Residencia
Sobre este nombre se edificó una parte de la actividad literaria de Cáceres a comienzos de los años ochenta del pasado siglo. Así se llamaba la revista editada por la Residencia Universitaria San José junto al Departamento de Literatura de la Universidad de Extremadura, y así llamamos también a un premio de poesía convocado por aquellos años desde el mismo centro.
El ancestro del nombre era evidente y recordarlo aún sonroja: la insigne revista dirigida por Alberto Jiménez Fraud en la madrileña Residencia de Estudiantes donde de 1926 a 1936 publicaran poemas y textos los más destacados de la Generación del 27. Debíamos sufrir un inmoderado deseo de distinguirnos de lo que realmente éramos para llamar así a aquello que, en sus orígenes, no fue más que un boletín de estudiantes bastante mal escrito, peor editado y nacido en una residencia que -aunque hoy la recuerdo con el mayor cariño- era entonces el principal nido de fachas de la ciudad, como se solía decir.
La residencia San José dependía de la Caja de Ahorros de Cáceres y una parte de los que se alojaban en ella era hijos de la alta burguesía extremeña. Incluso algún aristócrata o el vástago de una importante figura de la política nacional residió en la San José. No es extraño que casi todos estudiaran la carrera del poder e ideológicamente no admitieran nada a su diestra. De Derecho y de derechas, esa era la definición que, con resignado humor, dábamos de la residencia los pocos que nos salíamos de la norma. El diez por ciento de extravagantes vivíamos en 1977 y 1978 en los pasillos inferiores del edificio. Allí estaban las habitaciones de quienes cursábamos Filología o Historia o Magisterio u Obras Públicas... —carreras raras frente al casi unánime Derecho— y sólo allí había banderas de Extremadura, se escuchaba la Nueva Trova Cubana y en los estantes se veía algún libro de Marta Harnecker, Santiago Carrillo (que acababa de publicar Eurocomunismo y Estado) y los filósofos de la sospecha. El extrañamiento en los sótanos no era por razones ideológicas pero casi, pues —salvo excepciones— quienes estudiábamos alguna de esas carreras éramos los únicos que no seguíamos a Blas Piñar, ídolo de la mayoría de los residentes. El carácter político del centro se simbolizaba en su director, José María Corzo Sinobas, vecino de Zafra y recientemente fallecido. Corzo era un cordimariano secularizado, hombre de gran cultura y filósofo ultramontano que en alguna ocasión presentó al líder de Fuerza Nueva en sus mítines cacereños.
A mediados de 1978 la Caja —sensible a los tiempos constitucionales—nombró nuevo director a un profesor de Derecho Administrativo, Juan José de Soto Carniago, que introdujo nuevos aires y permitió la edición de la revista. Colaboré en la redacción desde el primer número, a finales de 1978, junto a Isidoro Bohoyo (hoy coordinador de las bibliotecas de la provincia de Badajoz) o Chema Gómez Caminero (decano del Colegio de Abogados de Badajoz), entre otros. Las primeras entregas fueron horrendas: veintitantos folios unidos con tres grapas, escritos en mi Olivetti Studio 45 y editados a ciclostil; los contenidos, insustanciales: chascarrillos de la vida en la casa, polémicas sobre las novatadas, pésimos poemas (ahí publiqué el primero, también pésimo) y soporíferos artículos sobre “La Esclavitud negra en la América española” o “Técnicas sociales en el diseño del automóvil”.
En diciembre de 1980, tras cuatro números editados, la revista experimentó una importante mejora. Un joven madrileño, profesor de Literatura en la Universidad extremeña, Jesús Cañas Murillo, que había llegado a Cáceres con Juan Manuel Rozas, fue nombrado Delegado de Actividades Culturales de la residencia y se incorporó como presidente al Consejo de Redacción. La portada cambió, adoptando la que sería clásica en la trayectoria de la revista: un taller de imprenta enmarcado en una estructura arquitectónica presidida por un título de tenebrosas letras más propias de película de terror.
A partir de entonces Residencia se convirtió en una digna revista universitaria de cultura. Durante un tiempo el coordinador siguió siendo el de la época anterior, Manuel Fernández Jiménez, y en diciembre de 1981, ya en mi último año de carrera, lo fui yo. El equipo se completaba con los profesores Marino Marcos Cuervo-Valdés (ingeniero salmantino que impartía clases en la Politécnica), Juan Antonio Calvo-Costa (valenciano, catedrático de Literatura de la Michigan State University que pasaba un año en Cáceres) y los estudiantes Manuel Florenciano Jara, Paco Martín Camacho, Miguel Ángel Teijeiro, Tano Álvarez Buiza y mi hermano Miguel Ángel.
Ese fue el primer equipo de trabajo de los muchos en los que he participado en mi vida. Jesús impulsó un importante programa de actividades culturales y nosotros le servimos de activos colaboradores. Todos aprendimos mucho de una experiencia que modeló nuestros gustos culturales. El montaje y redacción de cada número era una intensa clase práctica de la mejor cultura. Nunca supe tanto del tan cacareado espíritu universitario como en el afán de ese grupo de Residencia. Otros seis números editamos de esa nueva Residencia hasta que en 1983 el Departamento de Literatura asumió como propia la publicación y comenzó a componerse en una imprenta. Mi hermano fue nombrado Secretario y los que abandonamos Cáceres, Miembros de Honor.
Durante ese tiempo en la revista firmaron nombres de fuste (Manuel Tuñón de Lara, José Luis López Aranguren, Carlos Rojas, Antonio Holgado, Luis Rosales, Dámaso Alonso, Juan Manuel Rozas, Kenneth Scholberg, Luis López Guerra, Joaquín Benito de Lucas, Antonio Rodríguez de las Heras, Romano García...) y publicaron sus primeros poemas y textos buena parte de la actual nómina de escritores extremeños (Ángel Campos, Luciano Feria, Ada Salas, Álvaro Valverde, José Manuel Fuentes, José Luis Bernal, Javier Pérez Walias...).
El ancestro del nombre era evidente y recordarlo aún sonroja: la insigne revista dirigida por Alberto Jiménez Fraud en la madrileña Residencia de Estudiantes donde de 1926 a 1936 publicaran poemas y textos los más destacados de la Generación del 27. Debíamos sufrir un inmoderado deseo de distinguirnos de lo que realmente éramos para llamar así a aquello que, en sus orígenes, no fue más que un boletín de estudiantes bastante mal escrito, peor editado y nacido en una residencia que -aunque hoy la recuerdo con el mayor cariño- era entonces el principal nido de fachas de la ciudad, como se solía decir.
La residencia San José dependía de la Caja de Ahorros de Cáceres y una parte de los que se alojaban en ella era hijos de la alta burguesía extremeña. Incluso algún aristócrata o el vástago de una importante figura de la política nacional residió en la San José. No es extraño que casi todos estudiaran la carrera del poder e ideológicamente no admitieran nada a su diestra. De Derecho y de derechas, esa era la definición que, con resignado humor, dábamos de la residencia los pocos que nos salíamos de la norma. El diez por ciento de extravagantes vivíamos en 1977 y 1978 en los pasillos inferiores del edificio. Allí estaban las habitaciones de quienes cursábamos Filología o Historia o Magisterio u Obras Públicas... —carreras raras frente al casi unánime Derecho— y sólo allí había banderas de Extremadura, se escuchaba la Nueva Trova Cubana y en los estantes se veía algún libro de Marta Harnecker, Santiago Carrillo (que acababa de publicar Eurocomunismo y Estado) y los filósofos de la sospecha. El extrañamiento en los sótanos no era por razones ideológicas pero casi, pues —salvo excepciones— quienes estudiábamos alguna de esas carreras éramos los únicos que no seguíamos a Blas Piñar, ídolo de la mayoría de los residentes. El carácter político del centro se simbolizaba en su director, José María Corzo Sinobas, vecino de Zafra y recientemente fallecido. Corzo era un cordimariano secularizado, hombre de gran cultura y filósofo ultramontano que en alguna ocasión presentó al líder de Fuerza Nueva en sus mítines cacereños.
A mediados de 1978 la Caja —sensible a los tiempos constitucionales—nombró nuevo director a un profesor de Derecho Administrativo, Juan José de Soto Carniago, que introdujo nuevos aires y permitió la edición de la revista. Colaboré en la redacción desde el primer número, a finales de 1978, junto a Isidoro Bohoyo (hoy coordinador de las bibliotecas de la provincia de Badajoz) o Chema Gómez Caminero (decano del Colegio de Abogados de Badajoz), entre otros. Las primeras entregas fueron horrendas: veintitantos folios unidos con tres grapas, escritos en mi Olivetti Studio 45 y editados a ciclostil; los contenidos, insustanciales: chascarrillos de la vida en la casa, polémicas sobre las novatadas, pésimos poemas (ahí publiqué el primero, también pésimo) y soporíferos artículos sobre “La Esclavitud negra en la América española” o “Técnicas sociales en el diseño del automóvil”.
En diciembre de 1980, tras cuatro números editados, la revista experimentó una importante mejora. Un joven madrileño, profesor de Literatura en la Universidad extremeña, Jesús Cañas Murillo, que había llegado a Cáceres con Juan Manuel Rozas, fue nombrado Delegado de Actividades Culturales de la residencia y se incorporó como presidente al Consejo de Redacción. La portada cambió, adoptando la que sería clásica en la trayectoria de la revista: un taller de imprenta enmarcado en una estructura arquitectónica presidida por un título de tenebrosas letras más propias de película de terror.
A partir de entonces Residencia se convirtió en una digna revista universitaria de cultura. Durante un tiempo el coordinador siguió siendo el de la época anterior, Manuel Fernández Jiménez, y en diciembre de 1981, ya en mi último año de carrera, lo fui yo. El equipo se completaba con los profesores Marino Marcos Cuervo-Valdés (ingeniero salmantino que impartía clases en la Politécnica), Juan Antonio Calvo-Costa (valenciano, catedrático de Literatura de la Michigan State University que pasaba un año en Cáceres) y los estudiantes Manuel Florenciano Jara, Paco Martín Camacho, Miguel Ángel Teijeiro, Tano Álvarez Buiza y mi hermano Miguel Ángel.
Ese fue el primer equipo de trabajo de los muchos en los que he participado en mi vida. Jesús impulsó un importante programa de actividades culturales y nosotros le servimos de activos colaboradores. Todos aprendimos mucho de una experiencia que modeló nuestros gustos culturales. El montaje y redacción de cada número era una intensa clase práctica de la mejor cultura. Nunca supe tanto del tan cacareado espíritu universitario como en el afán de ese grupo de Residencia. Otros seis números editamos de esa nueva Residencia hasta que en 1983 el Departamento de Literatura asumió como propia la publicación y comenzó a componerse en una imprenta. Mi hermano fue nombrado Secretario y los que abandonamos Cáceres, Miembros de Honor.
Durante ese tiempo en la revista firmaron nombres de fuste (Manuel Tuñón de Lara, José Luis López Aranguren, Carlos Rojas, Antonio Holgado, Luis Rosales, Dámaso Alonso, Juan Manuel Rozas, Kenneth Scholberg, Luis López Guerra, Joaquín Benito de Lucas, Antonio Rodríguez de las Heras, Romano García...) y publicaron sus primeros poemas y textos buena parte de la actual nómina de escritores extremeños (Ángel Campos, Luciano Feria, Ada Salas, Álvaro Valverde, José Manuel Fuentes, José Luis Bernal, Javier Pérez Walias...).
El gusto clásico de Jesús, evidente en las citas con las que encabezaba cada editorial, resume parte del espíritu de esos años inolvidables vividos en la San José y alrededor de Residencia.
A mucho obligan las leyes de la obediencia forzosa; pero a mucho más las fuerzas del gusto (Miguel de Cervantes).
Pares cum paribus facillime congregantur (Ciceron).
Pares cum paribus facillime congregantur (Ciceron).
12 comentarios:
Leo con gusto esta entrada en la alta madrugada de este sábado. Creo que tengo casi todos los números de Residencia, que me regaló alguien en Cáceres, por 1986. Interesante. Viví por ese tiempo en Cáceres, pero marginalmente a los grupos donde habitaban los futuros grandes escritores del presente, como siempre, luchando por la sobrevivencia física, trabajando de camarero esporádicamente... Desde luego conocí a casi todos los que mencionas. Cañas fue profesor de algo... En fin, me ha traído recuerdos de aquellos años; pero mis recuerdos serían de un paria alejado del fulgor donde se crían los futuros escritores de la tierra, repito y me recuerdas... Sería muy interesante contrastar mi experiencia en Cáceres con la de uno de ustedes. Por ejemplo, yo tuve la iniciativa de una serie de actividades creativas y literarias que en aquel tiempo fueron sonadas y novedosas, en las que colaboraron compañeros de entonces. Por ejemplo las jornadas de poesía en la calle. La primera consistió en exponer en los soportales de la plaza Mayor una amplia selección de la poesía española de todos los tiempos, una especie de antología brevísima de lo más granado de la poesía española; escrita sobre cartones grandes de envolturas de electrodomésticos. Sobre ellos escribimos, con ceras de colores, los poemas seleccionados, que quedaban muy llamativos. Recuerdo que fue en febrero de1980. Y llenamos todos los soportales que enfilan desde la calle Pintores con la plaza. Lo hicimos Inmaculada Prieto Pecero, de la Fuente del Maestre, Mara Textón Núñez y un servidor, que amen hizo dibujos en casi todos los cartones, ayudados por una caterva no parca de espontáneos. Fue un hermoso espectáculo, porque, pese al mes, hizo un domingo cálido, bueno y agradable. Estuvieron expuestos casi todo el día . Y ocurrieron casos curiosos, como el de algunas personas, que por lo visto escribían poesía, que colgaron sus poemas en largas ristras de folios para que el personal leyera, que leía, en los soportales de la plaza cacereña… Un tipo quiso llevarse aquel poema escrito en arcoiris, del Arcipreste, que dice “qué bella viene don Endrina por la Plaça, / qué bello cuello de garça”, etc. Y el hombre esperó pacientemente hasta que nos retiramos para llevárselo, sin ir a comer ni nada. Pero lo más curioso es que entreveramos poemas nuestros entre clásico y clásico, atribuyéndolo a algún poeta inventado de alguna época inventada. Una forma efímera de publicar durante un día. La segunda jornada fue más interesante, pues pusimos mesa en calle, un domingo y por la mañana, con cartel en que se advertía que hacíamos poemas por encargo: Para novios, satíricos, etc. Conservo copia de todos los elaborados. Y lo mejor: Se me ocurrió pedir siempre permiso al ayuntamiento, que por la actividad nos pedía pagar sólo cien pesetas. Según consta en el papel a la vista que nos extendía. Hubo muchas anécdotas. Por ejemplo cuando venía alguien de la prensa y nos veía allí, preguntaba, y siempre decíamos que no sabíamos nada, que los responsables habían ido a algo y que volverían, no sabíamos cuándo, etc. Sé que TVE filmó los carteles escritos con poemas en la Primera Jornada de Poesía en la Calle.
En fin la mia es otra experiencia, otra, otro encuentro con la creación y con la cultura. De otras maneras, de otras formas menos tradicionales y más –digamos- lúdicas, libres, populares, colectivas y rompedoras en el Cáceres encorsetado de aquellos años. Me crucé con mucho gran poeta y escritor y yo sin saberlo… Ellos menos.
Gracias Josemaría, muchas gracias por los recuerdos.
Interesante testimonio, Agustín. Lo único que no comprendo es lo de "grandes escritores del presente", "grandes poetas"... La mía es -como la tuya- una experiencia más, no la única, y creo haberla relatado sin autocomplacencia.
Saludos
josemarialama
Qué tiempos, amigo. Como para pensar entonces que una hija mía iba a acabar allí, ja, ja. Por cierto, ella dice que sigue habiendo fachas.
Con todo, tu testimonio vuelve a las andadas (de un comentario mío anterior): ay, esa memoria... Esas Memorias, vamos.
Ah, no sería lo menos interesante las andanzas "ventaneras" (y otras, como las literarias que aquí adelantas) de cierto novelista histórico (amigo nuestro) que pasó por aquellas habitaciones. Abrazos.
Lo de "pasó por aquellas habitaciones" es literalmente cierto... volatería al brazo.
Era (y es) un tipo curioso.
josemarialama
"Se autoriza el derribo de la Residencia San José si la Caja construye otra nueva". Es el subtitular en la página 3 de la edición de Cáceres del HOY. Por lo visto, recalificarían el suelo y levantarían viviendas. ¿Te imaginas que me compro un piso allí, más o menos en el lugar que ahora ocupa la habitación 314, que habité? ¿Y quién comprará el piso situado más o menos en el lugar en el que hicisteis la psicofonía, ¿o fue Josema Marín?, por lo del incendio? En fin, que has dado en el clavo con tu recuerdo. "Se autoriza el derribo de la Residencia San José si la Caja construye otra nueva"
¿Que Miguel Angel Lama, según vengo a saber, ocupara la habitación 314 no será una forma oblicua y azarosa de cerrar el cerco?, me pregunto. Salud.
Efectivamente, Gonzalo, efectivamente
http://pi.ytmnd.com/
Ciertamente, los caminos de π no tienen fin. Salud.
Item más. Siempre he alabado el palíndromo de Einstein: «I prefer π».
http://interact10ways.com/usa/information_interactive.htmhttp://interact10ways.com/usa/information_interactive.htm
Con ser importante la aportación de Residencia a la vida cultural de la ciudad a finales de los setenta y comienzos de los ochenta no quiero olvidarme del Equipo "Pimentón" que ponía una pica en Flandes permanentemente, día a día, para sonrojo de todo el contubernio carca de la Residencia ya que conseguimos demostrarles que éramos más cultos que ellos y también mejores deportistas, pese a estar en clara inferioridad numérica siempre.
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