Nueva York es un animal ruidoso. Ruge y serpentea por las calles durante la noche. Vela nuestro sueño acostado sobre el asfalto. Cuando bajamos, recién abierto el día, ya ha desaparecido. Pero siguen sus bramidos ―sirenas, claxones―, sus quejas de bestia humanísima.
Esta ciudad es para andar sobre sus lomos. Hemos recorrido decenas de kilómetros y aunque este es un viaje variopinto en medios de transporte ―avión, bus, ferry, teleférico, taxi―, la mayoría de las distancias las hemos agotado a pie.
Desde Battery Park recorremos los primeros tramos de Broadway. Es la zona donde estaban las torres gemelas, y el centro financiero de la ciudad. Ejecutivos con carteras hormiguean rumiando perritos calientes y donuts. Más arriba, en Lafayette, unas orientales nos piden que las sigamos por una escalera mugrienta. Nos dejamos llevar, advertidos previamente del juego: enseñarnos un cuchitril atestado de bolsos. Para llegar a él debemos subir una escalera larguísima y atravesar varias salas inhóspitas. Cierran detrás de nosotros, quizás para evitar una policía inexistente. Cuando nos cansamos del juego, la mujer nos deja salir de mala gana. Comprar es una de las principales actividades de quienes visitan Nueva York. Y Chinatown es el lugar del comercio antiguo, con regateo y marcas trucadas (los trolex llaman a estos relojes). Es la ciudad que menos me interesa.
Esta ciudad es para andar sobre sus lomos. Hemos recorrido decenas de kilómetros y aunque este es un viaje variopinto en medios de transporte ―avión, bus, ferry, teleférico, taxi―, la mayoría de las distancias las hemos agotado a pie.
Desde Battery Park recorremos los primeros tramos de Broadway. Es la zona donde estaban las torres gemelas, y el centro financiero de la ciudad. Ejecutivos con carteras hormiguean rumiando perritos calientes y donuts. Más arriba, en Lafayette, unas orientales nos piden que las sigamos por una escalera mugrienta. Nos dejamos llevar, advertidos previamente del juego: enseñarnos un cuchitril atestado de bolsos. Para llegar a él debemos subir una escalera larguísima y atravesar varias salas inhóspitas. Cierran detrás de nosotros, quizás para evitar una policía inexistente. Cuando nos cansamos del juego, la mujer nos deja salir de mala gana. Comprar es una de las principales actividades de quienes visitan Nueva York. Y Chinatown es el lugar del comercio antiguo, con regateo y marcas trucadas (los trolex llaman a estos relojes). Es la ciudad que menos me interesa.
Little Italy es un trozo europeo en el corazón de Manhattan. Las casas son de pocos pisos y la gente se mueve por las calles con un desparpajo burgués semejante al de cualquier otra ciudad de la vieja Europa. Igual que en Greenwich Village, aunque aquí el ambiente es más canalla, con numerosas banderas del arco iris y tiendas de ropaje porno para gays. Este barrio, literario y bohemio, es el centro de los homosexuales y lesbianas de Nueva York. Como el Soho, entre Little Italy y el Village, es el barrio de los artistas. Son zonas que crean un cinturón urbano más amable entre los cíclopes del sur y del norte de la península.
Nuestro hotel está en pleno Midtown, en la calle 50 esquina con la Tercera Avenida. Los alrededores son parte de la Nueva York con arquitectura más reconocible. Inmensos edificios que compiten en altura e ingenio. Algunos tienen pequeñas plazas o lugares públicos en la planta baja, supongo que como compensación a la ciudad por la irregularidad urbanistica que tales alturas suponen. La Quinta Avenida, que arranca en el Village, en Washington Square Park, la hemos recorrido casi entera. Y también hemos llegado a ese centro simbólico del capitalismo comercial del mundo que es Time Square, donde se bifurcan Broadway y la Séptima, un despropósito de anuncios luminosos y paneles publicitarios.
Espero que te vaya bien por la Gran Manzana. Supongo que todo por allí te debe resultar bastante familiar, por obra y gracia del cine y de la televisión, que nos meten a diario a Nueva York en casa; tal vez conozcamos mejor Manhattan que Puebla de Sancho Pérez.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu último comentario en mi blog.
Que disfrutéis de la estancia y tengáis un buen retorno. Un saludo,
Juan Carlos Fernández
¿Pero a qué os estáis dedicando? Elpais.com publica hoy: Nueva York desentierra su pasado esclavista. ¿Demasiado canturreo en Broadway?
ResponderEliminarLa cosa es seria: ha sido inaugurado en Manhattan un monumento sobre una fosa común con miles de cadáveres de esclavos... Por lo que parece, no abolieron la esclavitud hasta 1827.
Un puñado de años atrás, so bárbaros, no habríais tenido que padecer los efectos del jet lag: seguiríais de por vida en Manhattan...
Al último anónimo:
ResponderEliminarLa ignorancia nubla. En España la esclavitud no se abolió hasta el 13 de febrero de 1880, cuando se prohibe su práctica en Cuba, colonia de la monarquía española. Pero es que sin llegar a los llamados territorios de ultramar, en nuestras regiones -Extremadura, por ejemplo- hay constancia de esclavos durante las primeras décadas del siglo XIX. En Zafra, por ejemplo, hay documentos que hablan de esclavos en esas fechas.
El primer país que abolió la esclavitud fue Dinamarca, y lo hizo en 1803.
http://www.cedt.org/
En fin, la barbarie humana no está radicada -por desgracia- en ningún país, y ningún país está libre de ella. Pretender singularizar a determinados países por actitudes pretendidamente colectivas -países buenos, paises malos, naciones guapas, naciones feas- es creer que cada país es una única persona. Esa interpretación se llevaba mucho en el siglo XVI.
En fin. La ignorancia se cura leyendo y viajando.
josemarialama
¿Os encontrasteis en Washington Square a Henry James?
ResponderEliminarDonde interpretas ignorancia yo veo ironía. La entrada que te ha cabreado aprovecha vuestra estancia en Nueva York para difundir una noticia del día. He leido la noticia sobre el monumento inaugurado y como el anónimo comenta es seria, una buena noticia que en estos tiempos de mierda condena la esclavitud en el corazón de Manhatan. Tienes razón en que la lectura y los viajes curan la ignorancia. Llamaros bárbaros es llamaros quizá con ironía extranjeros, que es lo que todos somos cuando viajamos fuera de casa. Felizmente podreis regresar pronto..
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