domingo, 17 de junio de 2007

De toros



A Luciano Feria

De toros sé poco, y mi afición no va más allá de asistir ocasionalmente a algún espectáculo, ver un programa televisivo especializado o leer con placer las buenas muestras de ese peculiar subgénero literario que es la crónica taurina. Sólo soy un aficionado de tres al cuarto. Pero, como ocurre con buena parte de los nacidos por estas tierras, siento una notable atracción por el mundo de los toros. Y esa atracción se ancla en mis vivencias de infancia y familiares. Soy nieto de Luis Hernández, y eso, además de otras consideraciones sobre la bondad de mi ascendencia que no vienen al caso, le sitúa a uno en un lugar muy concreto del plano de Zafra. Mi abuelo —por cierto, familia de Ángel Navas, Gallito de Zafra— regentó —y después mi tío Enrique— esa esquina de la antigua Glorieta que se ofrece al coso taurino. En el Bar Hernández paraban, y lo siguen haciendo, quienes tomaban un café o una copa antes de entrar en la plaza. Ese bar bulle antes de que bulla la plaza y sólo cuando se desinfla de humo y gente puede decirse que en el albero ha empezado la corrida.

Ese fue también el barrio donde nací. Mi infancia discurrió por los alrededores del piricuto y de la plaza de toros. A más de un maletilla he atendido con pan o unas viandas descuidadas de casa, cuando, cercana la feria, comenzaban a deambular a la espera del día en que habrían de saltar al ruedo. Las pintas desastradas de esos jovenzuelos con gorra sobre los ojos y hatillo en los hombros, y su indomable deseo de triunfo frente a las astas, me asombraron desde chiquinino. No comprendía la desproporción entre su esfuerzo y la escasa recompensa de unos pocos segundos muleteando en la cara del toro, perseguido por los subalternos. Cuando salían camino del calabozo, entre tricornios, nos miraban con una extraña expresión de alegría en el rostro. Sabían que su triunfo nunca podía ir más allá. Cifraban su suerte en dos muletazos y en que alguno de ellos hubiera logrado atinar en el centro del ánimo de los apoderados o entendidos que fumaban habanos tras los burladeros.

Mi infancia la hice, pues, en la plaza de toros de Zafra. Asistir desde los balcones de mi abuela a la llegada de la banda de música, a la bajada de los toreros de esos coches inmensos o a la “salida de la plaza” al final del festejo son mis primeros recuerdos relacionados con los toros. Pero en la familia siempre hubo también otra referencia netamente taurina. Más allá de estos condicionantes espaciales, de esos maletillas o de la afición de algunos de mis allegados, desde chico supe de la fiesta por su cara más trágica. Un tío de mi madre había sido novillero con el nombre de Juanito Jiménez y en casa estaba presente la historia de su jovencísima muerte en la plaza de toros de Valencia, el 3 de agosto de 1934, a cuernos de Hormigón, un toro de Concha y Sierra. En mi imaginación de crío me figuraba a ese Juanito Jiménez como un héroe trágico. Mi hermano Miguel Ángel y yo guardábamos sus estampas como si de un santo mártir se tratara, alguien que había alcanzado la notoriedad en el mismo momento de la muerte. Y de nuevo, con su recuerdo, me poseía una de las muchas sensaciones paradójicas que aún sigue generando en mí todo lo relacionado con los toros: la tragedia del toro y del torero, ese extraño ejercicio de triunfo de la vida en plena muerte o a riesgo de ella.

Pero mi interés por el mundo de los toros no obedece a una atracción meramente irracional o instintiva. Ha habido también un acercamiento intelectual y que atañe a mi oficio de historiador y de escritor. En 1988 escribí un breve Prólogo al libro de Manolo Lucia Historia de un coso taurino, obra en la que se relataba la historia de la Plaza de Toros de Zafra. Y en 1999 publiqué en la revista Tercio de Quites, de la peña de este nombre, un artículo titulado "El enigma del cartel" con el que pretendía corregir un error sobre el pasado de la plaza.

Toda plaza de toros es un espacio simbólico en el que se reproduce un enfrentamiento antiguo entre lo animal y lo humano, que ha generado un complejísimo ritual de ejercicios donde intervienen objetos, personajes y normas. De todo ese cosmos hay un aspecto que me interesa poderosamente: el léxico. Algunos vocablos taurinos son casi figuras literarias: lunanco, mohíno, castoreño, badeanudo, arenero, astisucio, volapié, rabicano, monosabio, chicuelina... Sólo las artes antiguas atesoran esa riqueza léxica.

Ahí, en la palabra se cierra mi tríada de afectos hacia la tauromaquia que completan los recuerdos de mi propia infancia y la historia.

Sé poco de toros, pero hay bellezas y placeres vinculados a esta fiesta que yo también comparto y que —más allá de poesía o de historia— sólo se pueden apreciar asistiendo a una faena. El poeta Carlos Marzal prefiere entre todas ellas una: la quietud de un torero frente a las astas, la belleza del sosiego de quien se juega la vida frente al torbellino de músculos de un toro. Sea.

(Este texto corresponde, en parte, al pregón que leí en la peña taurina "Tercio de Quites" de Zafra, en septiembre de 2005. La magnífica pieza de piano que suena en el video es Orobroy, de David Dorentes, que sirve de homenaje a uno de los mejores programas de televisión sobre los toros, "Toros para todos", de Canal Sur Televisión ―los domingos, a la 13.30 horas; dentro de un momento)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Josemaria, amigo ¿Por qué escribes de toros hoy, precisamente hoy? ¿Es debido a la aparición - mejor reaparición- de José Tomás en la Monumental de Barcelona? ¿Tú también participas de ese misterio del "tomasismo" que llenó la plaza de toros de Barcelona, casi siempre a media entrada de turistas, ocupada para esta ocasión por lo más granado del mundo del toreo, el famoseo, el artisteo y los buenos aficionados (ejemplos: Curro Romero, Cayetana de Alba, Vitorino, Domecq, Serrat, Sabina, Viladecans, Albert Boadella, por no seguir con más famosos entrevistados? El cartel estaba firmado por Miquel Barceló.
Yo suelo ir poco a la de Barcelona y sí lo hago más en Sevilla. Cuando me quise espabilar no había entradas y la reventa por la estratosfera.
Barcelona, como tú sabes, se declaró hace unos años ciudad "antitaurina" forzado el ayuntamiento por Esquerra Republicana. Quiere eso decir que en cada corrida hay manifestación antitaurina. Item más: todas las corridas son grabadas por TV3, pero jamás verás un segundo taurino en su programación informativa. Ayer sí, al menos en el canal 34 (TV3 noticias)
Y todo esto mientras perdíamos la ligas y se la regalábamos al merenguismo.
La prensa de hoy catalana pone instantáneas de José Tomás y el bueno de Cayetano Rivera en las portadas y, en segundo plano al Gaucho Ronaldinho y su derrota.
¡Qué ciudad tan rara es Barcelona para algunas cosas! Un madrileño ocupando la gloria de portada por encima de un derrotado nuestro, del país, cuando sabemos que nuestras grandezas siempre parten de una derrota.Esta vez contra quién.
No sé cuantos burros "ruc" de pedigrí catalanes se habrán vendido para exorcizar el toro, el de José Tomás y el de Osborne que, para más inri, Raul y Casilla se ceñían a lo torero en su paseillo futbolero y triunfal. Serrat hablaba de la presencia de la ausencia, del arte quieto...Cuentas las crónicas que el diestro Tomás ligó naturales de frente, rematados con manoletinas de belleza acusada que hacían que las embestidas del toro fueran suaves, casi ingrávidas...
Un analfabeto pidió "música" y un espectador irritado le espetó-
-Imbécil¡ Estás oyendo una sinfonía. Cállate¡
Será por aquello de la música callado del toreo...
Y tú, amigo Josemaría escribes de toros hoy, que hemos regalado la liga a los merengues y, además, un madrileño ha triunfado en la Monumental.
No creo en las casualidades. Me merezco una explicación
Honorio

josemarialama dijo...

Honorio, llevaba todo el día dándole vuelta a lo de José Tomás. No es casualidad, es coincidencia. Por cierto, dicen que si José Tomás vuelve, el más perjudicado va a ser nuestro Alejandro Talavante, su émulo. ¿Tú que crees?

Anónimo dijo...

Querido amigo Josemaría. Vi a Talavante hace unos días; un poco antes de lo del domingo. Y ¿sabes quién me recomendó que lo viera? Mi amigo Manolo Martínez Mediero que, entre correcciones y ensayos de su "Lisístrata" del Festival Clásico de Mérida, todavía tiene tiempo de seguir al diestro extremeño.
No sé tanto de toros como para contestarte si José Tomás perjudicará a Talavante. Según Sanuy no dejará espacio estelar para nadie; ni siquiera para el Paquirri-Rivera, ese "que se llama Cayetano y es de Ronda"
Sabes mejor que yo que no hay guerrero sin poeta; no hay triunfo sin la oda pertinente. Talavante, creo, no ha tenido todavía a un exquisito y culto como, por ejemplo, Portabella, que diga en un micrófono público que las verónicas desmayadas de José Tomás son homéricas(???) Aquí tenéis los poetas un poema, aquí tenéis los creadores un tema. ¿Te imaginas a Pablo Guerrero cantando a Talavante, a José María Lama analizando la genealogía social del muchacho, a Fernández de Molina creando el cartel de la Fería de San Juan de Badajoz, a Luciano, Elías Moro o a Ángel Campos inmortalizando el "suceso Alejandro Talavante" De momento no hay suceso; hay esperanzas.
Luego, al día siguiente, discutiremos si con ello reforzamos la España casposa, si recuperamos el " de toros o fútbol" de las barbarías como bálsamo de la política navajera, si con Talavante queremos reforzar a Extremadura por, sobre,tras España, si tenemos el complejo orteguiano, si...
Tu explicación-pregunta ha sido corta; la mía excesiva y confusa.
Estoy cansado. Me voy a la sauna
Honorio.

Anónimo dijo...

Parece mentira, Kameraden, que alguien tan sensible como Vd., tan defensor de valores eternos como la vida y el respeto, pueda mostrar gusto algo tan atávico y tan cutre como son las corridas de toros. No me entra en la cabeza. Debe haber sido un lapsus pasajero que lo haya enajenado, porque de otra manera es completamente incomprensible, una contradicción insuperable.
No olvide que LA TORTURA, NI ES ARTE NI ES CULTURA.

Anónimo dijo...

Resulta que todavía hay eco en los periódicos (ver columna de Manuel Rivas en "El País" de hoy mismo) de la actuación de Tomás en Barcelona. Parece que en Cataluña la afición es mucho más numerosa y entusiasta de lo que comúnmente se cree, y eso que mucha gente por lo visto se quedó sin ir...

Cabe preguntarse si esa "explosión" del otro día -me comentan incluso que fue "apoteósica"- se expandería a niveles incontrolables si tales eventos tuvieran lugar en esa ciudad con más frecuencia.

Tras un intercambio de impresiones por teléfono con otras personas que -como yo misma- no nos consideramos "taurinas", dejo aquí uno de los comentarios que he escuchado de una de ellas y que da que pensar sobre ciertas actitudes de no pocos anti-taurinos y los límites de su propia intolerancia:

"¿Cómo se puede estar en contra de matar animales y a favor de pegarle a las personas?"

Saludos cordiales

Anónimo dijo...

Muchas gracias, José Mari, por la dedicatoria y tu artículo, tan hermoso y emotivo. En efecto, más allá de la polémica (incluso con uno mismo) sobre la continuidad o no de este rito que son las corridas de toros, no es extraño que a casi todos los artistas siempre haya seducido el enigma del toreo, pues, como los niños, su alma es capaz de estar abierta a cualquier símbolo que lo religue al origen de la existencia.