en este blog comentarios anónimos insultantes.

lunes, 12 de junio de 2006

Insultos y maledicencias

El otro día un amigo me comentaba el daño que estaba haciendo a la salud del país el “hábito del insulto”. Está claro que los malos modos han existido siempre y que ahora hay más medios para divulgarlos, y de eso podría derivarse que existen los mismos maleducados que en otros tiempos y ahora se notan más. Pero me temo que no basta con esta explicación.
En España hoy triunfa el insulto: hay periodistas de éxito cuyas herramientas de trabajo son el improperio y la desmesura; hay programas de televisión especializados en el vilipendio; hay políticos cuyo único argumento es la afrenta. Y si esos son los modelos sociales no es extraño que la gente, a la primera de cambio, ponga a parir al prójimo.
En los blogs también se refleja esta costumbre, amparada en muchas ocasiones por el anonimato. Y los escritores que navegan tampoco escapan a este vicio. Personas que se supone educadas dirimen cualquier discrepancia sobre un autor o una obra acoceando al contrario e insultándolo gratuitamente.
En el caso de que a uno se le metan en "casa", la solución es fácil: un clic, y se suprimen todos los comentarios ofensivos, sobre todo si no están firmados. O más drástico aún: se impide cualquier comentario, como hacen en sus blogs otros amigos y escritores de Extremadura. Por ahora me resisto a esa fórmula. Creo que supone cercenar una parte muy importante de este medio de comunicación recíproca que es el blog. Prefiero leer a mis lectores, como ellos me leen a mí, aunque de vez en cuando tenga que aguantar algún rebuzno y deba controlar mi propia indignación ante tanto "valiente con embozo". Por esos brutos anónimos estos días atrás he deseado la pericia de mi paisano Vicente García de la Huerta, que allá por el siglo XVIII los dispersaba a pedos:

Arrímase poco a poco,
y cuando estaba más cerca,
con horror de los malsines,
un tronate pedo suelta.

Aturdidos del estruendo,
vuelven todos las cabezas
y al verles, más aturdidos,
se escabullen y dispersan.

Hácese público el caso
y todo el mundo celebra
del pedo dispersador
la ridícula historieta.

sábado, 10 de junio de 2006

Una buena emisora de radio

Alguien ya me lo había dicho: Canal Extremadura Radio está cuajando. Y lo compruebo día a día. Será que la falta de medios aguza la imaginación o, más bien, será que las buenas artes de Jeremías Clemente Simón y Marce Solís —y de Gaspar García Moreno— se tienen que notar. El próximo lunes comienzan los informativos, pero hasta ahora sólo han emitido música. Y hacen una radio musical de calidad. Han involucrado en la conducción de los programas a músicos y actores extremeños, gente que sabe hacer lo suyo, y entre todos han armado una parrilla con “firmas”, con personalidad y variada, atractiva para un inculto musical como yo: jazz, flamenco, clásica, canción de autor, afroamericana, música de cine, pop, rock... De todos los espacios, destaco tres: “La música que le gusta a las vacas” de Marce Solís, a primera hora, de lunes a viernes; “Ozono. Música para respirar”, de Juan de Pablos, los sábados a las 10 de la mañana; y “Lo prohibido”, de Pilar Boyero y Jc Corrales, a las 11, también los sábados. Tres muestras de un trabajo extremeño de calidad. Enhorabuena.

jueves, 8 de junio de 2006

El "fúmbol" de las narices

La decepción posterior es el resultado de haber sobrevalorado las posibilidades de "los nuestros". Y esa exageración ("esta vez sí", "esta vez podemos") es la condición necesaria para interesar al público y vender eso que los medios venden: no información, sino publicidad.
En fin. La que se nos viene encima es de aúpa.

miércoles, 7 de junio de 2006

El Adagio de Barber



Suena como música de El hombre elefante (1980, David Linch) o como banda sonora de Platoon (1986, Oliver Stone), pero Samuel Barber la compuso mucho antes, en 1936, y no sólo por eso debería ser la música de nuestra guerra. No conozco música más bella y triste a la vez.

sábado, 3 de junio de 2006

Jo no t´espere

Frente al fervor oficial, hay valencianos que no ocultan su desagrado por la próxima visita del Papa. Ayer dos amigos, uno catalán y otro valenciano-burgalés, me enviaron el enlace al sitio de internet desde el que se coordina una campaña alternativa. La han llamado Nosaltres no t´esperem y tienen previsto que, los días 8 y 9 de julio, Valencia no sólo se llene de familias y kikos, sino también de pancartas como la que reproduzco.

Las razones de la crítica se exponen en la web:

... las posiciones oficiales de la Iglesia católica... son como mínimo discutibles y absolutamente cuestionables cuando su objetivo es imponer sus posiciones al conjunto de la sociedad, sean los ciudadanos católicos o no, normalmente por la vía de la prohibición.
Desde una posición laica, que respeta cualquiera ideología o principios morales pero donde no podemos aceptar que se trate de imponer los propios a nadie, queremos lanzar una iniciativa para hacer visibles otras opciones... y, especialmente, como nexo común, reivindicar la libertad personal y la racionalidad frente a los modelos excluyentes y los fundamentalismos.

viernes, 2 de junio de 2006

Sobre libros

Hace un par de semanas terminé la biografía de Antonio Machado escrita por Gibson y cuya lectura ya he comentado aquí en dos ocasiones. El libro es estimable, pero no creo que sea la mejor semblanza que ha salido de la pluma del hispano irlandés. Sé que varios críticos la han alabado, entre ellos nuestro Santos Domínguez, pero a mí se me antoja una biografía “demasiado” literaria. Y no es esa la “marca de la casa”, porque la incursión de Gibson en el también poeta Lorca fue menos filológica. Quizás se me diga que don Antonio lo exigía. Puede ser. Pero creo que I. G. intenta hacer de la necesidad virtud, y suple con los comentarios de poemas pasajes de la vida de Machado de los que poco se conoce. Esta objeción no desmerece el conjunto, que alcanza momentos brillantes, como por ejemplo cuando trata la relación del poeta y Pilar Valderrama.

Mientras leía Ligero de equipaje se han ido cruzando otros libros, como El fuego secreto de los filósofos de Patrick Harpur, Ellos lo vivieron, de Francisco Pilo o la última edición de Las personas del verbo, de Gil de Biedma, editada por Círculo de Lectores, y cuya lectura siempre es un gozo, doble si se añade el prólogo de James Valender.

Harpur ha escrito en Atalanta un sugerente ensayo sobre la imaginación, al que dedicaré unas notas aparte en los próximos días. La de Pilo es la tercera edición “corregida y aumentada” de su libro sobre los “sucesos de Badajoz y su provincia durante los meses de julio y agosto de 1936”. La primera vez que el bueno de Pilo se acercó a la historia de la guerra civil en la capital pacense resultó simpática la tentativa. Neófito y profano, urdió una crónica mal escrita, nada profesional, pero muy fundada en testimonios orales y con descubrimientos interesantes. Aunque no una notable aportación bibliográfica, sí era una fuente a tener en cuenta. Lo de esta tercera edición ya no tiene tanta gracia. Sigue escribiendo mal, de forma inconexa, y le da vuelta a los mismos temas sin aprender dos cuestiones básicas para todo historiador: que antes de uno han escrito otros y hay que criticarlos (sin esa vocación historiográfica no hay progreso en esta ciencia), y que es una torpeza escribir la historia enjuiciando el valor o el miedo de los personajes (en las guerras hay poca épica). Sin duda venderá su libro, pero no creo que entre en la casa de Marc Bloch.

Concluido estos libros apresto otros para la lectura. El primero, En un bosque extranjero, del ya citado Santos Domínguez. Después, Alas, de Inma Chacón, de apariencia externa tan similar al Cuatro gotas de Dulce. También espera el último de Preston, La Guerra Civil Española, reedición muy ampliada; Los mejores cuentos, de Sergio Pitol, y La construcció de la identitat de Josep Fontana (yo también leo catalán en la intimidad... del autobús).