Todos los 7 de agosto, de
madrugada, recuerdo la salida, aún a oscuras, de los hombres del comandante
Castejón desde Los Santos a Zafra. Eran las 3 de la madrugada. Recuerdo que ese
día nadie, de los que no se habían marchado, pudo dormir. Las sábanas blancas colgaban
de los balcones. Recuerdo a mi bisabuela Lola, que colgó el sacudidor de trapos
blancos “para que hubiera paz”. El alcalde, Pepe González, había reunido en la
plaza a la gente la noche anterior para recomendar que no se resistiera a las
tropas. Aún había esperanza de que eso evitara la masacre. Recuerdo el cañoneo a
las 5 de la mañana sobre la estación, donde un tren partía. Los proyectiles del
artillero Fernando Barón buscaban también la Fábrica de la Luz, cerca del
cuartel de la Guardia Civil, y recuerdo el estruendo de alguno al impactar en
la esquina de la calle Ancha.
Después, a las 7 de la mañana, se
me viene siempre a la cabeza Cirilo, único resistente, empuñando el arma subido
a un cinamomo hasta caer abatido por los soldados. Recuerdo a las tropas
entrando en el Campo de Sevilla. Y al capitán Fuentes en la puerta de Santa
Marina. No hizo falta que liberara a nadie porque la guardia había sido
levantada a primera hora, antes de marcharse del pueblo las autoridades
republicanas.
A las 8 de la mañana recuerdo a
las tropas en el Ayuntamiento. El nombramiento de la Gestora, con los ricos del
pueblo. Y las primeras listas. Y las discusiones para poner y quitar nombres. Y
las primeras 500 pesetas encima de una mesa para evitar una captura. Recuerdo las
puertas abiertas de las casas para que los moros no las echaran abajo. Y cuando
alguna encontraban cerrada, la rapiña en el interior,
los muebles volando por los balcones y la mercadería en la puerta. Una máquina
de coser, algún reloj: “¡Paisa, barato, barato!”.
A las 11 recuerdo la misa en La
Candelaria. El templo abarrotado y los “detente bala”, hechos con las monedas
de El Rosario, en los pechos de los militares. Y a don Daniel en el púlpito. Y
a Juan Galán concelebrando antes de unirse a las tropas y de pedir su pistola.
Recuerdo al medio centenar de personas capturadas, en círculo, en el centro de
la plaza Grande, esperando. Y a la gente alrededor, con brazaletes blancos,
mirándolas. Y a los soldados deambulando con las armas en la mano. Y a Castejón
sentado en un sillón que le había sacado a la calle don Tomás, el farmacéutico.
Nunca se me olvida el calor de las
12 de la mañana de ese día. Y la comitiva por la calle Sevilla de vuelta a Los
Santos. La gente aplaudiendo, atemorizada, o escondida tras los visillos. Y la
cuerda de presos, atados en grupos de siete u ocho, con las caras desencajadas:
Antonio Amaya, Ángel Caño, Bárbara Bizarro, Luis Mata, Diego Luna, Paca
Infante, Luis Madroñero, la “Reverte”, Antonio Guerrero, Teodomiro Trujillo, Julián
Vitorique, los Coronel, los Montaño… Y don Rafael, el modelista, fuera de la cuerda,
pero sin querer separarse de doña Juana, la maestra, también apresada.
Recuerdo ese mediodía de hace
ochenta años como si fuera hoy. Los camiones, los caballos, las tropas… Aún oigo
el sonido atroz de las balas de los fusilamientos, que cada cinco minutos detenían
la marcha de los “conquistadores”, y veo alejarse por la carretera de Los Santos
la polvareda de la historia fatal de ese día.
[Zafra en agosto de 1936. Dibujo
de Justo Calderón]
Fue un acontecimiento atroz, ojalá algún día se pueda llevar una memoria histórica para no volver a sufrir un acontecimiento tan sangriento.
ResponderEliminarCuantas cosas nos falta por saber a lo que somos algo más jóvenes.
ResponderEliminarGracias
Yo recuerdo que mañana 8 de agosto cumple años mi querido cuñado José Antonio. Con eso me quedo.
ResponderEliminarDejad que los muertos entierren a los muertos. ¡¡ya está bien, carajo!!.
Firmado: Joaquín Seco , bisnieto de Marta Infantes, nieto de Joaquín Hernandez Lanzas y de Petronila Infantes.
Tenéis memoria histórica para lo que os interesa, demagogos hipócritas.