La periodista madrileña afincada en Sevilla Mercedes de Pablos presentó el 14 de diciembre La hoz y las flechas. Un comunista en Falange (Oberón): la historia de Juan Gila Boza, un comunista (por cierto, de Llerena) infiltrado en la Falange sevillana desde 1933 a 1948, que mantuvo durante años esa “doble militancia” y a quien parece que salvó de la pena de muerte el mismísimo Sancho Dávila.
Hasta ahí la historia tiene ya ingredientes sobrados para resultar interesante. Pero, por si fuera poco, los historiadores José María García Márquez y Francisco Espinosa le han dado un vuelco sorprendente al encontrar el sumario del juicio de Gil Boza (que se creía desaparecido) y hallar en él datos para proponer que, en vez de un comunista infiltrado en Falange, Gila Boza quizá sea un falangista infiltrado en el PCE. El 19 de diciembre enviaron una carta a la edición andaluza de El País comentando el asunto. Mientras la publican (y por si acaso) Paco me manda el texto de la misiva.
Si se confirma la hipótesis de los historiadores, Juan Gila, que tiene 91 años, sería un artista de la simulación que habría dejado para el final su obra maestra.
Sobre La hoz y las flechas
Hace sólo unos días se comentaba en este periódico la publicación de La hoz y las flechas, un libro de Mercedes de Pablos basado en el testimonio de Juan Gila Boza. La autora parte de una base errónea: la desaparición de la causa judicial de Gila Boza. La causa existe. La razón primordial de esta carta es la calumniosa acusación de que Antonio Martínez Borrego fue el delator que en 1948 llevó a docenas de personas a la cárcel. Es falso. Gila Boza ha olvidado que él declaró antes que Martínez Borrego y que habló bastante más. También ha olvidado que nadie pidió para él pena de muerte. Por otra parte, según sus propias palabras y su expediente, Gila Boza, que dice ser falangista desde 1934, ingresó en el PCE en 1935 por orden de Falange. Creemos que la existencia de la causa invalida el testimonio y aconseja una revisión en profundidad del libro. Es posible que más que ante un “topo comunista” infiltrado en Falange nos encontremos ante un “medalla de la Vieja Guardia” de Falange infiltrado en el PCE desde 1935 y que realiza tareas de espionaje durante la guerra. Este giro haría bastante más comprensible la extraña peripecia vital de Juan Gila Boza.
Hasta ahí la historia tiene ya ingredientes sobrados para resultar interesante. Pero, por si fuera poco, los historiadores José María García Márquez y Francisco Espinosa le han dado un vuelco sorprendente al encontrar el sumario del juicio de Gil Boza (que se creía desaparecido) y hallar en él datos para proponer que, en vez de un comunista infiltrado en Falange, Gila Boza quizá sea un falangista infiltrado en el PCE. El 19 de diciembre enviaron una carta a la edición andaluza de El País comentando el asunto. Mientras la publican (y por si acaso) Paco me manda el texto de la misiva.
Si se confirma la hipótesis de los historiadores, Juan Gila, que tiene 91 años, sería un artista de la simulación que habría dejado para el final su obra maestra.
Sobre La hoz y las flechas
Hace sólo unos días se comentaba en este periódico la publicación de La hoz y las flechas, un libro de Mercedes de Pablos basado en el testimonio de Juan Gila Boza. La autora parte de una base errónea: la desaparición de la causa judicial de Gila Boza. La causa existe. La razón primordial de esta carta es la calumniosa acusación de que Antonio Martínez Borrego fue el delator que en 1948 llevó a docenas de personas a la cárcel. Es falso. Gila Boza ha olvidado que él declaró antes que Martínez Borrego y que habló bastante más. También ha olvidado que nadie pidió para él pena de muerte. Por otra parte, según sus propias palabras y su expediente, Gila Boza, que dice ser falangista desde 1934, ingresó en el PCE en 1935 por orden de Falange. Creemos que la existencia de la causa invalida el testimonio y aconseja una revisión en profundidad del libro. Es posible que más que ante un “topo comunista” infiltrado en Falange nos encontremos ante un “medalla de la Vieja Guardia” de Falange infiltrado en el PCE desde 1935 y que realiza tareas de espionaje durante la guerra. Este giro haría bastante más comprensible la extraña peripecia vital de Juan Gila Boza.
José María García Márquez y Francisco Espinosa Maestre (Sevilla)