Escribe como mea, dijo de él su paisano Delibes. Y aunque el elogio señalara más a la naturalidad con la que lo hacía también puede aplicarse a cierta condición casi testicular de su escritura o, mejor, de su carácter. Expresiones como “yo he venido aquí a hablar de mi libro” u ocurrencias como meterse en la cama ―pasados ya los sesenta― con tres chavalas a la vez para probar la viagra, pueden hacer olvidar al escritor.
Aunque no sería extraño porque siempre hubo en él ―como en Cela― cierta propensión a convertirse en uno de sus personajes. Me quedo con el autor de Las ninfas ―una de mis lecturas adolescentes―, con el que noveló a Franco (La leyenda del César visionario) mojando bizcochos en el chocolate mientras firmaba sentencias de muerte junto a Martínez Fuset, o con el escritor del elogio fúnebre al alcalde Tierno.
Prefiero a Umbral en vez de a Umbral en negritas.
Aunque no sería extraño porque siempre hubo en él ―como en Cela― cierta propensión a convertirse en uno de sus personajes. Me quedo con el autor de Las ninfas ―una de mis lecturas adolescentes―, con el que noveló a Franco (La leyenda del César visionario) mojando bizcochos en el chocolate mientras firmaba sentencias de muerte junto a Martínez Fuset, o con el escritor del elogio fúnebre al alcalde Tierno.
Prefiero a Umbral en vez de a Umbral en negritas.
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