Los girasoles ciegos
Mi amigo Juan Santos Rincón me lo dejó hace unos días urgiéndome a que lo leyera pronto para evitarme más tiempo sin esa belleza.
Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (Anagrama, 2004).
Hacía tiempo que no me conmovía tanto un libro. Está escrito como a cincel, porque así es la huella que deja esa palabra en la realidad que indaga y en el ánimo de uno. Cuatro historias tristes de derrota.
“Primera derrota: 1939” o la peripecia de un capitán del ejército franquista, que se rinde al republicano unas horas antes de la capitulación de éste.
“Segunda derrota: 1940” o la desgracia de un poeta de dieciocho años que escribe un cuaderno en una cueva, hasta morir junto a su mujer y a su bebé.
“Tercera derrota: 1941” o la duda de un reo que miente al militar que juzga su causa y salva la vida, pero un día decide elegir la libertad de decir la verdad y de morir .
“Cuarta derrota: 1942” o el acoso a un profesor que sólo sale de su escondite para defender a su compañera del baboseo de un diácono y después se tira de un balcón para que no lo encuentren vivo.
Cuatro historias que acaban con la muerte, como acaba la vida, pero también cuatro historias de libertad, de libertades extremas.
Una lectura grande, de las que ya nunca se olvidan.
Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (Anagrama, 2004).
Hacía tiempo que no me conmovía tanto un libro. Está escrito como a cincel, porque así es la huella que deja esa palabra en la realidad que indaga y en el ánimo de uno. Cuatro historias tristes de derrota.
“Primera derrota: 1939” o la peripecia de un capitán del ejército franquista, que se rinde al republicano unas horas antes de la capitulación de éste.
“Segunda derrota: 1940” o la desgracia de un poeta de dieciocho años que escribe un cuaderno en una cueva, hasta morir junto a su mujer y a su bebé.
“Tercera derrota: 1941” o la duda de un reo que miente al militar que juzga su causa y salva la vida, pero un día decide elegir la libertad de decir la verdad y de morir .
“Cuarta derrota: 1942” o el acoso a un profesor que sólo sale de su escondite para defender a su compañera del baboseo de un diácono y después se tira de un balcón para que no lo encuentren vivo.
Cuatro historias que acaban con la muerte, como acaba la vida, pero también cuatro historias de libertad, de libertades extremas.
Una lectura grande, de las que ya nunca se olvidan.
1 comentario:
Es pena, meu caro, que este libro no tenga ni un solo comentario. No saben lo que se pierden quienes no lo hayan leído. Una delicia también para los historiadores. Un abrazo. Ángel
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