domingo, 11 de diciembre de 2005

Escusado


Lírica de retrete es el nombre que en 1975 tres cachondos —Agustín Delgado, Luis Mateo Díez y José María Merino, por entonces los dos primeros en el grupo leonés de poesía “Claraboya”— dieron a los versos que encuentra uno escritos en las puertas de los servicios públicos: El tono filosofal, el consejo o el canto meramente indecoroso, con acompañamiento de grafismos fálicos, y la publicidad clínica para alivio de purgaciones, blenorragias, sífilis u operaciones de fimosis, suelen formar en tales paredes un corpus poco edificante, de gracia venérea (Parnasillo Provincial de Poetas Apócrifos, Papalaguinda poética, Madrid).
El comentario lo hacían para presentar una de las coplillas de ese género, seleccionada bajo la inusual autoría de “Bar Astorga. W.C. Caballeros”, y que simulaban haber hallado en un antro maragato. Hay una posibilidad entre tres (Agustín, Luis y José María) de que sean parte de la escasa obra poética publicada por el novelista y académico Mateo Díez.

Como esto de la bitácora está cogiendo un tonillo demasiado serio valgan estos versos de retrete para aliviar su carácter, empezar con buen pie la semana y aguantar las próximas ruedas de prensa de Acebes.

Detente hermano y medita
mientras apuntas con tino
y abres con afán la espita
que libera el intestino.

Medita digo y repara
cómo en tan libre ajetreo
y en tan precaria ocasión
esa libertad tan cara
que nos niegan sin razón
tiene aquí su jubileo.

Libertad, fisiología,
alivio del vientre urgido
que no tiene ley escrita,
que sólo es dura y porfía
en su ventura exquisita
si te encuentras estreñido.

Hermano ten complacencia
en tan fugaz dilación,
medita en esta función,
toma ejemplo de esta ciencia.

Que otro gallo nos cantara
con su alegre sonsonete
si en la vida nos guiara
la libertad del retrete.

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