Encuentro fortuito
El otro día, en el acto sobre Machado celebrado en Zafra, María del Carmen Rodríguez del Río, profesora de literatura del Instituto durante muchos años y ahora concejala de cultura culminaba su intervención con el poema de Aquilino Duque “El último viaje de Antonio Machado”:
(…)
Soldado, tú que avanzas hacia la primavera
con el cuatro de espadas ceñido de laureles,
¿no has encontrado acaso junto a la carretera
una maleta llena de papeles?
No dispares, soldado, contra tanta grandeza.
Ordena el alto el fuego.
Bájate del caballo, descubre tu cabeza
y lee esos papeles aunque los quemes luego.
Así sabrás quién iba con tanto fugitivo,
Y si amas a España, y si buscas su gloria,
Pide para tus sienes no el laurel: el olivo.
Ven a hablarnos de paz, pero no de victoria
Enrique Baltanás, que nos acompañaba en la mesa, giró la cabeza y asintió complacido por la referencia de la concejala a su amigo Aquilino. Yo también la giré y no tanto por el poema sino porque se me vino a la cabeza un libro no leído de Duque.
Estos encuentros literarios fortuitos son como los personales. Paseando reconocemos a alguien. Su rostro trae aparejado algún otro recuerdo, un tiempo que ya no existe, un lugar, un suceso... Con Maricarmen y su alusión a Aquilino Duque me ocurrió algo parecido. Al día siguiente busqué en mi biblioteca y rescaté El mono azul, la novela con la que el sevillano ganó el premio nacional de Literatura en 1975 y que le había valido el segundo puesto del Nadal el año anterior. Una obra elogiada por muchos y considerada muestra de la novelística de los “narraluces”, como se denominó a un grupo de prosistas andaluces (Alfonso Grosso, Ortiz de Lazagorta, Luís Berenguel…) que a mediados de los 70 del siglo pasado consiguieron cierto éxito con algunas de sus novelas
Voy por la mitad y me interesa. Más por la prosa que por el armazón narrativo o por el argumento ―aunque sea sobre la guerra civil. Es uno de esos novelistas que describe más que narra y escribe mejor que describe. O sea que escribe, y bien, aunque ―como en sus poemas― se desboque a veces en facundia.
Aquilino Duque es un escritor a contracorriente, un “disidente poético”, cuya literatura ha quedado solapada en ocasiones por su ideología antidemocrática y aristocrática. Esteta precursor de los novísimos y después poeta político antiprogresista, ha escrito contra el divorcio, la amnistía, la transición, el comunismo, la democracia y hasta contra el cine. A finales de los setenta se borró de Alianza Popular al considerar insuficientemente contraria la actitud de ésta frente a la Constitución de 1978.
Indago y me entero que ahora esparce su ideología en un blog, en la revista digital de la Hermandad del Valle de los Caídos y, ―¡cómo no!― en Libertad Digital. En fin. Siempre he defendido que el escritor es un artesano más y que, si no nos cuestionamos la ideología del zapatero que repara nuestro calzado, no debemos hacerlo con quien nos cultiva el gusto. Aprovecharé el encuentro fortuito, seguiré leyendo El mono azul y me olvidaré de la ideología ultramontana de su autor.
(…)
Soldado, tú que avanzas hacia la primavera
con el cuatro de espadas ceñido de laureles,
¿no has encontrado acaso junto a la carretera
una maleta llena de papeles?
No dispares, soldado, contra tanta grandeza.
Ordena el alto el fuego.
Bájate del caballo, descubre tu cabeza
y lee esos papeles aunque los quemes luego.
Así sabrás quién iba con tanto fugitivo,
Y si amas a España, y si buscas su gloria,
Pide para tus sienes no el laurel: el olivo.
Ven a hablarnos de paz, pero no de victoria
Enrique Baltanás, que nos acompañaba en la mesa, giró la cabeza y asintió complacido por la referencia de la concejala a su amigo Aquilino. Yo también la giré y no tanto por el poema sino porque se me vino a la cabeza un libro no leído de Duque.
Estos encuentros literarios fortuitos son como los personales. Paseando reconocemos a alguien. Su rostro trae aparejado algún otro recuerdo, un tiempo que ya no existe, un lugar, un suceso... Con Maricarmen y su alusión a Aquilino Duque me ocurrió algo parecido. Al día siguiente busqué en mi biblioteca y rescaté El mono azul, la novela con la que el sevillano ganó el premio nacional de Literatura en 1975 y que le había valido el segundo puesto del Nadal el año anterior. Una obra elogiada por muchos y considerada muestra de la novelística de los “narraluces”, como se denominó a un grupo de prosistas andaluces (Alfonso Grosso, Ortiz de Lazagorta, Luís Berenguel…) que a mediados de los 70 del siglo pasado consiguieron cierto éxito con algunas de sus novelas
Voy por la mitad y me interesa. Más por la prosa que por el armazón narrativo o por el argumento ―aunque sea sobre la guerra civil. Es uno de esos novelistas que describe más que narra y escribe mejor que describe. O sea que escribe, y bien, aunque ―como en sus poemas― se desboque a veces en facundia.
Aquilino Duque es un escritor a contracorriente, un “disidente poético”, cuya literatura ha quedado solapada en ocasiones por su ideología antidemocrática y aristocrática. Esteta precursor de los novísimos y después poeta político antiprogresista, ha escrito contra el divorcio, la amnistía, la transición, el comunismo, la democracia y hasta contra el cine. A finales de los setenta se borró de Alianza Popular al considerar insuficientemente contraria la actitud de ésta frente a la Constitución de 1978.
Indago y me entero que ahora esparce su ideología en un blog, en la revista digital de la Hermandad del Valle de los Caídos y, ―¡cómo no!― en Libertad Digital. En fin. Siempre he defendido que el escritor es un artesano más y que, si no nos cuestionamos la ideología del zapatero que repara nuestro calzado, no debemos hacerlo con quien nos cultiva el gusto. Aprovecharé el encuentro fortuito, seguiré leyendo El mono azul y me olvidaré de la ideología ultramontana de su autor.
4 comentarios:
Acabo de comprobar que a Enrique Baltanás le sorprendió, efectivamente, la cita de Maricarmen a Aquilino Duque:
http://almargendelosdias.blogspot.com/
josemarialama
En efecto, me sorprendió gratamente, no sólo por lo de amigo sino por citar a un autor en las antípodas del pensamiento de María del Carmen. Y es que coincido con tu criterio: una cosa es la literatura y otra la política, aunque a veces se confundan y se mezclen.
Yo creo que Aqulino Duque es un gran escritor, aunque no tan fiero como lo pintan. Me da la impresión de que él cultiva su leyenda. Como dijo Machado, sin leyenda no se pasa a la historia...
Con que una cosa es la política y otra la literatura... Pues sí, supongo que en algunos casos será así. Me vienen a la cabeza algunos. Desde luego la afirmación resulta muy posmoderna. No obstante, no deja de resultar chocante esto de relacionar a un hombre como Machado con un cantamañanas como el tal Duque, por mucho que la Academia lo estime y por muy exquisito y sublime que se crea él. Sin duda algunos preferimos a aquellos en que literatura y política no difieren demasiado... como el propio Machado, que además no ha necesitado de leyenda alguna para pasar a la historia.
Visito esto, y como va del acto, al que no pude asistir, sobre Machado, pues puntualizo con esta entrada, publicada en mi blog hace unos días antes, que creo clarificadora, y aguja de marear para ignorantes de vía/piñón fijo en el debate que se trae:
"Está convencido Goytisolo de que se puede ser un magnífico escritor y un canalla despreciable de la misma manera que se puede ser una bellísima persona y un mediocre autor. "Casos como los de Quevedo o Céline demuestran que puedes ser misógino y racista, como el primero, o antisemita y pronazi, como el segundo, y crear una formidable obra literaria". De cualquier modo, Goytisolo ha centrado su compromiso ético en favor de los débiles en el ensayo y en el periodismo. "Ahora bien, en las novelas sólo me han interesado los elementos literarios", añade."
Por decir cosas de esa guisa, o que el poeta no es un ángel ni los escritores modelos de ninguna moral o conducta, casi me matan. Sobre todo los docentes amogigatados, y esos maestrillos de vía estrecha que hoy se pierden en la docencia, y con ella lo pierden todo. Me refiero a la de la literatura, y otras artes.
Y sacando enseñanza del maestro, también hay que decir que lo que crean u opinen los artistas literarios, o de otras artes, sobre sus preferencias políticas en la cuaresma electoral es perverso. Sobre todo los del trinque interesado del canon digital...
http://www.elpoetaenllerena.com/2008/02/el-maestro.html
Hasta ahí la entrada, aparte digo:
Eso de las ideologías es tara. En algún sitio digo que son inflamación y pus de las ideas. Importan las ideas, eso sí. Interesa, para valorar y analizar políticamente y meter en los clásicos y manidos lugares de izquierda y derecha, el poder real de los medios de producción, el poder real sobre la materia y lo material, y que quienes lo detentan, como exclusiva y por fuerza, son los malos, los fachas. Porque todo se reduce a autoritarios y libertarios, que es más clarito. Lo que “dizan” importa menos. Es lo que “hazan” lo importante. Y no aquellos que usan jerga, ideas, posturas y todo eso como aditamento de cierta estética, al uso de Aquilino Duque, literato de indudable valía y estilista impecable, cuya validez nunca se debe medir con nadie, menos con Machado. Pues, como decía el Machado que me interesa y vale, "nadie es más que nadie". Y apostillo que el Machado que me interesa es el prosista, el de esos geniales escritos en prosa: “Juan de Mairena”, “Los Complementarios”, artículos, ensayos,, cartas... Y observo que en su duda en cuanto a lo de sumar voluntades, "curiosamente", Machado coincide más con Duque que con los demócratas y la retroprogresía al uso e interés del día al uso, y bellacamente rozagante, de hoy en día, sea para el pp, fuere para el psoe. No hay más que ver sus artículos (de Machado) con cachondeo sobre el bipartidismo reinante en su época (como ahora) y pongo de ejemplo el artículo "Partidos y partidas, cosas que pasan", de 1893... Hay en Machado una reiterada oposición a la llamada democracia representativa por todos esos escritos, basada, tal vez, en sus contactos con libertarios y a su racionalidad afrancesada. Pasa que a este Machado lo se le lee poco, muy poco, y se le aparta, no existe.
El poeta carece de interés para mí, sea por gustos personales, sea por proyectos poéticos diferentes. Prefiero la “Biblia” (como literatura) y la obra de Dom Sem Tob de Carrión.
Pasa que a Machado lo han secuestrado, lo han interpretado clérigos partidarios interesados y guerreZuelos, lo han reducido y jibarizado a gusto, incluso lo han puesto en un partido concreto, inventado el Transición/Transacción española y que lleva el mismo nombre de otro (¿partido, Machado?), totalmente desaparecido(s), de antes de 1939...
En fin, saltarán las meninges de los partidarios, en “anatema sit” contra mi persona, hereje, acusándome de pepero, como poco, y viceversa, pZoero. No se entiende que fuera de los bipartidarios hay vida, mucha vida, diría que toda la vida. Por pensar aparte y contra el tandem bipartidario no estamos en el infierno, por mucho que se nos empuje al mismo. Y Machado, el verdadero, el vivo, el operante, el leído está con nosotros bailando, gozando. Para ellos el muerto y homenajeado, el no leído, o leído de través y soslayo, el nombre de premios competitivos, el usado electoralmente, el jibarizado o menoscabado, el secuestrado por la renta del rescate y todo eso tan propio de las transacciones del mercado común dominante, globaliZado y tirano.
¡Viva la libertad!
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