Hay una inevitable deformación entre cualquier hecho histórico y su relato. El paso del tiempo, el recuerdo transmitido de persona a persona, de generación en generación, crea un “ruido” inevitable en la huella que deja en el pueblo lo acontecido. Pero, además, hay una interpretación popular que el común adhiere a toda historia, una lectura de los hechos desde la mentalidad de la época. Y, finalmente, junto a esta literatura popular, a veces es la literatura de autor la que se interpone entre una historia y su recuerdo, dejando una pista “falsa” sobre la memoria de los hechos.
Los casos son numerosos. Me detendré en uno que creo significativo: Mariana Pineda. Acabo de leer la biografía que Antonina Rodrigo dedicara hace varias décadas a este personaje casi mítico del liberalismo español del siglo XIX. En la memoria popular es reconocida como la mujer que fue ajusticiada por Fernando VII por haber bordado una bandera revolucionaria.
La primera confusión está en la bandera. Se ha dicho que era la “bandera de la libertad”, y es cierto, aunque más exacto sería decir que era una de ellas. Porque no por eso puede asimilarse, como muchos hacen, a la bandera tricolor, la republicana, inexistente en 1831, cuando es asesinada Mariana. La enseña era “un tafetán morado del ancho de dos paños y largo algo más de dos varas y tercio con un triángulo verde en medio” en el que se iban a escribir las palabras libertad, igualdad y ley. Era, pues, una bandera con simbología masónica, no republicana. En este primer caso la confusión es popular. En cada época la gente ha querido que la bandera de Mariana Pineda fuera la de su tiempo, aunque eso supusiera incurrir en un anacronismo.
La segunda confusión se refiere al papel de la protagonista. Mariana Pineda nunca bordó la bandera. No sabía bordar. Encargó la tarea a dos bordadoras. La bandera se encontró en su casa porque las mujeres a quienes había encomendado la labor la traicionaron y se la devolvieron a medio hacer para que la policía la encontrara en su domicilio. Pero ella no bordó ninguna bandera. Esta confusión sí es ya literaria. Y la primera responsabilidad es de los romances que circularon por España desde el momento de su muerte:
Marianita se volvió a su casa.
La bandera se puso a bordar,
la bandera de los liberales,
la bandera constitucional.
Y después la confusión se fija definitivamente debido al drama Mariana Pineda, de Federico García Lorca:
Don Pedro vendrá a caballo
como loco cuando sepa
que yo estoy encarcelada
por bordarle su bandera
Será también Federico el principal responsable de la tercera confusión, que atañe al meollo mismo de la historia. Según la obra de teatro, Mariana actuaría por amor a Pedro Sotomayor, uno de los conspiradores. Pero la verdad histórica es que no actuó por amor, como quiso el poeta, sino por motivaciones políticas. Era una activista liberal, una revolucionaria, y para explicar su actuación no le hacía falta otra razón que la ideológica.
La figura de Mariana Pineda fue transformada en el imaginario popular para adecuarla a la mentalidad de la época. Aunque la verdad histórica es que no fue bordadora ni sus actos los hizo por amor, la mentalidad obligaba a que toda mujer que intervenía en una historia como ésta lo hiciera desempeñando alguna de sus tareas tradicionales y por razones no estrictamente ideológicas. Federico, al crear su magnífica obra literaria desentendiéndose de la historia y siguiendo la tradición popular, contribuyó a tergiversar la verdad de los hechos y a crear una pista falsa sobre su memoria. Mariana Pineda no fue una bordadora enamorada de un revolucionario, sino ella misma una revolucionaria. Una heroína a la que no le hacía falta héroe alguno.
Ya que menciona la bandera republicana. ¿Sabe usted algo de su historia? En el Libro Palabra como Puños de Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío (entre otros)nos hablan de ella. No se, quizás digan la verdad. También Del Rey dice que la derecha no paralizó la reforma agraria si no todo lo contrario la impulsó.
ResponderEliminarpos así toito en lo relativo a "saberes" del pasado..., ¡contra, si uno pierde hasta el punto donde dejó el tabaco esta mañana! (aun sin fumar)
ResponderEliminarMe gusta más la historia verdadera que la popular.Tiene su lógica ya que, como dices, era impensable que una mujer en aquella época se saliera de los cánones que la sociedad le había marcado.Quizás la interpretación popular fuera interesada por si cundía el ejemplo de un amujer libre y dispuesta a morir por su idelogía.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por aclarar la historia de esta mujer que en aquella época murió por sus ideales.
ResponderEliminarQuizás, la interpretación popular, fue interesada no fuera a ser que cundiera el ejemplo de esta gran mujer.
Un saludo
Enhorabuena por el artículo... sin duda puede sacar a mucha gente del error, de confundir la literatura con el hecho histórico... Te tomo prestado el artículo (con tu permiso, si puede ser). Lo puedes encontrar en: http://almagacen.blogspot.com.es/2012/10/mariana-pineda-no-sabia-bordar.html
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