Enterrar a los muertos
Por eso tras esta lectura reitero lo que una vez comenté a Santos Domínguez: como los historiadores no espabilen, la historia la van a escribir los novelistas. Y a mí no me parece mal, sobre todo si es tan minucioso y brillante, si escribe con tanto rigor, como el autor de este libro.
La historia, gracias a él, ya es conocida: el profesor republicano José Robles Pazos, amigo y traductor de John Dos Passos, desaparece en la Valencia de 1937. Y Martínez de Pisón investiga hasta concluir que fue asesinado por los servicios secretos de Stalin para evitar o castigar la revelación de algún secreto. Su propuesta es convincente, aunque algún escritor ahora ultraliberal lo haya querido atraer —sólo por eso— a su redil y alguna estalinista confesa haya pretendido empujarlo hacia allí.
Quien no es ni lo uno ni lo otro debe alegrarse -y si es historiador, aún más- de que esos sucesos de la retaguardia republicana abandonen también el silencio al que sólo un mal entendido antifranquismo había sometido. Y que además lo hagan con la palabra precisa y limpia de fidelidades totalitarias de escritores como Ignacio Martínez de Pisón.