A pesar de mis temores, cuando ayer llegué a la puerta de los Jerónimos del Museo del Prado no había cola alguna. A las cuatro de la tarde la mayoría de la gente aún apura la sobremesa. Aunque los que no lo hacen ya estaban todos dentro. Por eso pude visitar sin esperas ―aunque con apreturas― la exposición “El siglo XIX en el Prado”.
Son 95 pinturas y doce piezas escultóricas. Además de los numerosos retratos, destacan los cuadros que recrean pasajes históricos. El núcleo de la exposición es el historicismo. Aquí está buena parte de la pintura que ayudó a nuestros abuelos a imaginarse la historia de España. Y a nosotros mismos. El Madrazo de “La muerte de Viriato”, el Rosales de “Doña Isabel la Católica dictando su testamento” o el Casado de Alisal de “La Rendición de Bailén” ―por citar tres de muchos― son arquetipos visuales transmitidos junto a una interpretación tradicional de la historia. Como lo es, aunque de la historia del liberalismo, el soberbio lienzo de Gisbert “Fusilamiento de Torrijos y de sus compañeros en las playas de Málaga” a quien servirían de inspiración la recreación de los hechos de Espronceda:
Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria un desdichado día.
La exposición es soberbia y tiene sorpresas. Como el cuadro de José Jiménez Aranda “Una esclava en venta”, de encuadre inusual y de tema insólito, o casi insolente hoy en día.
Son 95 pinturas y doce piezas escultóricas. Además de los numerosos retratos, destacan los cuadros que recrean pasajes históricos. El núcleo de la exposición es el historicismo. Aquí está buena parte de la pintura que ayudó a nuestros abuelos a imaginarse la historia de España. Y a nosotros mismos. El Madrazo de “La muerte de Viriato”, el Rosales de “Doña Isabel la Católica dictando su testamento” o el Casado de Alisal de “La Rendición de Bailén” ―por citar tres de muchos― son arquetipos visuales transmitidos junto a una interpretación tradicional de la historia. Como lo es, aunque de la historia del liberalismo, el soberbio lienzo de Gisbert “Fusilamiento de Torrijos y de sus compañeros en las playas de Málaga” a quien servirían de inspiración la recreación de los hechos de Espronceda:
Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria un desdichado día.
La exposición es soberbia y tiene sorpresas. Como el cuadro de José Jiménez Aranda “Una esclava en venta”, de encuadre inusual y de tema insólito, o casi insolente hoy en día.
Las nuevas instalaciones y la reforma de Moneo, excelentes. Un par de horas después de haber entrado, dejo el museo para coger el avión para Galicia. Eso sí, antes la cita obligada: sala 36 y “Perro semihundido”.
Buena estancia en Galicia. La última vez que vi al Perro me acordé de ti. Sí.
ResponderEliminarQué suerte la tuya. Ya me gustaría a mí darme una vueltecita por el museo, aunque fuera de dos horas.
ResponderEliminarBueno, pues un servidor que tiene planeado viajar a Madrid de aquí a dos semanas está pensando en la posibilidad de volver a visitar la pinacoteca. Aunque ya lo hice en la exposición de Tintoretto confieso me debilidad por la pintura española del XIX y creo que esta es una oportunidad excepcional.
ResponderEliminarGracias por abrirme el apetito.
Jordi