Es difícil escribir sobre la guerra civil española. Más difícil aún si lo que se escribe tiene parte de ficción, porque hay muchos con la escopeta tan cargada que la disparan aunque uno hable de realidades. Y escribir sobre 1936 con brillantez es lo que ha hecho Juan Carlos Fernández Calderón en su novela “Fuego amigo”, merecidamente galardonada con el X premio Hontanar de Narrativa Breve que se otorga en Ponferrada por la editorial de ese nombre. Y lo ha hecho con ficción, pero a partir de un hecho real, como casi todos los relatos.
Un terrateniente refugiado en Badajoz huyendo de los izquierdistas acaba muerto por sus liberadores, los magrebíes que acompañaban, como tropa de choque, a los sublevados. El caso es extraño (los de Franco no solían matar terratenientes) pero, en su singularidad, el escritor vio una oportunidad literaria y no sólo la ha aprovechado sino que ha extraído de ella todo el jugo posible. A partir de esa sorpresa final, que se anuncia ya en el título, el escritor imagina los hechos previos con una notable solvencia literaria.
Estamos ante alguien que conoce bien la historia de la guerra, porque salpica el texto de menciones improbables sin lecturas sobre la España de los años treinta. Pero además de saber lo que ocurrió, sabe contarlo. La narración conduce al desenlace con certeza descriptiva, manejando bien el lenguaje. Aunque hay algún momento en que parece que va a desbocarse en adjetivaciones, domeña bien la tentación al exceso y lleva el corcel de la palabra por el camino de la precisión sin adornos.
De fondo, Juan Carlos Fernández Calderón ha sido incapaz ―y eso le honra― de evitar que se advierta lo que piensa: que huye de los clichés ideológicos, que nunca da por supuesta la ideología de nadie, que no cree en las dos Españas. No obstante, estamos ante una de esas novelas de la guerra civil escritas lo suficientemente bien para que nadie cuestione el argumento, aunque este tampoco sea cuestionable.