sábado, 21 de enero de 2006

Tierno


Días antes había preguntado a algún señor con transistor en la Plaza de la Villa cómo iba el asunto. Yo vivía entonces en la calle del Príncipe, y bajé hasta la puerta del Ayuntamiento, donde se congregaban —inquietos— los más adeptos. Después de conocer el coloquial parte médico no supe qué hacer allí y me fui a beber cerveza a mi barrio, a la cervecería Alemana, en la plaza de Santa Ana. Como siempre salía solo, siempre iba con un libro. Y escribía en ellos al mismo tiempo que los leía; costumbre que aún conservo. De entonces data un dicho: nos morimos todos igual pero no iguales. Once años antes había muerto Franco y yo con 14 —en medio de un examen de Física de 6º— despertaba a mi padre porque me parecía que aquello era grave. La gente lloró mucho pero también descorchó mucho champán —luego lo supe. Con Tierno Galván, sólo lloró. Después dijeron que no nació en Soria, que no vivió en Valdevellano de Tera, que nunca fue perseguido por los vencedores de la guerra... (lo dijo César Alonso de los Ríos, otro pío pío). Pero, más allá de alguna duda, fue un tipo magnífico, un intelectual brillante y un alcalde que logró lo máximo: personificar la ciudad que preside; ser su símbolo.
Dos días después —el 21 de enero de 1986— bajé hacia Cibeles desde Maudes y Cuatro Caminos con mis compañeros de trabajo, mis amigas y amigos. Nunca he ido a un entierro con tanta devoción. Delante del Palacio de Correos pasó la carroza negra y pasaron los caballos, también negros. Y pasó Tierno. Como dijo el maestro Lázaro —por cierto, su compañero en la prehistoria política de la Asociación Funcionalista Europea— no hubo nadie que le excediera en buena crianza y urbanidad.

1 comentario:

  1. Por lo que veo fue todo un personaje. Por acá tienen algunas costumbres mortuorias de lo más variadas. Algunos pasean a sus muertos, dentro de sus féretros, por las calles aledañas a su vivienda, a manera de despedida o último paseo. Una pocas cuadras con el cortejo fúnebre a pie. Luego enrumban al cementerio ya dentro de la carroza. Otros pueblos, los de la sierra, los velan durante tres o cuatro días con las más singulares fiestas, en las que se bebe, come y baila lo que al difunto le gustaba en vida.
    saludos.

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