En la red hay quien reduce la libertad al anonimato. Estoy de acuerdo si se refiere a transitar sin control por donde a uno le plazca. Pero hay quienes reclaman el anonimato para insultar sin que nadie les identifique. Sé que el asunto es espinoso y que afrontarlo así puede resultar políticamente incorrecto, pero creo que la libertad de ofender bajo seudónimo es la misma libertad que la de hacer pintadas en las paredes o la de enviar por correo postal denuncias sin firma: una libertad meramente mecánica. En un sistema democrático la que debe interesar es la otra libertad, la que se ejerce con responsabilidad y a cara descubierta.
Digo esto porque en Extremadura comienzan a proliferar los blogs anónimos de opinión política dedicados a propalar todo tipo de mentiras, rumores e injurias, la mayoría contra el gobierno regional. En un país de libertades la opinión política agazapada bajo un seudónimo debería ser siempre opinión sospechosa. Más aún cuando —barrunto— esas bitácoras no son más que instrumentos partidarios alentados —y hasta redactados— desde sedes de partidos políticos con la intención de minar al adversario mediante procedimientos distintos a los reiteradamente fracasados métodos electorales.
Aunque la rúbrica no es garantía completa de responsabilidad —basta con leer a cierto buido columnista de la prensa regional—, la opinión firmada suele obligar a más que la anónima. Por eso el deseo de que crezca la opinión ciudadana en Extremadura no puede separase de la exigencia que sea opinión sin antifaz, pues en otro caso quienes la ejercitan adoptan una apariencia propia de delincuentes: la de enmascarados de la política.
Digo esto porque en Extremadura comienzan a proliferar los blogs anónimos de opinión política dedicados a propalar todo tipo de mentiras, rumores e injurias, la mayoría contra el gobierno regional. En un país de libertades la opinión política agazapada bajo un seudónimo debería ser siempre opinión sospechosa. Más aún cuando —barrunto— esas bitácoras no son más que instrumentos partidarios alentados —y hasta redactados— desde sedes de partidos políticos con la intención de minar al adversario mediante procedimientos distintos a los reiteradamente fracasados métodos electorales.
Aunque la rúbrica no es garantía completa de responsabilidad —basta con leer a cierto buido columnista de la prensa regional—, la opinión firmada suele obligar a más que la anónima. Por eso el deseo de que crezca la opinión ciudadana en Extremadura no puede separase de la exigencia que sea opinión sin antifaz, pues en otro caso quienes la ejercitan adoptan una apariencia propia de delincuentes: la de enmascarados de la política.
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