Una vez al año, todos los años, recibo dos paquetes con el membrete de la Asociación de Escritores Extremeños. Sé lo que son antes de abrirlos y lo hago con deleite: los cuadernillos editados por cada una de las aulas literarias de la Asociación con la muestra de la obra de los escritores invitados durante el año anterior.
Luis Muñoz, Nuno Júdice, Pilar González España, Luciano Feria, Laura Freixas, Adolfo García Ortega, Félix Grande, Emilio González Ferrín, Ángel Campos Pámpano, Fernando Beltrán, Isaac Rosa, Belén Gopegui, Inés Pedrosa, Felipe Benítez Reyes, Olvido García Valdés, Basilio Sánchez, Antonio Pereira, José María Guelbenzu, Luisa Castro, Benjamín Prado, Antonio Soler, José Luis Peixoto, Jesús Sánchez Adalid, Ignacio Martínez de Pisón, Julia Barella, Lorenzo Oliván y José Corredor-Matheos integran la hornada última.
Poetas, novelistas, ensayistas, que han pasado por el Aula José María Valverde (Cáceres), el Aula Enrique Díaz Canedo (Badajoz), el Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo (Mérida), el Aula Literaria Carolina Coronado (Almendralejo), el Aula Literaria Guadiana (Don Benito-Villanueva de la Serena) o por el Seminario Humanístico de Zafra. Actividades que impulsa la Asociación de Escritores Extremeños en la que es la más notable iniciativa literaria de la región y que algún día merecería uno de esos reconocimientos que las instituciones públicas y los medios de comunicación otorgan.
Mientras tanto nos tenemos que conformar con los reconocimientos a nuestros poetas y escritores. El más reciente, el Premio Extremadura a la Creación, ha sido el otorgado a Basilio Sánchez, uno de los que han pasado por las aulas este último curso. Enhorabuena, Basilio.
La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.
La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.
Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.
La mujer cuyas manos son las manos de un niño.
La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.
La que ha estado conmigo desde el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.
(Basilio Sánchez. De La mirada apacible)