sábado, 29 de abril de 2006

El buitre

Se extiende cada vez más en nuestros periódicos la mala costumbre de dar a Andreotti el nombre de Belcebú. Abandonémosla. Belcebú podría querellarse


Indro Montanelli




Montaje de Juan Lama sobre fotografía de Associated Press

sábado, 22 de abril de 2006

Perro semihundido

¿Se asoma o se hunde? Ese dilema divide a los críticos, pero es el interrogante más superficial de los que sugiere. Aunque de Goya arranca la pintura moderna, creo que es concretamente esta obra de la Quinta del Sordo el gozne que abre la puerta al nuevo escenario expresivo de las vanguardias. Es cierto que sería distinto si el fresco estuviera inacabado, como alguno sostiene, y el vacío que interpela al animal fuera un hueco donde faltara otra figura.

Supongamos que no, supongamos que Goya sólo quiso pintar lo que pintó: esa cabeza de perro sobre la arena o las aguas intencionadamente aislada, semihundida al fondo de un espacio alargado de ocres. Si así fuera —y así es— Goya habría intuido y pintado por primera vez la desolación contemporánea, pero también la creación esencial de ese dios —ajeno a lo judaico— que cantara Abel Martín: la nada.
"Perro semihundido", Francisco de Goya, 1821-1823

miércoles, 19 de abril de 2006

Luis Varela

Veo poca televisión. La mayoría de los días sólo de 9 a 10 de la noche, poco más o menos. Un informativo (la Cuatro, de Gabilondo; la Primera, de Milá o el insuperable de la Dos) y el programa de la familia: Camera Café.

Sí: Camera Café. Este es el programa en el que coinciden todos los gustos televisivos de la casa, desde el de mi hijo Juan (11 años) hasta el de Eva o el mío. Sólo cuando está mi madre (82) hay refunfuños, aunque también alguna risa.

Un magnífico programa de cámara fija, sin más plano que el supuesto ojo de una máquina de café que ve a sus usuarios (los de una oficina bastante creíble) hablar y moverse frente a ella. Me río a carcajadas. Soberbios actores y un insuperable actor cómico: Luis Varela como Antúnez.
Mañana me pasaré por Telecinco para cobrar.

martes, 18 de abril de 2006

Tiquismiquis

Sigo con la biografía de Antonio Machado escrita por Ian Gibson (361 páginas ya, gracias a la Semana Santa). Para que no se me enfade nadie, reconozco el esfuerzo del autor al acometer una obra de este tipo. No pretendía con mi comentario de hace unos días desmerecer el trabajo de Gibson, magnífico biógrafo que nos ha dado pruebas de su pericia al descubrir vidas ajenas como las de Federico García Lorca, Salvador Dalí o José Antonio Primo de Rivera, y al que guardo especial devoción por la lectura de Queipo de Llano: Sevilla, verano de 1936 (1986) y de La noche en que mataron a Calvo Sotelo (1982).
Gibson es, sin duda, uno de los más certeros notarios de la memoria de la primera mitad del siglo XX español y mi nota del otro día sólo quería aludir a dos aspectos tan poco conocidos de la vida de Antonio Machado que uno de ellos ni siquiera había sido advertido por su biógrafo. Si me he pasado de tiquismiquis, ofrezco mis disculpas.

jueves, 13 de abril de 2006

Escribir arbitrios


El otro día tuve la alegría de presentar en un acto del Seminario Humanístico de Zafra a Álvaro Valverde. Al finalizar, no sé a cuento de qué les dije —a él y a Luciano Feria— que yo en literatura no era más que un arbitrista del XVI o del XVII:
Yo señores soy arbitrista y he dado a Su Majestad en diferentes tiempos muchos y diferentes arbitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino... (Miguel de Cervantes, Coloquio de los Perros)

Desde 1988 —cuando escribí un escuálido poemario, como la isla— me he alejado públicamente de la imaginación literaria y he estado sumergido en realidades diversas. Aunque desde entonces he escrito seis libros, ninguno de ellos es propiamente "literario": varios sobre metodología educativa y de participación social, dos o tres monografías de historia, textos de viajes y algún que otro artículo..

Y que nadie piense que la poesía me la reservo y sólo publico memorias y propuestas. El asunto es que sólo escribo arbitrios. Eso sí: estoy continuamente escribiéndolos. Mi actividad profesional se reduce prácticamente a escribir arbitrios y a decirles a otros cómo, cuándo o por qué.

Durante muchos años me he conformado con la frase de Marcel Schwob (Petronio olvidó por completo el arte de escribir tan pronto como vivió la vida que había imaginado), pero ya va siendo hora de que Petronio, además de los arbitrios, escriba algún poema sin dejar de vivir y se aplique las preguntas a sí mismo: cómo, cuándo y por qué.

domingo, 9 de abril de 2006

Machado según Gibson


Antes de leerla, someto la biografía de Machado que acaba de publicar Ian Gibson (Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, Aguilar, 2006) a una doble prueba del algodón: ¿sabe Gibson de los Álvarez Guerra, antepasados extremeños de Machado? y ¿conoce el último encuentro en la frontera del poeta con María Zambrano?
La primera la pasa. El escritor hispanoirlandés ha hablado con el cronista de Zafra Croche de Acuña y conoce algún libro de Fernando Pérez González, aunque lógicamente no ha podido manejar la aún inédita tesis doctoral que dedicó a José Álvarez Guerra. Sabe por tanto que éste -zafrense, liberal de primera hora, autor de la obra filosófica Unidad Simbólica y gobernador civil de Cáceres, Salamanca y Palencia- fue bisabuelo de los Machado y origen indudable de la sangre jacobina que corría por sus venas.
Pero la segunda prueba no la supera. Desconoce -y es una pena, porque podría haberlo aclarado- lo que cuenta Jesús Moreno Sanz en la Presentación de Los intelectuales en el drama de España y escritos de la guerra civil de María Zambrano (editorial Trotta, Madrid, 1998): el coche va muy despacio entre la inmensa muchedumbre que huye atemorizada, y ven a don Antonio Machado caminando casi inválido y sostenido por su madre. Ante su negativa a la invitación a subirse al coche, María Zambrano baja de él y llega andando a la frontera con el poeta.

Banderas


Demasiadas banderas en Pamplona. Estos días atrás he estado allí por cuestiones laborales junto a un compañero de trabajo, Manuel Romero. Aunque la estancia ha sido corta y el trabajo intenso, nos ha dado tiempo para dar algún paseo por la ciudad. Y hay allí más banderas de España en plena calle que en Badajoz y Cáceres juntos. También hay banderas de Navarra, de Euskadi, y de Europa. Parece ser que cada vez que colocan cualquier enseña deben poner también las restantes. Y como los del norte son aficionadísimos..., cuando uno coloca una, ya están colocando otra.
A mí lo de las banderas —todas— casi siempre me ha parecido una estupidez. Y digo casi, porque también yo hace treinta años tuve en la habitación pinchada con chinchetas una verde, blanca y negra. Y digo casi, en fin, porque aún sigue emocionándome alguna.