viernes, 27 de abril de 2007
El hombre del chelo
viernes, 20 de abril de 2007
Iñaki Martínez
Me mandó un correo un día del año 2003. No nos conocíamos de nada. Él había visto desde su casa en Mallorca uno de los documentales del programa Treinta minutos de la Televisió de Catalunya (TV3). Se trataba de Las fosas del silencio, un reportaje de los periodistas Ricard Belis y Montse Armengol sobre la represión franquista, que estaba dedicado en parte a Zafra y del que fui asesor histórico. En una de las entrevistas había escuchado el relato de uno de los casos más espeluznantes de la guerra en la ciudad, la muerte de Juana “la Maestra” y de su marido Rafael “el modelista”, que no quiso separarse de ella en el momento del fusilamiento y murió a su lado.
Al escultor Iñaki Martínez (Barcelona, 1968) le sobrecogió la historia y desde Mallorca quiso saber más. No sé cómo consiguió mi dirección de correo electrónico. Le envié más datos de esos asesinatos.
La cuerda de presos, atados en grupos de siete u ocho, sale de la plaza detrás de la columna. La comitiva abandona la ciudad y se encamina hacia la carretera de Los Santos. Los vecinos, atemorizados, se asoman por las ventanas. Junto a los presos atados, al lado de la columna, camina un hombre desencajado. Es Rafael Hilario Torreglosa, un menorquí modelista de los talleres de Pons. Al enterarse de que a su mujer, Juana Soler, conocida como Juana «la Maestra», la habían detenido fue a preguntar al Ayuntamiento qué iba a ser de ella. Uno de los militares le contestó que iban a fusilarla. Desesperado, le dijo al militar que entonces él tampoco quería vivir, que no era nadie sin ella, que prefería la muerte. El oficial le comentó con crueldad: ¡Ah!, por mí no hay inconveniente, te vienes con nosotros y cuando llegue el momento ¡¡Pum!! y ya está. La columna no se detiene y sale de Zafra. Rafael camina como un autómata al lado de su mujer hacia Los Santos bajo el espantoso calor de ese mediodía agosteño. Cada cierto trecho el comandante ordena sacar de la cuerda a un grupo de siete presos y los fusila al lado de la carretera. Uno de los últimos en colocarse frente al piquete, ya subiendo la cuesta de San Cristóbal, es el grupo de doña Juana. Rafael se sitúa al lado de su mujer y cae también acribillado por las balas
En manos de Iñaki la historia de Rafael y de Juana, que habían llegado a Zafra precisamente desde las islas Baleares, se convirtió en el proyecto de una obra escultórica de seis metros de altura titulada «El Abrazo». Después el Ayuntamiento de Zafra adoptó una reproducción de esa escultura como estatuilla del premio de novela Dulce Chacón. En 2004 la obtuvo Adolfo García Ortega y en 2006 Ignacio Martínez de Pisón. El escultor estuvo en Zafra la primera vez que se entregó.
Estos días la prensa ha desvelado otra de las facetas de este hombre singular: las regatas. Y es que además de escultor, Iñaki Martínez es regatista del "Desafío Español" en la Copa de América. Todo un tipo.
miércoles, 11 de abril de 2007
Cuando éramos incorrectos
lunes, 9 de abril de 2007
Tanta raza aburre
Y de Galicia a Euzkadi, donde me encontré con Eva, con Juan y con Carmen Peláez. Tres días de paseo por las calles de Bilbao y Vitoria, de visita en Guernika y Bermeo y viendo el Cantábrico desde el Machichaco. El Guggenheim, que no lo conocía, es espectacular: el continente contenido. Y espectacular también la muestra de obras de Anselm Kiefer que ahora alberga. En esas tierras estuvimos con mi pastelero favorito, Jordi Pedrosa, de la dulcería Arrese, que vino con trufas de coñac (ah, la dieta) y con quien comenté historias de Bilbao y de la guerra.
Por cierto, tras mi paso por el País Vasco sigo siendo incapaz de distinguir entre el nacionalismo oprimido y el nacionalismo opresor. Con todos mis respetos, eso de la nación me suena a la vieja añagaza de la burguesía de exacerbar las diferencias territoriales para ocultar las de clase. Como dice mi Eva, tanta raza aburre.
domingo, 1 de abril de 2007
La mano
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor hermoso.
(…)
Pero, sobre todo, con la palabra mano me acuerdo del bellísimo ensayo de Friedrich Engels, El papel del trabajo en la transformación del mono al hombre, que escribiera en 1876 y que leí en las Obras escogidas de Marx y Engels editadas por la editoral Progreso de Moscú. Son dos volúmenes que aún conservo, encuadernados en tela rosa, y que compré a finales de los setenta en la librería Vicente, de la plaza grande de Cáceres. La belleza de la inteligencia:
Antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo por la mano del hombre, debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en comparación con él, el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se había dado ya el paso definitivo: la mano se hizo libre y podía adquirir ahora cada vez más destreza y habilidad; y esta mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de generación en generación. Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de él.