sábado, 28 de octubre de 2006

El peligro de la memoria



Durante cuarenta años sólo a unos les dejaron contar su versión de la historia. Desde 1977 podemos hablar todos... más o menos. Llevamos tres décadas con cierta igualdad de condiciones y ya vuelven a las andadas. Aunque ellos no han dejado de hablar en setenta años, les sigue molestando que los otros estén ahí, con papeles, con libros, con fosas.

Como casi siempre, a El Roto no le hacen falta tantas palabras.

domingo, 22 de octubre de 2006

García Montero


"Los animales tienen la virtud de la sensación, y aunque la sensación está en todos, sólo en algunos persiste. Eso es la memoria y eso nos hace seres de experiencia". Estas son las palabras que el filósofo Emilio Lledó empleó el otro día para defender la poesía de la experiencia con motivo de la presentación de la obra completa de Luis García Montero, uno de los más afamados seguidores de esta corriente poética, que algunos denostábamos por estos lares en los ochenta.

De García Montero se habla mucho en los últimos días por la polvareda que ha levantado su artículo del pasado día 14 en la edición andaluza de El País. Con el título “Lorca era fascista” arremetía contra su compañero de la Universidad de Granada, José Antonio Fortes, criticando sus opiniones literarias pero aireando también —y no parece el sitio más oportuno— peleas de departamento. Hoy el Defensor del Lector de ese periódico le dedica unos párrafos al asunto sin asomo de autocrítica.

En fin, no sé si será por esta polémica o por el respeto que me merece Lledó, pero el caso es que cuando hace dos días me llamó Luciano Feria y me dijo que eligiera un libro —como regalo del Seminario Humanístico de Zafra por haber presentado a Álvaro Valverde en la lectura de poemas que ofreció aquí en el mes de abril— elegí la recién publicada poesía completa de García Montero. No sé donde vamos a llegar. Yo leyendo poesía de la experiencia y, además, a cuenta de Álvaro.

sábado, 21 de octubre de 2006

La ola


Las lluvias de ayer son hoy un sol tibio que asoma entre las nubes. Ojalá vuelva a llover. Quizás a la espera, el día está mimoso. Dice mi madre que no hay sábado sin sol ni mocita sin amor. En fin, a lo nuestro:

Desde hace días quiero escribir sobre la ola, ese fenómeno colectivo del público de un estadio durante el cual los espectadores se convierten en el espectáculo. En la Wikipedia se duda sobre sus orígenes aunque se recoge la posibilidad de que fuera creado casualmente en un juego de la liga de hockey sobre hielo en Canadá en 1980.


Alguna vez he pensado que los del norte de América suplen su carencia de historia con la tendencia a creer que todo lo han inventado ellos. ¡Para qué hacen falta siglos si todo se origina aquí!, pensarán.

Estos días leo Los recuerdos de un anciano (1878), de Antonio Alcalá Galiano, uno de los mejores libros de memorias del siglo XIX español. En un pasaje describe los teatros de Madrid de 1806 y, hablando de uno de ellos (el de la Cruz) , dice: el espacioso patio, cuando estaba lleno, causaba a la vista y al oído un efecto por demás desagradable, viéndose en él lo llamado con propiedad oleadas, porque imitaba la gente empujándose el movimiento del mar, y aún podía mirarse como remedo de sus bramidos la gritería, que era consecuencia del atropellarse y estrujarse de los concurrentes, en un lugar, así, como de diversión, de tormento.

martes, 17 de octubre de 2006

Memorable palíndromo



Mi afición por Gonzalo Hidalgo me lleva al blog de Miguel Pedrero, Cuaderno de Febo, donde descubro un palíndromo memorable:

NOTA EPICA: NACI PEATON

Esas palabras dan sentido a mis diarias esperas en la estación de autobuses de Mérida antes de subir al autobús que me devuelve a Zafra.

Creo que ya tengo epitafio.

sábado, 14 de octubre de 2006

Chavela y unos versos


Paso la tarde con tareas domésticas y escuchando a Chavela Vargas. La grabación me la procuró mi amigo Honorio. Se hizo durante el concierto que dio la mexicana en Badajoz el 15 de noviembre de 1997. En la carátula de la cinta escribí a lápiz que sólo existen diez copias de esa grabación. La he oído decenas de veces: Piensa en mí, El último trago, Luz de luna, Llorona...

Si porque te quiero quieres,
llorona,
quieres que te quiera más.
Si porque te quiero quieres,
llorona,
quieres que te quiera más.
Si ya te he dado la vida,
llorona,
¿que más quieres? ¿quieres más?

Me suenan esos versos del zapoteco que canta Chavela. Mi padre me enseñó un trabalenguas que termina igual.

Quiero y no quiero querer
a quien no queriendo quiero.
He querido sin querer
y estoy sin querer queriendo.
Si porque te quiero quieres
que te quiera mucho más
te quiero más que me quieres,
¿que más quieres? ¿quieres más?

Y aun me suena un romance con letra parecida. ¿Tendrán relación estos versos entre sí? Chi lo sa

viernes, 13 de octubre de 2006

A un año de la muerte de Catani


Hace un año y diez días que murió Maurizio Catani. Desde hace semanas le daba vueltas a publicar aquí el artículo que le dedicamos en Hoy y El Periódico Extremadura Luciano Fernández y yo. Sirva de reiteración de nuestro afecto.

Fue en París, el pasado 3 de octubre. Un fallo cardíaco en el que culminaba una tortuosa enfermedad ha acabado con la vida de Maurizio Catani, antropólogo italiano que dedicó parte de su trabajo a la investigación etnográfica en Extremadura.
Nacido en Roma en 1937, Catani vivía desde 1961 en Francia, donde hace tres años se jubiló como miembro del Museo de Artes y Tradiciones Populares de Paris. Doctor en Sociología por la Universidad René Descartes, fue docente de ese centro durante años y profesor visitante de las Universidades de Nápoles y Bruselas. Consultor de la UNESCO, realizó viajes y estancias profesionales en Guadalupe, Italia, Brasil, Argelia, Marruecos y Túnez, dictando conferencias y publicando artículos en revistas italianas, francesas, belgas y españolas. Interesado en la historia de la vida social, en la transmisión de conocimientos entre generaciones y en los procesos de alfabetización de inmigrantes, escribió varios libros sobre estos temas entre los que destaca
Tante Suzzane, une histoire de vie sociale, publicado en colaboración con S. Mazé en Paris en 1982.
Pero desde hacía más de veinticinco años la actividad intelectual de Maurizio Catani, y una parte notable de su vida, estaba centrada en Extremadura, que visitaba cada pocos meses. De 1982 a 1984 fue profesor asociado de la Universidad de Extremadura y por esas mismas fechas comenzó a interesarse vivamente por la comarca de Las Hurdes, de la que publicó en 1989, y como uno de los cuadernos populares de la Editora Regional, la obra
La invención de Las Hurdes. Una sociedad local centrada en sí misma. Allí impulsó el Centro de Documentación de Las Hurdes e hizo decenas de sus peculiares entrevistas en las que indagaba sobre las fiestas, las comidas antiguas o los oficios.
Si su interés por lo extremeño comenzó en el norte, por Las Hurdes, durante el último decenio lo trasladó al sur, a la comarca extremeña de Tentudía, donde participó en el proyecto “Memoria colectiva de Tentudía” y sobre la que publicó su último libro,
Comer en Tentudía, una aproximación etnográfica a la comida y a los hábitos de vida de las gentes de la comarca en los últimos setenta años. Su conocimiento de la realidad extremeña le llevó a coordinar la Oficina Etnográfica de Extremadura de 2001 a 2003, último empeño de Catani en estas tierras.
Maurizio fue un hombre escéptico pero a la vez profundamente interesado por lo que le rodeaba; un intelectual pero también un hedonista, siempre con los sentidos alerta. Sólo hubo una excepción en esa personalidad dual: Extremadura, a la que dedicó un afecto sin alternativa.

Un libro pésimo


A finales de 1978 Fernando Sánchez Dragó publicó su renombrada Gárgoris y Habidis, Una historia mágica de España. Me compré la séptima edición, de octubre del 79. Dos mil doscientas pesetas: un pastón para la época. En mayo de 1982 elegí esta obra para hacer un trabajo de quinto de carrera, en la asignatura de Historiografía de la Historia Contemporánea. La propuesta de Dragó me resultaba simpática. Eran, para mí, años de tanteo (al final, todos lo han sido) y su heterodoxia me complacía.

No era tan complaciente con ella un sector de la intelectualidad española de entonces. Uno de los más radicales en su crítica fue Leopoldo Azancot. Escribió un artículo demoledor en Nueva Estafeta (mayo de 1979) bajo el título, bien significativo, de “Fascismo y búsqueda de los orígenes”. Además de definir la obra como “específicamente fascista” y de sorprenderse de que en sus cuatro tomos y más de mil páginas no hubiera ni una sola idea ni nada imaginativo —y que no fuera, por tanto, ni ensayo ni obra de ficción—, Azancot concluía preguntándose:
¿qué concepto de la literatura subyace en ella? La respuesta no puede ser más simple: ese concepto exclusivamente verbal del hecho literario que viene esterilizando buena parte de la literatura española desde hace tres siglos (...) Tal concepto, que da origen a una estética de buñuelo de viento o del cuesco floreado, empuja a Sánchez Dragó a escribir siempre “los eventos consuetudinarios que acaecen en la rúa” y no “lo que pasa en la calle”, a no llamar nunca “al pan, pan, y al vino, vino”—quizá porque en su obra no hay ni pan ni vino.

No he leído ninguno de los libros que Sánchez Dragó ha publicado desde entonces, pero este verano en Salamanca me picó la curiosidad al ver la portada de Muertes paralelas y desembolsé incautamente los 23,50 euros del precio de éste, vendido con el reclamo de Premio de Novela Fernando Lara 2006.

Aunque con dificultad, he terminado de leerlo y estoy realmente sorprendido. Hacía tiempo que no leía algo tan mal escrito y, al tiempo, de tal indecencia intelectual. Un libro al que, casi treinta años después, le cuadre tan bien un comentario crítico dirigido a otro libro del mismo autor.


Mal escrito porque, en efecto, es literatura de cuesco floreado, de inconsistente verborrea, de continuas oraciones incidentales, paréntesis dentro de paréntesis, en los que el autor se quita la palabra a sí mismo e introduce al lector en un mareante tiovivo dialéctico. Dragó habla mejor que escribe (lo mismo le ocurre a Gala) e incurre en el error de trasladar, sin más, técnicas oratorias de éxito al lenguaje escrito. La literatura en cuyos altares oficio obliga a recurrir a efectos retóricos, se excusa el autor. No me basta.

Dice Sánchez Dragó que la suya es una novela verité, y con eso pretende hacer algo entre el ensayo y la novela pero que al cabo —si recuperamos las palabras de Azancot—no tiene ni ideas para ser uno ni imaginación para ser otra. También la define como obra en marcha y con ese argumento nos somete a un vaivén de ideas en el que lo que afirma en una página lo niega radicalmente cuatro más adelante, sin que esa peculiar palinodia tenga más objetivo —fracasado, sin duda— que hacer partícipe al lector de la supuesta zozobra vivida por el escritor en la indagación de los datos.

En la crítica de las hechuras formales del libro habría que incluir también la auto-cita continua: larguísimos artículos anteriores y extensos fragmentos de otras obras suyas que coloca en el texto sin sonrojo alguno y que ayudan mucho a que alcance las 663 páginas. Y el insoportable tono autosuficiente, pedante y ególatra que continuamente adopta.

Pero lo peor de todo es el contenido. Convierte la historia del asesinato de su padre en septiembre de 1936 por los falangistas, y la crónica de la investigación emprendida por él para esclarecer las circunstancias de la muerte, en un relato autobiográfico y en una nueva oportunidad para conocer sus ideas reaccionarias. Aunque reconozco haber dado un respingo sobre el asiento tras leer la equiparación que hace entre Unamuno y un agitador radiofónico de actualidad (Miguel de Unamuno y Jiménez Losantos de Maeztu, epígono del 98, regenerador de España, indignado Savonarola e insobornable conciencia de su país), tampoco es eso lo peor.

Lo más indecente es que, quizá contrariado con que fueran los falangistas quienes asesinaran a su padre, nos presenta la muerte del progenitor como una especie de fatal casualidad: “lo mataron unos pero podrían haberlo matado otros”, viene a decir. Como a José Antonio Primo de Rivera, por lo visto, podrían haberlo matado los franquistas...

Más allá del ejercicio de historia-ficción que suponen, estas teorías sobre la guerra civil siempre me han parecido justificaciones descaradas de los asesinos y desvarío sobre las razones profundas de los asesinatos. Y como colofón, para los muy escépticos, Sánchez Dragó prepara un argumento cándido: a su padre no lo mataron los falangistas, sino los falangistas malos. Será por eso que él, tras caerse del caballo, se ha hecho muy amigo de los falangistas buenos.

En fin, quien quiera leerlo que no lo compre: se lo dejo. Mi único consuelo será saber que no he gastado los 23,50 euros por una sola lectura.

Yunus, Nobel de la Paz


Me acabo de enterar: Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz. Me alegro muchísimo. Es el creador de los microcréditos y del Banco Grameen, el banco de los pobres, en Bangladesh. A finales del mes de enero pasado asistí a una conferencia suya en Sevilla y di cuenta de mi satisfacción en este
blog: es la única persona en el mundo -decía entonces- que ha sido propuesta al Premio Nobel de Economía pero también sería, con los mismos méritos, Premio Nobel de la Paz. Un tipo magnífico.
Quien ha acertado ha sido el Comité noruego del Nobel, responsable de la designación.

martes, 3 de octubre de 2006

De derechas, como Dios manda


Cuando la realidad ofrece pocas noticias o las que ofrece no satisfacen las expectativas de venta o de infamia —tanto da— de algunos medios de comunicación, no cabe otra que dedicarse a la ficción. Y de eso saben mucho tanto El Mundo como la COPE que, tras el olvidado “periodismo de investigación”, han puesto de moda el “periodismo de invención”.

Ya no dan noticias: las inventan. Y, además, en vez de dar cuenta de la opinión de los partidos políticos, estos medios son quienes —en referencia al Partido Popular— inducen esa opinión y le marcan la ruta.

Todo viene del 11-M y de las teorías de la conspiración. El asunto es tan descarado que hasta ABC, de derechas como Dios manda y que nunca ha desperdiciado una oportunidad de arremeter contra la izquierda, se ha situado frente a sus colegas ideológicos y defiende la versión oficial.

Hoy en el Partido Popular el criterio para distinguir sensibilidades políticas, la diferencia entre la ultraderecha y la derecha, es leer El Mundo o el ABC.