domingo, 15 de mayo de 2011

El abuelo olvidado

Leo otra historia sobre uno de esos fascinantes personajes del XIX. Ya sabía algo de él. Se trata de uno de los primeros divulgadores del darwinismo en España. De uno de los descubridores de Doñana. Catedrático de Química Médica de las universidades de Cádiz y Santiago de Compostela, catedrático de Historia Natural de la Universidad de Sevilla, catedrático de Zoografía de zoofitos y moluscos de la Universidad Central de Madrid. Fue, además, uno de los dirigentes andaluces de la revolución La Gloriosa ―en 1868― y, en esos años de gobiernos progresistas, rector de la Universidad de Sevilla y gobernador civil de la provincia.

Médico, naturalista, escritor, librepensador, masón (“Toby”), profundo liberal… es uno de los más relevantes científicos e intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX en España. Pero sus muchas virtudes han sido insuficientes para que se le recuerde por sí mismo. Sus nietos le han dado fama. Sobre todo, su nieto Antonio.

Y es que Antonio Machado Núñez (Cádiz, 1815-Madrid, 1896) es, sí, abuelo de su homónimo, el poeta Antonio Machado Ruiz. Y ha sido éste quien, injustamente, le ha dado nombre. Injustamente porque eran suficientes sus muchas prendas para que aún resonara en la memoria cultural de España sin necesidad de recurrir a la coletilla “abuelo de”. Bien es cierto que la trascendencia de su descendiente en nuestra historia contemporánea es tal que cualquiera que estuviera cerca de él acaba oscurecido por su figura.

La obra de Daniel Pineda Novo, Antonio Machado Núñez, naturalista y político, es su primera biografía. Han tenido que pasar más de ciento diez años de su muerte. Se presentó hace unos meses en Sevilla y en Madrid. El otro día me la envío Manuel Álvarez Machado, su tataranieto, que administra y redacta una magnífica web en memoria de la saga de los Machado: http://www.antonio-machado.org/tag/hermanos-machado/

domingo, 8 de mayo de 2011

Cambios de tendencia en el turismo cultural


(Notas de la intervención en FETUREX, I Feria del Turismo de Extremadura. Mesa redonda sobre Turismo, Cultura y Patrimonio. Mérida, 8 de mayo de 2011)

Estoy convencido de que la crisis económica global que estamos sufriendo supone un antes y un después en el modelo de sociedad occidental. La trascendencia y profundidad de la crisis afectará a todas las facetas de nuestra vida. Esto, lejos de ser una previsión catastrofista, no es sino la constatación de una realidad de la que ya hay evidencias y que conviene que asumamos con normalidad. Que todo cambie no tiene gravedad alguna. Es lo más natural. Y el cambio va a llegar también ―está llegando― al concepto de turismo, y a sus relaciones con la cultura y el patrimonio, los tres términos que encabezan esta mesa redonda.

Quiero destacar algunos cambios de tendencia acerca de estos tres ámbitos que quizá debamos tener en cuenta para perfilar lo que será el futuro del sector. Y aclaro que la mayoría de estos cambios viene dada por la transformación de las condiciones materiales, económicas y sociales, provocada por la crisis. Se trataría de hacer de la necesidad virtud y aprovechar los cambios provocados por la crisis convirtiéndolos en cambios beneficiosos para el sector. No pretendo ser exhaustivo y sí sólo incorporar elementos de debate a esta mesa.

1.º El primero de los cambios de tendencia a los que quiero referirme atañe a la política turística. Consiste en un cambio, obligado pero necesario, desde el equipamiento a la actividad. Al igual que las políticas culturales deben transitar desde el interés por la creación de continentes ―que ha predominado en estos últimos años― al diseño de contenidos, las políticas turísticas deben comenzar a insistir más que en el equipamiento (plazas hoteleras, palacios de congresos, vías de comunicación, señalizaciones…) en la actividad, en la creación de contenidos. Durante muchos años la política turística en regiones como Extremadura se ha centrado, y con razón, en la dotación de equipamientos e infraestructuras. Partíamos de una situación con déficits básicos y era necesario paliarla. Las necesidades de equipamiento turístico hoy son muy inferiores a las de hace veinte o, incluso, diez años. Es el momento de poner todo nuestro interés en el “qué” y el “cómo” frente al “dónde”. Tenemos que llenar los equipamientos con usuarios y para eso son necesarias propuestas, actividades.

2.º El segundo cambio de tendencia lo sitúo en el objeto/sujeto turístico. Y ahí creo que vamos a tener que transitar del patrimonio al turista. En el turismo cultural el foco de la atención ha estado puesto en el patrimonio. Se han rehabilitado edificios, se ha recuperado patrimonio inmaterial, se han abierto museos y centros de interpretación. Ahora debemos centrarnos en los usuarios, en los visitantes, en los turistas. Debemos transitar del objeto al sujeto turístico. Debemos insistir en el diseño de propuestas de uso del patrimonio por parte del turista. Pero la relación de los turistas y visitantes con el patrimonio no debe ser de contemplación sino de interacción. La generación de experiencias culturales debe convertirse en el principal producto turístico. El turista quiere diseñar su propio itinerario turístico. Cada vez se admiten menos los paquetes turísticos cerrados que impiden la intervención del propio turista modelando su viaje. El turismo de playa, masificado, tiende a unificar a los turistas. Todos somos un poco iguales tostándonos al sol. El turismo cultural individualiza y singulariza al turista, lo convierte en alguien único, que necesita tener una experiencia turística propia. Singularidad y experiencia. Esas son las dos palabras clave para el turista cultural. Sentirse único e interaccionar, actuar, experimentar, vivir.

Por eso, también, centrados en estos cambios que atañen al turista, va a ser, es inevitable que haya, un cambio del turista cultural de masas y grandes atracciones, al viajero cultural de "barrio", de experiencias masificadas a experiencias más auténticas y personalizadas, donde lo "local" cobra un especial protagonismo. El viajero quiere ser "local" por unas horas y la propuesta cultural no debe imitar a la superproducción urbana. Lo mejor para el turista cultural es que no se sienta tal. Que no sea turista, que sea un natural más, un vecino más, un ciudadano más.

3.º En relación con esto, debe de haber también un cambio en el concepto de agente turístico. Del especialista a la ciudadanía. La propia ciudadanía debe desempeñar funciones de agente turístico mediante procesos de turismo de participación. Porque la participación en turismo no es sólo que el turista se implique en las experiencias que se le ofrecen, sino que en esas experiencias participe también la ciudadanía. Hay que insistir en fórmulas de voluntariado alrededor del turismo cultural. La ciudadanía debe convertirse en el principal agente turístico de una ciudad.

4.º Finalmente, el cuarto cambio de tendencia hace referencia a la iniciativa turística. Y se trata del cambio desde el protagonismo público al impulso social y privado. La preocupación por el continente estuvo pareja al protagonismo institucional que, a través de diversas vías, financió en parte los equipamientos. Las instituciones han acompañado el proceso de dotación de equipamientos. Ahora ya no es tanto un problema de dinero, sino de iniciativa, de iniciativa imaginativa. Y ahí es importante que sea la propia iniciativa privada y social la que cobre protagonismo. Las empresas, los agentes turísticos, deben tomar la iniciativa: FETUREX es un ejemplo de ello.

Fotografía del Teatro Romano de Mérida de Las cien puertas de Eulate.

domingo, 1 de mayo de 2011

El asesinato del gobernador de Burgos


A Carmen García Rubio

Hace una semana estuve en Burgos. Paseamos por los alrededores de la catedral. Frente a la puerta del Sarmental recordé uno de los episodios más olvidados y crueles del fanatismo religioso en España. Ocurrió al mediodía del 25 de enero de 1869. Hacía poco más de unos meses que había comenzado el que después se conocería como Sexenio Democrático, tras el pronunciamiento de La Gloriosa que desalojó del poder a Isabel II. Gobernaba Prim y al frente del ministerio de Fomento estaba Ruiz Zorrilla. Una de las medidas que impulsaron fue el inventario e incautación de los bienes artísticos de la Iglesia que no estuvieran directamente relacionados con el culto: “El Estado se incautará de todos los archivos, bibliotecas, gabinetes y demás colecciones de objetos de ciencia, arte o literatura que con cualquier nombre estén hoy a cargo de las catedrales, cabildos, monasterios u órdenes militares”. Había miedo al deterioro irreversible de muchas riquezas documentales y a que la venta de las piezas de arte sirviera para sufragar las armas de los carlistas.

Aunque el decreto de incautación se preparó en secreto, uno de los funcionarios lo reveló en confesión al cura y éste dio cuenta del asunto a sus superiores. Cuando el gobernador civil de Burgos, Isidoro Gutiérrez de Castro, se encaminó en la mañana de ese 25 de enero ―un día antes de la publicación del decreto― a la catedral para inventariar los bienes no sólo le esperaban el deán y otros canónigos catedralicios, también estaba congregada en las inmediaciones una turbamulta amenazadora que había sido avisada de la visita. El gobernador y la comitiva oficial entraron en el templo y la guardia civil se dispuso a proteger las puertas. Pero la muchedumbre las forzó y desbordó la escasa protección de las autoridades. Aunque el gobernador intentó hablar, la gente, enfurecida, arremetió a golpes y cuchilladas contra él a los gritos de “¡Viva la religión! ¡Viva Carlos VII!”. Utilizaron un hacha para cortarle algunos de sus miembros. Lo desorejaron, lo desnudaron y lo castraron. Le ataron una faja a las piernas y, ya muerto, lo sacaron del templo. El ejército logró hacerse con la situación cuando ya era tarde.

Isidoro Gutiérrez de Castro, que era historiador, tenía ese optimismo existencial de cierto progresismo que a veces se da de bruces con la realidad. Años antes de su muerte había escrito un estudio sobre la religión en la Inglaterra del siglo XVII que finalizaba con estas palabras tan poco proféticas de lo que le deparaba el destino:

“Cuando después de recorrer aquella ominosa época, echamos una ojeada por los tiempos presentes, y vemos la libertad y la tolerancia suceder a la opresión y al fanatismo, el corazón se ensancha y el historiador se felicita al legar a sus sucesores la plácida tarea de escribir una historia, limpia al menos de sangre y de verdugos”.