jueves, 1 de noviembre de 2018

El doctor Vallina



Releo a Pedro Vallina y me reitero en la opinión que tuve cuando lo leí por primera vez, en 2001, tras regalarme el libro de sus memorias el amigo Cecilio Gordillo, de la CGT. La primera edición se publicó en Venezuela, en 1969, cuando cumplió noventa años, uno antes de morir. En 1999, tras un maratón mecanográfico en el que participaron voluntarios sevillanos, se transcribieron de nuevo estas páginas que habían circulado de mano en mano desde veinte años antes en fotocopias gastadas. Y volvieron a publicarse en el año 2000.

Las memorias del médico anarquista Pedro Vallina son una lectura esencial para quien quiera conocer la historia del movimiento obrero español. Y también para quien esté interesado en la de Extremadura, porque el doctor Vallina, a pesar de ser andaluz de Guadalcanal, fue deportado en varias ocasiones en los años veinte a la Siberia extremeña y allí (en Siruela, en Talarrubias, en Puebla de Alcocer, en Fuenlabrada de los Montes…) acabó convertido en un héroe popular. Y es que, además de aprovechar el destierro para propagar sus ideas ácratas, ejerció como médico entre los campesinos e hizo una labor benéfica que algunos, aunque pocos, conocen.
Sus memorias son interesantísimas. Y pueden leerse en internet: https://app.box.com/s/yc0at5ovn9wya1543g2w

(La semblanza que dediqué a Cecilio Gordillo en mi blog puede consultarse aquí:  https://josemarialama.blogspot.com/2007/02/un-sindicalista-histrico.html)

domingo, 7 de octubre de 2018

Valencia del Ventoso, 7 de octubre de 1918


El 7 de octubre de 1918, hace hoy cien años, la Guardia Civil mató a dos personas en Valencia del Ventoso. En plena huelga general, con los obreros y las mujeres del servicio doméstico en paro, el alcalde de Valencia del Ventoso había mandado cerrar la sociedad obrera. Centenares de obreros se resistieron, se concentraron en su sede en la calle Méndez Núñez y rechazaron a pedradas a las autoridades y a los guardias civiles.

La Guardia Civil disparó indiscriminadamente a la multitud y mató a un joven jornalero de 17 años (Segundo Martín Fernández) y a una mujer embarazada de 36 años (Gumersinda Martínez Boza), hiriendo a numerosas personas más.

En Valencia del Ventoso se había creado en 1908 la sociedad obrera “Luz y Progreso”, de orientación republicana y fue sustituida a partir de 1915 por otra sociedad llamada “La Fraternidad”, donde convivieron socialistas y anarquistas. La huelga, convocada por la sociedad obrera, había empezado en los primeros días de junio de ese año, interrumpiéndose y reanudándose en varias ocasiones. Los obreros agrícolas reclamaban un aumento de jornales para poder pagar los productos básicos. En agosto continuaron las protestas por el precio del pan. Los obreros estaban en permanente movilización. El día 29 de ese mes se manifestaron ante el ayuntamiento 140 obreros en paro forzoso, destacándose una comisión que solicitaba trabajo o se verían obligados “a buscar de comer donde lo hubiere.” Los obreros solicitan permiso para celebrar una manifestación pero se les deniega. Los propietarios despiden a la mayoría de los trabajadores que tenían empleados.

Una nueva vuelta de tuerca se le da al conflicto el 24 de septiembre. Los obreros se van al camino de Sevilla para trabajar sin permiso y después solicitan el pago del jornal. El alcalde llama a la guardia civil.  El 29 de septiembre una reunión entre obreros y el inspector provincial de trabajo acaba en fracaso.

El 30 de septiembre de 1918 acaba el plazo del contrato de los encargados de la custodia del ganado. El 1 de octubre comienza la huelga, los ganados son abandonados y el servicio doméstico abandona también las casas particulares. El alcalde pide la intervención del ejército.

El 2 de octubre se llega a un acuerdo con los mayorales, pero la huelga prosigue con el resto de trabajadores. En el pueblo se siguen concentrando guardias civiles. El 5 de octubre se solicita permiso para hacer una manifestación, tras la cual se dará un mitin. Se les deniega el permiso. Los propietarios hacen distintas ofertas de 7 y 9 reales pero sin llegar a los 10 que pedían los obreros.

El 7 de octubre el alcalde ordena la clausura del centro obrero. La gente se amotina. A las 2 de la tarde, los obreros insultan y apedrean a las autoridades locales y a la Guardia Civil, que responde disparando contra la gente, y mata dos personas, hiriendo a doce personas más.

Aunque los periódicos hablan de tres muertos (dos mujeres y un hombre), en el Registro Civil de Valencia del Ventoso sólo aparecen dos fallecidos. Los cadáveres permanecen en la calle durante catorce horas a la espera de la llegada del juez. El malestar es enorme. En los días siguientes se concentran en el pueblo 125 guardias civiles. Finalmente, los patronos aceptan el jornal solicitado por los obreros.

Son detenidos seis vecinos de Valencia del Ventoso. Con la sociedad descabezada y algunos de sus dirigentes encarcelados, en ese mismo mes de octubre de 1918, los 722 afiliados de la sociedad obrera pidieron su ingreso en el Partido Socialista. Y dos años después, en la primavera de 1920, el Partido Socialista gana las elecciones municipales y Valencia del Ventoso elige a su primer alcalde obrero, Cruz Martínez García, uno de los primeros de la historia de Extremadura.

sábado, 8 de septiembre de 2018

"La Gloriosa", la exposición que no fue


Reviso la oferta de exposiciones de la capital y elijo una que promete. Desde hace tiempo solemos pasar en Madrid el primer fin de semana de septiembre. El título es “La Gloriosa, la revolución que no fue”, abierta durante el segundo semestre del año en el Museo del Romanticismo. Una muestra sobre esa insurrección antiborbónica que, con intenciones distintas, reunió -en 1868 y en torno a la insurgencia- a los progresistas, a los unionistas y a los demócratas.

El museo ya lo conozco. Mi interés está en la exposición. Recorro las salas previas reiterándome en lo que siempre he pensado sobre esta institución de la calle San Mateo: le falta discurso expositivo y le sobran vigilantes. La colección de piezas sobre el XIX español es fantástica, pero uno tiene  la impresión de que se acumulan cuadros y objetos sin explicación alguna. Ya sé que no es un centro de interpretación; que es un museo. Pero, no es un museo generalista, sino con un eje temático bien definido, que debería desarrollarse en las salas. Le hace falta un panelito interpretativo, una grafía, un esquemita, qué sé yo…

Cuando llego al que supongo inicio de la exposición, una minúscula sala con grabados, pregunto a una de las vigilantes:
­“¿Aquí comienza la exposición?”.
“Aquí comienza y aquí termina: esta es la exposición”, me responde con una sonrisita ante mi cara de incredulidad.

Resulta que la exposición, anunciada en todas las guías culturales de Madrid, no es más que una colección de veintitantos grabados, minúsculos casi todos ellos, colgados en una sala de cuatro metros cuadrados. Y punto. De interés, sin duda, pero poca cosa para merecer, por sí solos, una exposición. Lo único interpretativo que tiene la muestra es el título “La Gloriosa, la revolución que no fue”, cuyo sentido uno no alcanza si se atiene exclusivamente a la contemplación de tan magro contenido. Tras mi chasco, a la cabeza se me viene otro título: “La Gloriosa, la exposición que no fue”.

viernes, 3 de agosto de 2018

MEMORIA OFICIAL Y MEMORIA POPULAR

Hay quien opone memoria histórica e historia. No estoy de acuerdo. Creo que la memoria histórica, esto es, lo que la gente común recuerda o le han contado sus familiares sobre lo que ocurrió en nuestro pasado reciente, no tiene que ser menos historia que el rastro de esta en un documento "oficial". La memoria popular (casi siempre oral) es historia en la misma medida que lo es un texto escrito, un papel con membrete. Como toda fuente, debe ser revisada y contrastada, pero su origen no la hace más sospechosa. A veces, cuando es plural, tiene más credibilidad que cualquier documento generado por el poder. 


Leo con interés un libro reciente: Guerra civil y represión en el norte de Extremadura, de Fernando Flores del Manzano (Raíces, Madrid, 2018). Y en la página 138 me deslumbra una doble cita que confirma la belleza de una coincidencia -alrededor de un hecho- de memoria oficial y memoria popular. Aunque no siempre ocurre, la historia que nos lega una institución del poder coincide y se complementa con el recuerdo que sobre el mismo hecho tiene un individuo. 

Transcribe Flores del Manzano el informe de un juez sobre unos cadáveres encontrados en la vía pública de Plasencia el 17 de agosto de 1936. Tras un bombardeo de la aviación republicana sobre el cuartel del Batallón de Ametralladoras de la ciudad del Jerte, los falangistas matan, en represalia,  a varias personas en plena calle. Sobre una de estas víctimas, en una de las partes de su informe, el juez dice: 

"En la calleja de las Escuelas de esta Ciudad fue encontrado también cadáver, según el Sr. Médico Forense, un individuo que, según las referencias que se hacen, se trata de un tal Francisco Galán, de oficio zapatero (...) y  en el suelo próximo a él se encontraron dos casquillos de bala de fusil". Según la autopsia, añade el autor del libro, tenía "orificio de entrada por la nuca y salida por la región clavicular izquierda". 

El rastro oficial de este asesinato lo completa Flores del Manzano con una pertinente nota a pie de página en la que transcribe el testimonio sobre este mismo hecho del dirigente socialista placentino Severiano Caldera de Pablo, que pasó la Guerra Civil escondido en su casa, como un "topo", y dejó escritos sus recuerdos: 

"Hoy, sobre las tres de la tarde, desde mi ventana oigo gritar a un chico que va con los brazos en alto y llorando. Va custodiado por falangistas armados, uno de los cuales dice "No te preocupes, que no te va a pasar nada". Este muchacho, Francisco Galán, pertenece a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, pero es un simple afiliado, sin cargos de responsabilidad en el partido. Pasados unos treinta metros escucho el repiqueteo de un fusil: le han asesinado en plena calle". 

Memoria oficial y memoria histórica. Ambas son historia, ambas sirven para hacer historia. Este caso, como otros, más que confirmación de la veracidad de la historia popular, es comprobación de que la historia que genera el poder a veces no miente. 

sábado, 28 de julio de 2018

Sobre el lenguaje inclusivo



Siempre leo con buenos ojos los artículos del académico de la Lengua Pedro Álvarez de Miranda. Es buen amigo de mi hermano Miguel Ángel y eso basta para que tenga mi atención. Pero, no me ha gustado el que publicó ayer en El País, titulado “¿Una Constitución ‘bigénero’?”.

No acabo de entender esa resistencia numantina, en aceptar ciertas fórmulas que la gente reclama, de quienes dejan pasar al diccionario otros palabros con suma docilidad ante el gusto de la misma gente. Para sostener su argumento menciona tres ejemplos, llevándolos al extremo, que parece ser el único recurso para la impugnación del lenguaje inclusivo:

·         La fórmula dice: “Don Juan Carlos I, rey de España, a todos los que la presente vieren y entendieren...”. ¿Habría de decir: “... a todos los que y a todas las que la presente vieren...”?
·         El Preámbulo comienza: “La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran...”. ¿Habría de decir “... promover el bien de cuantos y cuantas la integran”?
·         Se proclama después la voluntad de la nación de “proteger a todos los españoles y pueblos de España...”. ¿Debería decir ahora “proteger a todos los españoles y todas las españolas y pueblos de España...”?
¿Es necesario seguir? El resultado sería de una farragosidad grotesca. Y lamento tener que utilizar una vez más para este asunto el procedimiento dialéctico de la reducción al absurdo. No encuentro otro más útil. Al menos para con quienes quieran avenirse a razones.
¿Estoy equivocado o dos de los ejemplos que menciona podrían resolverse de manera inclusiva sin recurrir al desdoblamiento?
·         “Don Juan Carlos I, rey de España, a quienes la presente vieren y entendieren...”.
·         “La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de todas las personas que la integran...”

Y, en el último caso, asumiendo sin demasiados problemas ese desdoblamiento:
·         Se proclama después la voluntad de la nación de “proteger a los españoles, a las españolas, y a todos los pueblos de España...”.

Creo que reducir el lenguaje inclusivo al desdoblamiento es argucia de polemista. Entiendo que lo inclusivo consiste en no elevar a sacrosanto el pretendido carácter genérico del masculino y en saber que cada texto tiene su tono y su público. No es lo mismo un poema (en el que el desdoblamiento es ridículo) que un discurso ante un auditorio con hombres y mujeres, en el que sería estúpido (y hasta ofensivo) insistir en el “señores”. En medio hay un montón de tipos de textos que deben escribirse, como siempre, con sentido común y según los casos.

En fin. Hay quienes actúan como si el lenguaje fuera lo único objetivo de la existencia humana, lo único no sometido a condicionante alguno, en su caso los miles de años de preeminencia del hombre sobre la mujer. A ver si nace un cuarto “filósofo de la sospecha” que, tras Marx, Nietzsche y Freud, desenmascare de una vez por todas, ya no los intereses económicos que afectan a la conciencia, la falsa moral o el influjo del inconsciente, sino el poso de la cultura machista en el lenguaje, que no es más que un palimpsesto de la sociedad que lo crea.

Ahora bien, ninguna de estas polémicas merece el cariño de un amigo… ni de una amiga. Faltaría más que por estas cosas nos jugáramos los cuartos de los afectos.