No podía venir a Nueva York y dejar sin visitar la Hispanic Society: Lo primero que sorprende es su ubicación, en pleno Harlem. En la 155 con Broadway me encuentro un edificio neoclásico, levantado a comienzos de siglo por Archer Milton Huntington (1870-1955), un poeta y bibliófilo multimillonario que heredó la fortuna de su padre ―dueño de unos ferrocarriles― y con ella creó esta sociedad dedicada a lo hispánico.
Ayer, cuando visitaba el MOMA, tenía la fantasía de poder recorrer algún día un museo completamente solo, sin los centenares de personas que se cruzan cuando miras un cuadro. Hoy he podido cumplir ese sueño. En la Hispanic Society no hay nadie cuando entro en la sala principal. Enfrente está la duquesa de Alba de Goya vestida de maja y cerca cuadros de Zurbarán, El Greco, Murillo, Velázquez… Hay un aire de decadencia y un silencio que estremece. Me demoro en los anaqueles que exhiben piezas prehistóricas y me sorprende algún lienzo, como el de Marcos Correa y un trompe l’oeil del siglo XVII. Sólo faltan los famosos cuadros con escenas provincianas de Sorolla, que han viajado a España para una exposición en Valencia.
Después pregunto por la biblioteca. No hay nadie. Me atiende un joven hispano amabilísimo. Otra vez esa sensación de entrar en un santuario. En las paredes, una galería de retratos de escritores e intelectuales del primer tercio del siglo XX. No me puedo ir sin pedir un libro. Reclamo algunos ejemplares del Semanario patriótico de 1808. Durante unos minutos hojeo ese periódico de la resistencia española frente a Napoleón y tengo la sensación de hacerlo desde un bastión que también ejerce cierto tipo de resistencia, que no es tanto la del español frente al inglés como la de la cultura frente a la incuria, la de aquí y la de España.
Ayer, cuando visitaba el MOMA, tenía la fantasía de poder recorrer algún día un museo completamente solo, sin los centenares de personas que se cruzan cuando miras un cuadro. Hoy he podido cumplir ese sueño. En la Hispanic Society no hay nadie cuando entro en la sala principal. Enfrente está la duquesa de Alba de Goya vestida de maja y cerca cuadros de Zurbarán, El Greco, Murillo, Velázquez… Hay un aire de decadencia y un silencio que estremece. Me demoro en los anaqueles que exhiben piezas prehistóricas y me sorprende algún lienzo, como el de Marcos Correa y un trompe l’oeil del siglo XVII. Sólo faltan los famosos cuadros con escenas provincianas de Sorolla, que han viajado a España para una exposición en Valencia.
Después pregunto por la biblioteca. No hay nadie. Me atiende un joven hispano amabilísimo. Otra vez esa sensación de entrar en un santuario. En las paredes, una galería de retratos de escritores e intelectuales del primer tercio del siglo XX. No me puedo ir sin pedir un libro. Reclamo algunos ejemplares del Semanario patriótico de 1808. Durante unos minutos hojeo ese periódico de la resistencia española frente a Napoleón y tengo la sensación de hacerlo desde un bastión que también ejerce cierto tipo de resistencia, que no es tanto la del español frente al inglés como la de la cultura frente a la incuria, la de aquí y la de España.
Sí, y lo mejor que todo eso, ¡¡¡sin subvenciones de ninguna Junta o Revuelta!!!
ResponderEliminarLibre, libre libre, que eso es la cultura, independiente, independiente, independiente de partidos, partidas, sindicatos, politiquerías, protagonismos...
Y no me vale los "es que", "es que asquí...", etc.
Eso me admira de países como los EEUU. Pese a sus defectos.
Y todavía queda Brooklyn. Estupendo volver a sentirme dentro de la ciudad, así, en minúscula y con el determinante. "Nueva York era su ciudad y siempre lo sería". Un abrazo.
ResponderEliminarsi, sin subvenciones, sólo gracias a expolios o compras de dudosa procedencia.
ResponderEliminarPeste pureta
Mire, señor anónimo, más expolios y no ya compras de dudosa procedencia, sino de latrocinios crasos, está llena la "curtura" subvencioná extremeñia, de eliminaciones, de favoritismos, de injusticias, de uso de las instituciones y administraciones para medrar, robar, trincar, engañar, mentir... Mire, mire, señor carcamal anónimo, arrimadillo a partío de mando, no me toque las pelotas que tiro de la manta y sale muchaaa mierrrda.
ResponderEliminarY no hago valoración de su persona, pues que es anónimo y nadie es. ¿O no le subvencionan el valor y los cojones para dar la cara? ¿eso no llegó aun, carcamal?...