El comerciante de curtidos
Mis vacaciones siempre comienzan “oficialmente” con un paseo de mañana por la calle Sevilla y una visita a mi tertulia de la tienda de curtidos de Cayetano Berciano. Es de los últimos establecimientos de este tipo que quedan en Extremadura, y su rareza no sólo es debida al género que vende sino a la naturaleza bifronte del lugar (mitad tienda, mitad mentidero), de su dueño (mitad comerciante, mitad intelectual) y de sus asiduos (más que clientes, hablanchines). En otra parte me he referido a este sitio: Allí recalamos alguna tarde a la semana varios conocidos. Mientras los niños juegan con imanes, se miran al "espejo zapatero" o comprueban la voracidad espacial de su estatura en la "pared medidora", el resto peroramos sobre lo divino y lo humano en una conversación trufada de dicterios, dichos latinos, citas eruditas y alusiones a personajes más o menos decentes de la Zafra de hoy y de ayer. Esta mañana andaban por allí Francisco Croche de Acuña y Manuel Guillén, y sólo nos ha dado tiempo a comentar brevemente las últimas declaraciones de monseñor Cañizares identificando catolicismo y unidad de la patria española. O sea, el nacionalismo español como principio teológico.













