Las manos, como dice Tulio, nos sirven para labrar los campos, para edificar las casas, para tejer y coser las vestiduras, para la fábrica de las cosas que se hacen de madera, de piedra, de hierro o de metal. Con las manos erigimos las ciudades, los muros, los templos.
Por ellas nos proveemos de diversos y abundantes frutos para nuestro mantenimiento. Por ellas los sembrados campos nos dan esos diversos frutos, unos que se comen luego, y otros que se recogen y guardan para adelante. Por ellas nos alimentamos de los animales, así de los que andan por la tierra como de los que nadan en el agua, y como de los que vuelan por el aire, no solo cazándolos y pescándolos, sino también criándolos en nuestras casas.
Con ellas domamos las bestias: las cuales llevando y trayendo cargas, nos sirven, y nos dan fuerza y ligereza para caminar. Nosotros con las manos les ponemos yugos. Asimismo usamos del sentido agudísimo de los elefantes, y de la sagacidad de los perros para nuestro provecho.
Nosotros con ellas sacamos de las entrañas de la tierra el hierro: cosa grandemente necesaria para la labor de los campos. Descubrimos venas escondidas de acero, de plata, de oro, de que nos servimos así para el uso de la vida como para la hermosura y ornamento de ella.
Aprovechámonos de todo género de árboles, así fructuosos como silvestres: parte para calentarnos y guisar los manjares, y parte para edificar: con lo cual defendemos de los demasiados fríos y calores. La misma materia sirva para fabricar naves: por cuyo medio nos viene de todas partes abundante provisión para las necesidades de la vida.
Por el arte de navegar venimos a señorearnos de las dos cosas más violentas que hay en la naturaleza, que son el piélago y los vientos; y por este medio gozamos de muchas cosas que se traen por mar.
Es otro sí nuestro el señorío y uso de todos los frutos y comodidades de la tierra. Nosotros gozamos de los llanos y de los montes: nuestros son los ríos y los lagos: nosotros sembramos los granos para multiplicar las mieses, y plantamos los árboles: nosotros con riegos artificiales hacemos fértiles las tierras: nosotros represamos y enderezamos los ríos, y los encaminamos por las partes que nos pueden aprovechar.
Usando de la industria de las manos en las cosas naturales, hemos casi venido a fabricar otra nueva naturaleza.
(El párrafo LX de De Natura Deorum de Ciceron traducido libremente (“de paso y de memoria”) por fray Luis de Granada en su Introducción al símbolo de la fe. Reproducido por Fernando Casas en su edición de Lelio o la Amistad de Cicerón, Cádiz, 1841).
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