Cada vez que firmo las notas de mi hijo lo hago desde cierta insuficiencia moral. Las mías fueron malísimas durante todo el bachillerato. Hice Ciencias a pesar de que lo mío eran las Letras, así que para septiembre siempre tenía que recuperar Matematicas y Física. Sólo saqué cabeza mediada ya la carrera. Pero mi condición de mal estudiante en el instituto no iba acompañada de desinterés hacia los profesores. A algunos de ellos los recuerdo con viva admiración y en algún caso dejaron en mí una huella, además de académica, personal.
Cuando Abel Manuel García Gutiérrez me dio clases de Filosofía en 6º de Bachillerato yo tenía entre catorce y quince años. Era la primera vez en mi vida que me hablaban en clase de Platón o de Aristóteles. Abel era un hombre joven, de poco más de treinta años, con una poblada barba que mantuvo toda su vida y un notable talante progresista. Aunque era leonés, le decíamos “el ruso” porque un día se presentó con un gorro de cosaco tras un viaje que hizo a Moscú. Pero su apodo también tenía algo que ver con su ideología, pues en aquellos primeros meses tras la muerte de Franco se decía ―y era cierto― que era comunista. Forofo del Atlético de Madrid, fue el único profesor que venía a jugar al fútbol con nosotros.
De Zafra se fue a Villalón de Campos y de allí a Valladolid, donde durante 18 años fue director del Instituto “Emilio Ferrari”. A mediados de los noventa se presentó como candidato a la presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla y León por Izquierda Unida y no obtuvo escaño. Después dejó la política y se enfrascó en la escritura de un libro sobre la historia de la técnica. Dejó alguno otro publicado, como Ciencia, Tecnología y Sociedad, pensado para los alumnos de educación secundaria.
Hace poco me llegó -con mucho retraso- la noticia de su muerte. Uno de sus amigos, Juan José Abad Pascual, a quien conozco de Aranda de Duero, me dijo que murió en noviembre de 2005, a los 62 años, al poco de empezar a disfrutar su jubilación anticipada. Abad me ha enviado recortes de El Mundo y El Norte de Castilla que recogen la información de la muerte y varios obituarios sobre él.
Quiero dejar aquí constancia de mi gratitud hacia Abel Manuel. Aunque nunca volví a hablar con él después de 1976, siempre lo admiré. Era uno de esos maestros a los que ―como ha dicho Paul Claval― sus alumnos debemos más de lo que creemos. Nos enseñó a ver y a sentir, nos dio lo esencial de su filosofía y guardamos a menudo muchas actitudes debidas a su trato que parecen tan naturales que no se nota de donde vienen.
Cuando Abel Manuel García Gutiérrez me dio clases de Filosofía en 6º de Bachillerato yo tenía entre catorce y quince años. Era la primera vez en mi vida que me hablaban en clase de Platón o de Aristóteles. Abel era un hombre joven, de poco más de treinta años, con una poblada barba que mantuvo toda su vida y un notable talante progresista. Aunque era leonés, le decíamos “el ruso” porque un día se presentó con un gorro de cosaco tras un viaje que hizo a Moscú. Pero su apodo también tenía algo que ver con su ideología, pues en aquellos primeros meses tras la muerte de Franco se decía ―y era cierto― que era comunista. Forofo del Atlético de Madrid, fue el único profesor que venía a jugar al fútbol con nosotros.
De Zafra se fue a Villalón de Campos y de allí a Valladolid, donde durante 18 años fue director del Instituto “Emilio Ferrari”. A mediados de los noventa se presentó como candidato a la presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla y León por Izquierda Unida y no obtuvo escaño. Después dejó la política y se enfrascó en la escritura de un libro sobre la historia de la técnica. Dejó alguno otro publicado, como Ciencia, Tecnología y Sociedad, pensado para los alumnos de educación secundaria.
Hace poco me llegó -con mucho retraso- la noticia de su muerte. Uno de sus amigos, Juan José Abad Pascual, a quien conozco de Aranda de Duero, me dijo que murió en noviembre de 2005, a los 62 años, al poco de empezar a disfrutar su jubilación anticipada. Abad me ha enviado recortes de El Mundo y El Norte de Castilla que recogen la información de la muerte y varios obituarios sobre él.
Quiero dejar aquí constancia de mi gratitud hacia Abel Manuel. Aunque nunca volví a hablar con él después de 1976, siempre lo admiré. Era uno de esos maestros a los que ―como ha dicho Paul Claval― sus alumnos debemos más de lo que creemos. Nos enseñó a ver y a sentir, nos dio lo esencial de su filosofía y guardamos a menudo muchas actitudes debidas a su trato que parecen tan naturales que no se nota de donde vienen.
Hola, he leido tu grandioso homenaje al que fue mi director de instituto y profesor en el I.E.S. Emilio Ferrari, es cierto eso que dices de que era uno de esos profesores que te marcaban, en mi cabeza todavía resuenan sus clases de filosofía, ética y moral. Tengo 23 años y el día de su muerte la lloré amargamente, pues; aunque ya jubilado, el mundo perdió a un gran pedagogo y yo a un buen amigo. Gracias por este precioso homenaje, se que llego con 2 años de retraso, pero nunca es tarde si la dicha es buena ¿no?. Un saludo.
ResponderEliminarAbel García también me hizo descubrir el placer de estudiar a todos los grandes pensadores. Le recuerdo como un hombre robusto, persuasivo y con las ideas muy claras. Un hombre que imponía como director pero con un gran carisma y dulzura como profesor. Mando este mensaje desde la distancia y con toda la ilusión que me ha hecho ver su foto y la pena de conocer que nos haya dejado tan pronto.
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