El gusto de los artistas contemporáneos por los títulos descriptivos es el reverso de la abstracción de la mayoría de sus obras. Si yo lo fuera titularía como lo he hecho este artículo sobre mis andanzas de los últimos días. El domingo pensaba en esa idea durante la visita ―uno más entre centenares de personas hormigueando en las salas― a la enorme exposición de Picasso en el Reina Sofia. Acababa de ver en el mismo edificio La noche española, una magnífica muestra sobre flamenco, vanguardia y cultura popular en España de 1865 a 1936. Y el día había empezado haciendo cola a las nueve y media en la puerta del Museo Thyssen-Bornemisza para ver Modigliani y su tiempo.
No sólo el domingo fue un día “artístico”. Desde que salí de Zafra ―hace ya una semana― casi toda mi actividad ha girado en torno al arte. Antes del fin de semana, visité una vez más por razones profesionales Cidade da Cultura, en el monte Gaias de Santiago de Compostela y recorrí los inmensos espacios blancos, aún a medio construir, creados por Peter Eisenman. Me acerqué a la sala Trinta de la capital gallega para ver La Visita de la Ciudad del portugués André Guedes. Una original exposición sobre la experiencia de traslado el 10 de noviembre de 2006, y sólo durante 24 horas, de la estatua del político liberal Montero Ríos desde la plaza de Mazarelos a la del Obradoiro. Y durante todos estos días he tenido el gustazo de acompañar ―en reuniones y comidas, tanto en Santiago como en Madrid y junto a otros amigos y compañeros de trabajo―, a algunos de los pesos pesados de los centros de arte contemporáneo español y latinoamericano: Ivo Mesquita, director de la Bienal de Sao Paulo; Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid: José Miguel Ullán, poeta y ensayista; José Luis Blondet, comisario del Boston Center for the Arts, y José Guirao, director de la Casa Encendida de Madrid.
Mañana vuelvo de nuevo al sur con la cartera al hombro y más cargados ambos.
No sólo el domingo fue un día “artístico”. Desde que salí de Zafra ―hace ya una semana― casi toda mi actividad ha girado en torno al arte. Antes del fin de semana, visité una vez más por razones profesionales Cidade da Cultura, en el monte Gaias de Santiago de Compostela y recorrí los inmensos espacios blancos, aún a medio construir, creados por Peter Eisenman. Me acerqué a la sala Trinta de la capital gallega para ver La Visita de la Ciudad del portugués André Guedes. Una original exposición sobre la experiencia de traslado el 10 de noviembre de 2006, y sólo durante 24 horas, de la estatua del político liberal Montero Ríos desde la plaza de Mazarelos a la del Obradoiro. Y durante todos estos días he tenido el gustazo de acompañar ―en reuniones y comidas, tanto en Santiago como en Madrid y junto a otros amigos y compañeros de trabajo―, a algunos de los pesos pesados de los centros de arte contemporáneo español y latinoamericano: Ivo Mesquita, director de la Bienal de Sao Paulo; Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid: José Miguel Ullán, poeta y ensayista; José Luis Blondet, comisario del Boston Center for the Arts, y José Guirao, director de la Casa Encendida de Madrid.
Mañana vuelvo de nuevo al sur con la cartera al hombro y más cargados ambos.
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