miércoles, 21 de noviembre de 2007

La mina y la plaza de Almadén

Nunca había bajado a una mina y tampoco había dormido en el recinto de una plaza de toros. Las dos experiencias las tuve ayer en Almadén (Ciudad Real). Sólo había estado aquí hace veintitantos años, dando un curso de promoción de Universidades Populares cuando aún éste era el pueblo minero por antonomasia.

Lejano ya el esplendor de la mina, las instituciones y la población se empeñan en abrir otras fuentes de riqueza. He vuelto para ver las distintas actuaciones museísticas en torno al denominado Parque Minero de Almadén que se inaugurará a comienzos del año próximo. El Centro de Interpretación de la Minería, el Museo del Mercurio, la Cárcel de Forzados, el Museo del Hospital de Mineros, el Colegio de Hijos de Obreros, el Centro de Visitantes… forman un conjunto que se completa con la bajada al primer nivel de la antigua mina de mercurio, a cincuenta metros bajo suelo, donde se recrean algunas de las durísimas condiciones de trabajo de los mineros.

Abajo hay un goteo incesante de agua de lluvia filtrada. Escucho las explicaciones de Juan Altieri y de Bea García ―dos de los museólogos y técnicos que más talento han dejado en estos espacios―, y se me vienen a la cabeza otros lugares de España ―hay muchos― donde el trabajo no sólo provocó sudor, sino también sangre; sitios que contribuyeron a crear riqueza a través del trabajo forzado de quienes pagaron así su “desviación” ideológica o social: el antiguo campo de trabajo de Los Merinales, en Sevilla, donde estuve hace un par de semanas, o la mina de wolframio de Fontao, en Galicia, que visitaré a comienzos del mes que viene. En esos sitios se escenificó el tortuoso tránsito entre los esclavos y los asalariados.

Por la noche duermo en un hotel edificado sobre las antiguas casas de mineros que formaban la exagonal plaza de toros de Almadén. Afuera sigue la lluvia y, entre sueños, se me hace estar aún abajo, junto a la riqueza antigua y la indignidad.
A Diego Espinosa, en devolución de un presagio

2 comentarios:

Anónimo dijo...

José María, me has dado -una vez más- una alegria. En este caso sobre tu comentario sobre tu visita a Almaden, por varias razones, que te las comento, para tu mayor conocimiento.

Almaden es una de las pocas localidades que tiene un biblioteca -bueno mejor dos- histórica impresionante, entre cuyas obras se encuentra la biblioteca profesional del Dr. Pedro Vallina, una maravilla de libros en frances, ingles y aleman que lograron salvarse de la hoguera, no así sus libros de caracter ideólogico y que recorrieron muchos lugares de exilio de este mágnifico médico, aún recordado tanto en Almaden como en la comarca de la Sibería extremeña (Siruela, Peñalsordo, etc..)

La otra alegría que me das es en lo relativo a que hayan tenido en cuenta -en el museo de la mina- a los presos politicos del franquismo que estuvieron como esclavos -trabajos forzados- trabajando allí, algo que hace solo unos años parecía ser ignorado por muchos habitantes de esa localidad.

Un abrazo.

Cecilio

diegoe dijo...

Compa�ero Jos� Mar�a ���

... abajo un goteo incesante de lluvia filtrada.... que bien lo has descrito, as� aconteci� la primera vez que baje a la mina de Almaden hace ya a�o y medio. Desde entonces el parque minero y este pueblo no ha dejado de darme buenas e impactantes emociones.
Lo recomiendo a quien no lo conozca.
Fuerte abrazo