sábado, 23 de enero de 2010

Dulce Libertad



A principios del año pasado me llamó Enrique Villareal, alias "El Drogas", cantante del grupo de rock Barricada. No había hablado con él en la vida, pero estuvimos una hora al teléfono. Me contó su enganche con los temas de la memoria histórica a partir de la lectura de La voz dormida de Dulce Chacón. "Llevo leídos más de cincuenta libros de historia de la guerra desde entonces, entre ellos el tuyo", me dijo y me pidió que escribiera un texto sobre Dulce y su relación con la memoria histórica para un próximo disco que iban a publicar. Después de varios avatares, a los que no ha sido ajena mi colaboración, el disco salió en noviembre pasado con el título "La tierra está sorda". Además de un disco con 17 canciones, es un libro de 175 páginas con artículos de varios historiadores, entre los que están Julián Casanova, Javier Rodrigo, Emilio Majuelo o Francisco Espinosa. Mi texto se titula "Dulce Libertad":

La memoria histórica, que atañe al pasado de todos, provoca paradójicas experiencias personales. En pocas ocasiones lo colectivo y lo individual están tan relacionados, y sólo excepcionalmente la historia adquiere más carnalidad, más coetaneidad, que con la guerra civil española de 1936. No creo haber sido el único en sufrir un golpe emocional cuando descubrí la inmensa barbarie de esos años, cuando me percaté del destrozo causado, en mi consciencia de esos hechos, por tanta manipulación franquista y tanta equidistancia posfranquista.

Algo así le ocurrió a Dulce Chacón. También para ella desvelar el pasado supuso una peripecia personal. Venía del lado de los vencedores. Su familia ­—no es infrecuente entre quienes nos hemos empeñado en la recuperación de la memoria— era de derechas. Su madre era la hija del conde de Osilo, un aristócrata de Almendralejo; su padre fue alcalde de Zafra y procurador en las Cortes de Franco en los años sesenta, y su tío, Federico Chacón, un capitán de la guardia civil involucrado en la represión del maquis extremeño. Antonio Chacón, a quien se recuerda como un buen alcalde, murió de una dolencia cardíaca a los cuarenta y cinco años de edad. Por entonces, Dulce era una niña que jugaba por las calles de Zafra ajena a que veintitantos años antes en esas mismas calles otros habían llorado por el asesinato, debido a sus ideas políticas, de casi doscientas personas. Lustros después, cuando ella supo por fin lo que había ocurrido, toda su experiencia vital —los recuerdos, la familia, los valores— dio la vuelta sobre sí y logró ver al otro lado del espejo.

El encontronazo de Dulce con la verdad colectiva, su peripecia personal por culpa de la historia, tuvo un episodio capital, el punto exacto donde esa parte de su vida relacionada con Zafra giró sobre sí misma: conocer a Libertad González, hija de José González Barrero, buen alcalde republicano de Zafra, asesinado —también a los cuarenta y cinco años de edad— por un grupo de falangistas en 1939 en el campo de concentración de Castuera. Tuve el privilegio de propiciar ese primer encuentro entre Dulce y Libertad. Consciente de su trascendencia, Dulce hizo hueco en La voz dormida para introducir, como dos personajes más, a Libertad y a su padre, el otro alcalde de Zafra:

Don José. Se llamaba don José. Llevaba a su mujer del brazo, y un sombrero panamá. Atardecía. Don José iba con un traje de lino, y con su esposa del brazo. Tenían una hija que se llamaba Libertad.

Sólo convivieron unos años. Cada vez que se encontraban, se miraban a los ojos como quien contempla otra posibilidad de la vida. Quizá, en algún momento, a Dulce le hubiera gustado cambiar su papel por el de Libertad. Que su padre hubiese sido alcalde de Zafra, sí, pero de izquierdas. Que, ya que había de morir joven, lo hubiera hecho por sus ideas. Que sus familiares no hubieran sido vencedores sino vencidos… Quizá, en algún momento de ese juego de espejos, a Dulce le hubiera gustado ser Libertad. No sé. Nadie es dueño de su destino, construimos el nuestro a partir de circunstancias que nos son ajenas, aunque a veces la vida accede a enseñarnos alguno de sus mecanismos. Era una mujer con un inmenso cariño a su familia. Por eso, el deseo de ser Dulce Libertad le duraría, si acaso, sólo un instante, hasta que —escrutando además el vientre oscuro de la bestia que es la memoria— reparara en uno de esos engranajes ocultos: las coincidencias entre sus padres, tan lejanos. La coincidencia de Zafra, de la guerra, de la alcaldía, de la bondad, de la muerte a los cuarenta y cinco años de edad, y de esa extraña habilidad para dar nombre a las hijas.




7 comentarios:

Pesar dijo...

No me gusta el rock por lo que no sigo a este grupo, ni a ningún otro de los que se dedican al mismo. Ayer vi a Barricada en la tele cantando una canción, supongo que del álbum que comentas, ante la tumba de las Treces Rosas. Me sorprendió sobremanera que músicos de su estilo rindieran homenaje a estas pobres muchachitas, me sorprendió mucho. Tu artículo ha sido muy oportuno para enterarme del porqué. Saludos.

Encarna rabanal dijo...

Yo también he descubierto la Memoria Histórica cuando nos han dejado.No tengo antecedentes familiares ni mi marido,Paco, tampoco pero a medida que la hemos ido descubriendo, más nos convencíamos que es un cuestión de justicia y de reparación para esos familiares, de los que cada vez quedan menos desgraciadamente y otros se han muerto con la pena de no poder enterrar a sus familiares dignamente,por eso siempre que podemos nos gusta colaborar y particiapr en todos los actos que se organizan.
Nuestra Libertad ha tenido también mucho que ver desde que la conocí porque la invitamos a una mesa redonda sobre "La Memoria Histórica de las mujeres en la Comarca de Lácara"

Los viajes que no hice dijo...

Qué bello texto.

garciguti dijo...

Tu artículo es conmovedor. Nos toca en ese punto esencial de la sensibilidad y la inteligencia en el que, por un instante, coinciden y se identifican los contrarios. Es un punto crucial, como lo es el cruce feliz que haces entre los nombres de esas dos mujeres que son Dulce Ch. y Libertad G.
Cuando este entrecruzamiento se haga norma común entre españoles (de uno y otro sexo, de uno y otro lado) habremos alcanzado ese lugar común donde vencedores y vencidos se fundirán, por fin, en un abrazo fraternal. Desgraciadamente, tal punto es todavía 'utópico'.Mientras existan intereses empeñados en atizar la discordia.
Mientras NO se hagan esfuerzos mancomunados por ambas partes (vencedores y vencidos, o mejor, sus descendencias respectivas) con el propósito de condenar aquella locura y los rencores que suscitó por ambas partes. Víctimas inocentes, sí; por ambos lados. Una sola víctima definitiva: el pueblo español.

Anónimo dijo...

Después de leer o escuchar esto, se impone una reflexión sobre estos músicos estigmatizados en nuestro juicio de "normales" y de opinión facil. Aún quedan bastiones. Gracias Barricada

Anónimo dijo...

pero que atrevida y manipuladora es el personal: que a lo mejor a Dulce Chacon le hubiera gustado ser libertad, ... o a lo mejor no. Seguramente no. Dejemos a la historia tal y como es y no la maquillenos entre todos

Anónimo dijo...

Pero si Dulde veil is en el barrio de la Concepcion. Trabajaba con in dentists y luego in novio le puso una tienda de modas, en shopping center que fue una ruina. Amigos Argentinos le corregian lo que escribia y luego estivation con Juan Cruz que empezo a ponerla de moda.