sábado, 27 de diciembre de 2008

El látigo y la pluma


Conozco al periodista Fernando Olmeda desde mediados de los años ochenta. Yo vivía en la calle del Príncipe, en Madrid, en el mismo bloque de apartamentos que la también periodista Tachi Castañón, su novia. Cuando Tachi murió en un desgraciado accidente mis encuentros con Fernando se espaciaron, aunque siempre supe de él por amigos comunes como Paco Utrero y Manolo Barrena. A principios de siglo empezó a presentar la edición dominical del fin de semana de Informativos Telecinco y escribió un libro sobre los homosexuales y el franquismo al que siguió una biografía: Gerda Taro, fotógrafa de guerra, sobre la compañera de Robert Capa. Ahora espera la publicación de un nuevo libro, cuya temática no ha concretado, y mantiene su blog, que visito con frecuencia.


Hace tres días me regalaron su libro El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco (Oberon, Madrid, 2004). Me lo envió con un propio Benito Morales, dueño —junto a su marido, Rudy Koster— de uno de los mejores restaurantes de Extremadura, La Rebotica, en Zafra. Y —ventajas de convaleciente— ya me lo he leído.


Es una historia de historias, de breves relatos acerca de las vivencias de homosexuales enlazados entre sí sobre el escenario de los últimos setenta años. El libro tiene más de testimonio, de reivindicación y compromiso que de ensayo sesudo. Es una propuesta de divulgación firmada por un periodista que escribe con fluidez y que logra un texto solvente, una crónica de homosexuales y homófobos, de libertad sexual y represión, de identidades y embozos. Aunque las historias se ordenan con un cierto criterio cronológico —desde 1939 hasta comienzos del siglo XXI—, la obra no tiene en principio intenciones sistemáticas. Pero como la mayoría de sus protagonistas son —salvo alguna celebridad como Miguel de Molina— personas anónimas que esconden, incluso, sus apellidos tras apodos o nombres supuestos, la despersonalización acaba elevando cada caso al rango de categoría. El libro, así, se yergue por encima de las anécdotas y se convierte en un completo estudio sobre la lucha de los homosexuales por su identidad. Y es que, como reza la cita de Josep Carner con que se abre el texto, “la verdad puede estar rota en mil pedazos, pero es una”.

2 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

Hay un libro genial de un filósofo, de Didier Eribon, que se llama Reflexiones sobre la cuestión gay. Es un ensayo lingüístico, sociológico, histórico...
Siempre es el hetero el que opina cómo el gay debería ser (como han sido los hombres los que han opinado de cómo deben ser las mujeres y así estamos algunas, que no sabemos qué somos). El gay, además, no es gay hasta que se dice. Hasta que ejerce el acto de decir. Por eso es tan importante el lenguaje. Porque el lenguaje, ya lo sabemos -y si no lo sabíamos hay una cita maravillosa de Toni Morrison que nos lo recuerda- ejerce violencia.

Ahí podrían haber contado la historia de un amigo mío muy querido, catalán, setenta y un años, que se largó a Nicaragua para que no lo encarcelaran y al que terminaron juzgando. Pero es algo de lo que él tampoco habla...

Qué de vidas perdidas. Antes y ahora. Qué rabia.

Anónimo dijo...

La verdad rota.

Una nueva cita citada por Vila-Matas, ésta de Walter Benjamin: "Nadie disfruta tanto de la vida como el convaleciente".

Puedes leer.

Y un abrazo para Fernando.