viernes, 28 de abril de 2017

AGUSTÍN IGLESIAS REVIVE A MATILDE LANDA

Ayer presentó en Zafra el dramaturgo Agustín Iglesias (Madrid, 1953) su último libro, Matilde Landa no está en los cielos, en un acto organizado por el Colectivo Manuel J. Peláez. Tras la morosa presentación de Juan Antonio Hormigón, secretario general de la Asociación de Directores de Escena de España, el grupo de teatro La Oveja Negra hizo una magnífica lectura dramatizada de varias de las escenas del libro, para acabar el autor hablando y dialogando con el público sobre su obra.

Se trata de un texto de teatro basado en una historia real, en el que se recrean varias conversaciones enlazadas, a modo de combate dialéctico, entre dos mujeres muy distintas: Matilde Landa (dirigente comunista, natural de Badajoz, recluida tras la Guerra Civil en Palma de Mallorca) y Bárbara Pons (una de las catequistas de Acción Católica encargadas de su evangelización en la cárcel). Agustín Iglesias convierte a ambos personajes en arquetipos de las dos Españas: una empeñada en catequizar a la otra, quien se resiste a su bautismo hasta el punto de preferir quitarse la vida a doblegarse.

Es un texto duro y brillante, escueto y sobrio, con alguna innovación formal (los personajes llegan a interpelar al narrador y a cuestionar al autor) y de tiempo (Bárbara y Matilde saltan al futuro y hablan del presente). Una obra ideológica y de gran fuerza dramática, en la que el escritor, actor y director de la compañía Guirigai (con sede en Los Santos de Maimona) ha dejado la huella de su notable experiencia teatral.

Y lo ha hecho a partir de la fascinante personalidad de la extremeña Matilde Landa (1904-1942), en quien desemboca una larga tradición de insurrección intelectual y política que enlaza lo mejor de nuestra historia y ejemplifica la larga lucha de varias generaciones contra el oscurantismo y la carcundia. Ella encarna no sólo la tradición de los partidos obreros sino la del republicanismo de fin del siglo XIX (de la que su padre, Rubén Landa, fue uno de los principales representantes en Extremadura) y del liberalismo decimonónico (con notables muestras en su tía abuela, Carolina Coronado; en su bisabuelo, Nicolás Coronado −secretario progresista de la Diputación de Badajoz−, y en su tatarabuelo, el doceañista Fermín Coronado).


Si su tatarabuelo Fermín fue asesinado en la cárcel de Almendralejo por los esbirros de Fernando VII, si su abuelo Nicolás también sufrió cárcel por mandato del rey felón y si su padre hubo de exiliarse en Francia tras participar en la insurrección republicana de Badajoz en 1883, Matilde acabó saltando en 1942 al patio de una cárcel para evitar un bautismo con el que pretendían “limpiar” no sólo sus convicciones, sino las de sus antepasados. Agustín Iglesias revive a Matilde Landa y convierte la dramática peripecia personal de esta mujer en el símbolo de la resistencia cívica, aún hoy, de una de las Españas históricas. 

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