sábado, 22 de abril de 2006

Perro semihundido

¿Se asoma o se hunde? Ese dilema divide a los críticos, pero es el interrogante más superficial de los que sugiere. Aunque de Goya arranca la pintura moderna, creo que es concretamente esta obra de la Quinta del Sordo el gozne que abre la puerta al nuevo escenario expresivo de las vanguardias. Es cierto que sería distinto si el fresco estuviera inacabado, como alguno sostiene, y el vacío que interpela al animal fuera un hueco donde faltara otra figura.

Supongamos que no, supongamos que Goya sólo quiso pintar lo que pintó: esa cabeza de perro sobre la arena o las aguas intencionadamente aislada, semihundida al fondo de un espacio alargado de ocres. Si así fuera —y así es— Goya habría intuido y pintado por primera vez la desolación contemporánea, pero también la creación esencial de ese dios —ajeno a lo judaico— que cantara Abel Martín: la nada.
"Perro semihundido", Francisco de Goya, 1821-1823

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que se insiste demasiado en buscar interpretaciones intelectuales al Perro semihundido. En mi opinión, Goya representó simple y dramáticamente la soledad, en particular la suya propia. Así se sentía en aquellos días de su vida: solo como un perro.
Juan Carlos Furnari
Argentina
jcfurnari@yahoo.com