No pude asistir el viernes pasado en Badajoz a la inauguración de la escultura de Blanca Muñoz, junto al Palacio de Congresos, en homenaje a los asesinados de agosto de 1936 ni a la apertura de la exposición sobre la guerra civil cuyo comisario es Enrique Moradiellos. Sobre esta última hablaré en unos días, cuando pueda verla.
Acerca de la escultura me llegan quejas de varios amigos sobre cómo se desarrolló el acto inaugural y alguno, incluso, deplora la propia apariencia de la obra. Por las fotos que me envían no comparto estas opiniones estéticas: parece interesante la propuesta de la artista y “no da mal” en las imágenes que conozco, aunque la relación de la pieza con el motivo que dice inspirarla sea poco significativa. La autora arguye que cada 14 de agosto, aniversario de la toma de la ciudad, proyectará una galaxia espiral dentro de los límites de su base y que está formada por una serie de líneas que quedarán casi todo el año desordenadas sobre el suelo, salvo los días en torno a esa fecha.
Más allá de la controversia estética, lo que me preocupa es lo que me dicen del acto inaugural: no hubo ni un minuto de silencio, ni unas palabras, ni nada, todo se redujo al frío acto de correr la tela que lo cubría. Además no existe ni un humilde texto o cartel en el suelo o junto al monumento, que indique a qué o a quiénes, está dedicado el monumento.
La Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura reivindica que se coloque una placa junto al monumento, con el título de la obra y la oportuna dedicatoria. Además sigue siendo necesaria la instalación en el interior del palacio de un memorial, un pequeño espacio en recuerdo de los temibles hechos ocurridos en Badajoz en 1936 y que tuvieron en la derruida plaza de toros su principal símbolo.