Hace un año y diez días que murió Maurizio Catani. Desde hace semanas le daba vueltas a publicar aquí el artículo que le dedicamos en Hoy y El Periódico Extremadura Luciano Fernández y yo. Sirva de reiteración de nuestro afecto.
Fue en París, el pasado 3 de octubre. Un fallo cardíaco en el que culminaba una tortuosa enfermedad ha acabado con la vida de Maurizio Catani, antropólogo italiano que dedicó parte de su trabajo a la investigación etnográfica en Extremadura.
Nacido en Roma en 1937, Catani vivía desde 1961 en Francia, donde hace tres años se jubiló como miembro del Museo de Artes y Tradiciones Populares de Paris. Doctor en Sociología por la Universidad René Descartes, fue docente de ese centro durante años y profesor visitante de las Universidades de Nápoles y Bruselas. Consultor de la UNESCO, realizó viajes y estancias profesionales en Guadalupe, Italia, Brasil, Argelia, Marruecos y Túnez, dictando conferencias y publicando artículos en revistas italianas, francesas, belgas y españolas. Interesado en la historia de la vida social, en la transmisión de conocimientos entre generaciones y en los procesos de alfabetización de inmigrantes, escribió varios libros sobre estos temas entre los que destaca Tante Suzzane, une histoire de vie sociale, publicado en colaboración con S. Mazé en Paris en 1982.
Pero desde hacía más de veinticinco años la actividad intelectual de Maurizio Catani, y una parte notable de su vida, estaba centrada en Extremadura, que visitaba cada pocos meses. De 1982 a 1984 fue profesor asociado de la Universidad de Extremadura y por esas mismas fechas comenzó a interesarse vivamente por la comarca de Las Hurdes, de la que publicó en 1989, y como uno de los cuadernos populares de la Editora Regional, la obra La invención de Las Hurdes. Una sociedad local centrada en sí misma. Allí impulsó el Centro de Documentación de Las Hurdes e hizo decenas de sus peculiares entrevistas en las que indagaba sobre las fiestas, las comidas antiguas o los oficios.
Si su interés por lo extremeño comenzó en el norte, por Las Hurdes, durante el último decenio lo trasladó al sur, a la comarca extremeña de Tentudía, donde participó en el proyecto “Memoria colectiva de Tentudía” y sobre la que publicó su último libro, Comer en Tentudía, una aproximación etnográfica a la comida y a los hábitos de vida de las gentes de la comarca en los últimos setenta años. Su conocimiento de la realidad extremeña le llevó a coordinar la Oficina Etnográfica de Extremadura de 2001 a 2003, último empeño de Catani en estas tierras.
Maurizio fue un hombre escéptico pero a la vez profundamente interesado por lo que le rodeaba; un intelectual pero también un hedonista, siempre con los sentidos alerta. Sólo hubo una excepción en esa personalidad dual: Extremadura, a la que dedicó un afecto sin alternativa.
Me uno al recuerdo de Maurizio con quien compartímos numerosos momentos entrañables. Era un hombre especial, altivo y egocéntrico al tiempo que tierno y delicado. Cuando nos visitaba en Zafra, y esto ocurría con mucha frecuencia pasando largas estancias en casa de Jose Mari, disfrutaba con la buena comida de la que era un entusiásta (adoraba las setas, la chacina y el buen vino, los corazones de obispo o los cubiletes reales de las Claras le volvían loco), sin duda los excesos gastronómicos le pasaban factura a causa de sus dolencias, pero hacer lo que le daba la gana y si era posible trasgrediendo todas las normas de prudencia gastronómica le gratificaban. Aún lo veo paseando entre las encinas de "Las Golondrinas" donde lo conocí. Allí, bajo la palmera, discutía sin cuento bien con mi padre, con Jose Mari o contra cualquiera que pasara y dijera algo que le pareciera inoportuno. Muchos buenos ratos disfrutando de su magisterio y de sus excentricidades, las de un hombre que no pasó desapercibido y de quien guardamos muchos y entrañables recuerdos. Un abrazo Catani.
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