Historia y memoria
Alfonso Pinilla García es un joven profesor de historia de la Universidad de Extremadura del que sólo conozco su tesis doctoral, Del atentado contra Carrero al golpe de Tejero. El acontecimiento histórico en los medios de comunicación, y con el que compartí hace unos meses un debate organizado en Mérida por la Fundación Alternativas. El 19 de diciembre publicó en El Periódico Extremadura un artículo, “¿Historia contra memoria?”, en el que se mostraba muy crítico con los que denominaba “memoriadores”, que contraponía a los verdaderos historiadores. Hoy le contesta en el mismo medio Francisco Espinosa con el artículo “Historia y memoria”, que suscribo íntegramente y que reproduzco a continuación:
Ya sabemos que una cosa es la Historia y otra la Memoria. La oposición entre ambas que planteaba hace unos días Alfonso Pinilla en un artículo titulado "¿Historia contra Memoria?" (19/12/2006) no existe como tal. Por otra parte no es cierto que "el memoriador inventa" y "el historiador conoce". La unión de las dos palabras, "memoria histórica", que tanto rechazo produce en algunos, quiere decir simplemente recuerdo de la historia que cada uno ha vivido o conoce de primera mano. El que Alfonso Pinilla llama el memoriador no inventa sino que recuerda. Para el que en vez de recordar inventa, existen otras palabras. El caso es que, por mucho que a algunos les fastidie, la gente tiene derecho a recordar. Resulta que tanto la historia como la memoria de los vencidos fueron prohibidas por la dictadura y que luego la transición, con su mensaje de fondo de que reconciliación equivalía a olvido y memoria a rencor, sofocó de nuevo la posibilidad de recordar y puso trabas de todo tipo a la investigación del golpe militar y de la represión, empezando por la destrucción de archivos. El autor hace suya la conocida opinión de Santos Juliá de que el modelo de transición no sólo no dio lugar a ignorancia alguna del pasado sino que todo se investigó hasta el fondo. Quizás por esto, y puesto que la Historia se supone que ha ido viento en popa desde la transición, no se explica Alfonso Pinilla la algarabía creada por la irrupción de la Memoria.
XEL DISCURSOx del profesor de la Uex alberga un visible, aunque no manifiesto, deseo de que la Historia no salga de la Academia (o quizás más bien de que vuelva a ella). Pero yo siento decirle, y hablo pensando en el país en general, que si tal cosa ha ocurrido ha sido en parte porque la Academia olvidó su función social. No son "las nuevas condiciones políticas del presente las que han vuelto a anteponer la Memoria a la Historia". Los movimientos en pro de la Memoria Histórica comenzaron hace diez años, bastante antes de que los partidos políticos se implicaran en el asunto a favor o en contra. Tampoco existe una "vergonzosa guerra de esquelas", lo que sí existe son unos sectores alentados desde la extrema derecha política y mediática que no admiten que los vencidos recuerden públicamente y por una vez a sus muertos. Sabiendo todo lo que el franquismo hizo durante décadas por sus caídos, esta cruzada contra la memoria de los vencidos resulta escandalosa. Pero cumple su objetivo: impone el concepto de que existe una guerra de esquelas . Dos bandos.
Para Alfonso Pinilla no resulta sorprendente que "ante la memoria de los vencidos resurja la de los vencedores". En realidad la memoria de los vencedores nunca ha dejado de estar ahí y de hecho es la memoria predominante en nuestro país, un país cuajado de lugares de memoria franquistas y que, para colmo, tiene que sobrellevar a una Iglesia que, pasada la transición, no ha dejado de recordar año a año a sus mártires. En España hay lugar, mucho lugar, para la memoria de los vencedores pero muy poco para la memoria de los vencidos. Y respecto a la conocida máxima de Orwell que se cita resulta evidente que está fuera de sitio. El pasado aquí todavía tiene dueño y el problema es precisamente que hay quienes, controle quien controle el presente, no están dispuestos a perderlo. Quizás lo que perturbe a la poderosa derecha española es el horror vivido que transmite la memoria histórica de las víctimas del fascismo. La derecha preferiría el silencio absoluto sobre el pasado, silencio al que llama "espíritu de la transición".
Nosotros, los historiadores, que sabemos que casi todo lo que queda en los archivos es memoria de los vencedores, tenemos el deber de recoger con especial cuidado la memoria de los vencidos, de los nadie, cuya voz no suele aparecer en la historia. Los tiempos en que la Academia controlaba la Historia ya han acabado. Ahora la cosa se ha complicado un poco y para investigar la historia del golpe militar, de la guerra y del fascismo no basta con acudir al archivo, sino que, mientras podamos, hay que recoger la memoria viva del fascismo de labios de quienes lo padecieron. Es necesario insistir en que, aunque la base sean los documentos, hay hechos, aspectos y matices del pasado a los que sólo podemos acceder por la Memoria, especialmente cuando lo que nos ha llegado de los vencidos ha sido filtrado por los vencedores. Lo que hemos aprendido, después de tantos años, los investigadores de nuestro pasado reciente es que la Historia y la Memoria se necesitan mutuamente y se complementan.
En última instancia, el problema no es entre Historia y Memoria sino entre Historia y Propaganda. Pero en esta lucha, al menos hasta el momento y salvo honrosas excepciones, la Academia se mantiene al margen.
Ya sabemos que una cosa es la Historia y otra la Memoria. La oposición entre ambas que planteaba hace unos días Alfonso Pinilla en un artículo titulado "¿Historia contra Memoria?" (19/12/2006) no existe como tal. Por otra parte no es cierto que "el memoriador inventa" y "el historiador conoce". La unión de las dos palabras, "memoria histórica", que tanto rechazo produce en algunos, quiere decir simplemente recuerdo de la historia que cada uno ha vivido o conoce de primera mano. El que Alfonso Pinilla llama el memoriador no inventa sino que recuerda. Para el que en vez de recordar inventa, existen otras palabras. El caso es que, por mucho que a algunos les fastidie, la gente tiene derecho a recordar. Resulta que tanto la historia como la memoria de los vencidos fueron prohibidas por la dictadura y que luego la transición, con su mensaje de fondo de que reconciliación equivalía a olvido y memoria a rencor, sofocó de nuevo la posibilidad de recordar y puso trabas de todo tipo a la investigación del golpe militar y de la represión, empezando por la destrucción de archivos. El autor hace suya la conocida opinión de Santos Juliá de que el modelo de transición no sólo no dio lugar a ignorancia alguna del pasado sino que todo se investigó hasta el fondo. Quizás por esto, y puesto que la Historia se supone que ha ido viento en popa desde la transición, no se explica Alfonso Pinilla la algarabía creada por la irrupción de la Memoria.
XEL DISCURSOx del profesor de la Uex alberga un visible, aunque no manifiesto, deseo de que la Historia no salga de la Academia (o quizás más bien de que vuelva a ella). Pero yo siento decirle, y hablo pensando en el país en general, que si tal cosa ha ocurrido ha sido en parte porque la Academia olvidó su función social. No son "las nuevas condiciones políticas del presente las que han vuelto a anteponer la Memoria a la Historia". Los movimientos en pro de la Memoria Histórica comenzaron hace diez años, bastante antes de que los partidos políticos se implicaran en el asunto a favor o en contra. Tampoco existe una "vergonzosa guerra de esquelas", lo que sí existe son unos sectores alentados desde la extrema derecha política y mediática que no admiten que los vencidos recuerden públicamente y por una vez a sus muertos. Sabiendo todo lo que el franquismo hizo durante décadas por sus caídos, esta cruzada contra la memoria de los vencidos resulta escandalosa. Pero cumple su objetivo: impone el concepto de que existe una guerra de esquelas . Dos bandos.
Para Alfonso Pinilla no resulta sorprendente que "ante la memoria de los vencidos resurja la de los vencedores". En realidad la memoria de los vencedores nunca ha dejado de estar ahí y de hecho es la memoria predominante en nuestro país, un país cuajado de lugares de memoria franquistas y que, para colmo, tiene que sobrellevar a una Iglesia que, pasada la transición, no ha dejado de recordar año a año a sus mártires. En España hay lugar, mucho lugar, para la memoria de los vencedores pero muy poco para la memoria de los vencidos. Y respecto a la conocida máxima de Orwell que se cita resulta evidente que está fuera de sitio. El pasado aquí todavía tiene dueño y el problema es precisamente que hay quienes, controle quien controle el presente, no están dispuestos a perderlo. Quizás lo que perturbe a la poderosa derecha española es el horror vivido que transmite la memoria histórica de las víctimas del fascismo. La derecha preferiría el silencio absoluto sobre el pasado, silencio al que llama "espíritu de la transición".
Nosotros, los historiadores, que sabemos que casi todo lo que queda en los archivos es memoria de los vencedores, tenemos el deber de recoger con especial cuidado la memoria de los vencidos, de los nadie, cuya voz no suele aparecer en la historia. Los tiempos en que la Academia controlaba la Historia ya han acabado. Ahora la cosa se ha complicado un poco y para investigar la historia del golpe militar, de la guerra y del fascismo no basta con acudir al archivo, sino que, mientras podamos, hay que recoger la memoria viva del fascismo de labios de quienes lo padecieron. Es necesario insistir en que, aunque la base sean los documentos, hay hechos, aspectos y matices del pasado a los que sólo podemos acceder por la Memoria, especialmente cuando lo que nos ha llegado de los vencidos ha sido filtrado por los vencedores. Lo que hemos aprendido, después de tantos años, los investigadores de nuestro pasado reciente es que la Historia y la Memoria se necesitan mutuamente y se complementan.
En última instancia, el problema no es entre Historia y Memoria sino entre Historia y Propaganda. Pero en esta lucha, al menos hasta el momento y salvo honrosas excepciones, la Academia se mantiene al margen.
(Mano en la cueva del Castillo, Cantabria)
11 comentarios:
Para completar deberías haber cotejado el artículo tremendo de Muñoz Molina, creo que en abril de este año que se nos va, en el diario El País, sobre el mismo asunto. Traigo a la memoria a Ronald Fraser, "Recuérdalo tú y recuerdalo a otros", sobre una crónica memorialista. En los últimos años ha estado de moda la cosa de la autobiografía, en las facultades de filología. Creo que esa ciencia tiene mucho, o todo, que decir. La historia no es más que el apalancamiento de los poderes del presente y mantenimiento de los pasados. Por eso los revisionismos, que no se dan en otras ciencias de verdad. Se corrige, pero no se revisa, como ocurre con la historia.Y eso se hace al albur de las "infecciones" mentales llamadas ideologías, y otras hemiplejías, etc.
Si la Historia es ciencia, la Historia no es memoria. Ni es Historia las historietas de los vencidos ni es Historia las historietas de los vencedores. La actual dicotomía entre “vencidos” y “vencedores” ya es de por sí una actual vergüenza para todos de estos intelectuales analfabetos relativos nuestros.
En tanto cualquier memoria es subjetiva puede ser una completa mentira. La Historia no es subjetividad, sino objetividad, documentos. Es mentira que “casi todo lo que queda en los archivos es de los vencedores”... Pero aunque así fuera, la Historia la escriben ciertamente los vencedores... Y si esta puede ser mentira...¡Cuánto más no habría de ser pura mentira la historia de los vencidos!...Lo que más se presta a la mentira y a la manipulación ideológica es precisamente eso de los “hechos, aspectos y matices del pasado a los que sólo podemos acceder por la Memoria... Eso señores es pura arbitrariedad.
Dudo yo mucho que junto con la “memoria” subjetiva no se cuelen de soslayo los prejuicios e ideologías partidistas del memorizador en cuestión (precisamente el “padecer”, la pasión, es lo que más alejado está de una mínima objetividad científica). Así por ejemplo se llama “fascista” al franquismo, con lo que vemos lo muy duchos que son estos intelectuales de “izquierdas” nuestros al englobar a cualquier derecha en el “fascismo”. ¡Ni tan siquiera eso saben distinguir empujados por su excelsa ideología ya muerta y obsoleta! Eso es pura propaganda peyorativa también.
Se nos dice: “En última instancia, el problema no es entre Historia y Memoria sino entre Historia y Propaganda. Pero en esta lucha..., etc. Pero no es entre “historia y propaganda”, sino entre propaganda y propaganda, ¡vaya la una por la otra!, pues nada que digan los que se dicen “vencidos” es creíble para la ecuanimidad, pues que el fruto de aquella victoria actualmente estos desvergonzados también lo gozan sin pudor alguno dados sus sueldazos en el Mercado pletórico.
Detrás de un muerto sólo queda un cadáver... Es en el presente donde hay que bucear para ver las pretensiones de unos y otros. Y la pretensión de la llamada “memoria histórica” no es hacer Historia, sino identificar a cualquier derecha (el PP) con el franquismo, y a este con el fascismo, para así desvincularlo de la vida española y establecer la dictablanda eterna de la poltrona parlamentaria por únicamente el PSOE: Moros, capital neoliberal asociados a ellos y ausencia de oposición parlamentaria es lo que buscan estos “amantes del pasado”. ¡Que los muertos entierren a sus muertos!
Si la Historia es ciencia, la Historia no es memoria. Ni es Historia las historietas de los vencidos ni es Historia las historietas de los vencedores. La actual dicotomía entre “vencidos” y “vencedores” ya es de por sí una actual vergüenza para todos de estos intelectuales analfabetos relativos nuestros.
En tanto cualquier memoria es subjetiva puede ser una completa mentira. La Historia no es subjetividad, sino objetividad, documentos. Es mentira que “casi todo lo que queda en los archivos es de los vencedores”... Pero aunque así fuera, la Historia la escriben ciertamente los vencedores... Y si esta puede ser mentira...¡Cuánto más no habría de ser pura mentira la historia de los vencidos!...Lo que más se presta a la mentira y a la manipulación ideológica es precisamente eso de los “hechos, aspectos y matices del pasado a los que sólo podemos acceder por la Memoria... Eso señores es pura arbitrariedad.
Dudo yo mucho que junto con la “memoria” subjetiva no se cuelen de soslayo los prejuicios e ideologías partidistas del memorizador en cuestión (precisamente el “padecer”, la pasión, es lo que más alejado está de una mínima objetividad científica). Así por ejemplo se llama “fascista” al franquismo, con lo que vemos lo muy duchos que son estos intelectuales de “izquierdas” nuestros al englobar a cualquier derecha en el “fascismo”. ¡Ni tan siquiera eso saben distinguir empujados por su excelsa ideología ya muerta y obsoleta! Eso es pura propaganda peyorativa también.
Se nos dice: “En última instancia, el problema no es entre Historia y Memoria sino entre Historia y Propaganda. Pero en esta lucha..., etc. Pero no es entre “historia y propaganda”, sino entre propaganda y propaganda, ¡vaya la una por la otra!, pues nada que digan los que se dicen “vencidos” es creíble para la ecuanimidad, pues que el fruto de aquella victoria actualmente estos desvergonzados también lo gozan sin pudor alguno dados sus sueldazos en el Mercado pletórico.
Detrás de un muerto sólo queda un cadáver... Es en el presente donde hay que bucear para ver las pretensiones de unos y otros. Y la pretensión de la llamada “memoria histórica” no es hacer Historia, sino identificar a cualquier derecha (el PP) con el franquismo, y a este con el fascismo, para así desvincularlo de la vida española y establecer la dictablanda eterna de la poltrona parlamentaria por únicamente el PSOE: Moros, capital neoliberal asociados a ellos y ausencia de oposición parlamentaria es lo que buscan estos “amantes del pasado”. ¡Que los muertos entierren a sus muertos!
El pasado mes de noviembre asistí al Congreso Internacional de la Guerra Civil española que organizó el Ministerio de Cultura a través de la UNED en Madrid con motivo del setenta aniversario del conflicto. Cuando uno acude a tan esperada congregación de especialistas lo que imagina encontrar es una síntesis de los avances más significativos en la historiografía de los últimos años, siendo uno de los principales el referente a la represión a través de los recientes trabajos monográficos amén de otros asuntos.
La organización de las jornadas se podría estructurar en dos partes diferenciadas: las ponencias de historiadores consagrados que estaban invitados y que con frecuencia contenían pura retórica, y la de los comunicantes que habían enviado sus trabajos y que fueron seleccionados entre muchos otros. Entre los segundos no sólo había profesionales de la materia sino también economistas, periodistas o licenciados en otras carreras que directa o indirectamente han estudiado algún tema que toca la guerra civil española. Lo más interesante y enriquecedor fue la segunda parte del congreso.
Esto que cuento viene a colación porque el espíritu ideológico de algunos académicos como el que lo coordinaba, Santos Juliá, Trapiello o Uncelay Da-Cal quienes además de parecer erigirse como autoridades morales por encima de los demás se autoadjudicaban la verdad absoluta de lo sucedido en la guerra civil. Estas personas encaminaban sus discursos en la misma línea ideológica que el artículo del profesor Pinilla, lo que demuestra que parte del sector oficial de la Academia no se muestra indiferente al fenómeno de la Memoria Histórica sino que la combate y lo sitúa fuera de lo que consideran Historia.
Yo no podría estar más de acuerdo con el artículo de Espinosa si bien me atrevería a hacer más inciso en uno de los factores que este fenómeno social de la Memoria viene a trastocar evidenciando sus carencias y que no es otro que el de la Transición. Periodo político que hasta hace unos años no se cuestionaba por considerarse impecable en su gestión y que ahora parece no ser tan ideal. Si como cada vez más historiadores osan a calificar la represión franquista como de Genocidio a la luz de los nuevos estudios que cuantifican las cifras de víctimas (Amnistía Internacional califica los hechos como crímenes contra la Humanidad), tendremos que estar dispuestos a aceptar de qué tipo de Régimen ha surgido la Transición y qué clase de derecha sigue sin condenar aquella dictadura.
Aseveraba Trapiello en su intervención en la Ciudad Universitaria que tras lo que denominamos Memoria Histórica se esconde un sector social a quien mueve el rencor y la frustración de intentar ganar la guerra civil perdió en 1939. Él se preguntaba qué motivos hay actualmente para no haber reivindicado esta Memoria en 1978. La simple interrogante supone en mi opinión un insulto a la inteligencia. Huelga echar la vista atrás para cerciorarse de cómo estaba el estado de ánimo de los militares y la disponibilidad que había para acceder a cualquier tipo de archivo en esos años.
Con todo hay numerosos historiadores que no reniegan de la validez y lo positivo de la Memoria Histórica, que han realizado estudios tremendamente válidos y que ya son una referencia historiográfica: Preston, Espinosa, Reig Tapia. Conxita Mir o Mirta Núñez son el botón de muestra. Esperemos que cunda el ejemplo o que al menos los académicos que no están por la labor de aceptar esta corriente no la torpedeen.
Un saludo y buen primer día de 2007,
Jordi Pedrosa
La memoria es a la historia como el tocino es a la velocidad.
Eres una luz esclarecedora, Jordi. Que tengas feliz año.
Quien no cree que la memoria sea historia es quien cree que sólo forman parte de la historia los documentos que genera el poder. Existe una inmensa experiencia de historia oral muy rigurosa.
Yo creo casi todo lo contrario:
la memoria forma parte de la historia, y sólo a veces la historia (tal y como algunos la entienden) forma parte de la memoria.
josemarialama
Estimado José María:
No puedo estar más de acuerdo con usted en cuanto a su apreciación sobre la historia oral, sobretodo la recogida de la gente sencilla. ¿Cómo, sino, sabríamos si los niños hace 70 -y menos- años iban a la escuela o a trabajar, si una familia podía adquirir suficiente leche, carne (!), garbanzos o pan para alimentarse? ¿O a qué hora se levantaban para ir a "coger" al olivar? ¿Si iban en coche o autobús o a pie, a veces andando varios kilómetros, todo por unas pocas pesetas? ¿O si todos los trabajadores de una finca estaban -incluso muchos años después de la guerra- asegurados? ¿Cuántos libros de historia incluyen tablas salariales de jornaleros, obreros, empleados, etc.?
Saludos cordiales
PARA EVA:
Mire, todo eso lo estudian disciplinas claras, como la antropología, la etnología, la sociología, incluso la medicina y etc. No pretenda hacer de la historia un saber global, que es lo que faltaba para jorobarlo todo, y aburrirlo, amuermándolo.
Ay, anónimo, no quieras dar lecciones a nadie y pasar por sabelotodo, que tú si que llegas a aburrirme.
Si has llegado alguna vez a leer un solo libro de historia, sabrás de sobra que no existe una única disciplina de esta materia, sino que hay historia económica, historia social, historia política, etc. y hasta historia novelada y pura propaganda.
De estas y otras disciplinas afines que no menciono, las dos últimas de arriba son las que siempre se han vendido mejor, sobretodo en España, la "historia novelada", por su carácter fantástico y de cuento de buenos y de malos, la propaganda por razones similares, pero también porque es lo que le ha interesado leer a un grupo concreto de personas, silenciando hechos y nombres que no convenía oir para sus intereses, inventándose otros y, de paso, haciéndole creer el cuento al resto.
Claro que la historia económica es más "aburrida" que la otra. Y la social, según que temas toque, pues también, y hasta puede convertirse en incómoda... para algunos, que harán, como siempre, todo lo posible para que no salgan a la luz y de los cuales no se hable demasiado.
O sea, que es ¡¡¡verdad!!!
¡¡¡TODO ES HISTORIA!!!
Pues a fe que vivía yo fuera de ella, en el limbo, lejos del totalitarismo histórico, que siempre creí que era manía del los decimonónicos.
Y me atengo sólo a lo que planteé. No si molesta o no, etc. Siempre creo que los estudios de lo humano, sea cual fuere su enfoque y materia de conocimiento, estudio o reflexión, era para hacer más felices a los hombres, no para molestar a nadie.
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