Siempre leo con buenos ojos los
artículos del académico de la Lengua Pedro Álvarez de Miranda. Es buen amigo de
mi hermano Miguel Ángel y eso basta para que tenga mi atención. Pero, no me ha
gustado el que publicó ayer en
El País, titulado
“¿Una Constitución ‘bigénero’?”.
No acabo de entender esa
resistencia numantina, en aceptar ciertas fórmulas que la gente reclama, de
quienes dejan pasar al diccionario otros palabros con suma docilidad ante el gusto
de la misma gente. Para sostener su argumento menciona tres ejemplos,
llevándolos al extremo, que parece ser el único recurso para la impugnación del
lenguaje inclusivo:
·
La fórmula dice: “Don
Juan Carlos I, rey de España, a todos los que la presente vieren y
entendieren...”. ¿Habría de decir: “... a todos los que y a todas las que la
presente vieren...”?
·
El Preámbulo comienza:
“La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la
seguridad y promover el bien de cuantos la integran...”. ¿Habría de decir “...
promover el bien de cuantos y cuantas la integran”?
·
Se proclama después la
voluntad de la nación de “proteger a todos los españoles y pueblos de
España...”. ¿Debería decir ahora “proteger a todos los españoles y todas las
españolas y pueblos de España...”?
¿Es
necesario seguir? El resultado sería de una farragosidad grotesca. Y lamento
tener que utilizar una vez más para este asunto el procedimiento dialéctico de
la reducción al absurdo. No encuentro otro más útil. Al menos para con quienes
quieran avenirse a razones.
¿Estoy equivocado o dos de los ejemplos que menciona
podrían resolverse de manera inclusiva sin recurrir al desdoblamiento?
·
“Don
Juan Carlos I, rey de España, a quienes la presente vieren y entendieren...”.
·
“La
Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y
promover el bien de todas las personas que la integran...”
Y, en el último caso, asumiendo sin demasiados problemas
ese desdoblamiento:
·
Se
proclama después la voluntad de la nación de “proteger a los españoles, a las
españolas, y a todos los pueblos de España...”.
Creo que reducir el lenguaje
inclusivo al desdoblamiento es argucia de polemista. Entiendo que lo inclusivo consiste en no elevar a sacrosanto el pretendido carácter genérico
del masculino y en saber que cada texto tiene su tono y su público. No es lo
mismo un poema (en el que el desdoblamiento es ridículo) que un discurso ante
un auditorio con hombres y mujeres, en el que sería estúpido (y hasta ofensivo)
insistir en el “señores”. En medio hay un montón de tipos de textos que deben
escribirse, como siempre, con sentido común y según los casos.
En fin. Hay quienes actúan como si el lenguaje fuera lo
único objetivo de la existencia humana, lo único no sometido a condicionante alguno, en su caso los miles de años de
preeminencia del hombre sobre la mujer. A ver si nace un cuarto “filósofo de la
sospecha” que, tras Marx, Nietzsche y Freud, desenmascare de una vez por todas, ya no los intereses
económicos que afectan a la conciencia, la falsa moral o el influjo del
inconsciente, sino el poso de la cultura machista en el lenguaje, que no es más
que un palimpsesto de la sociedad que lo crea.
Ahora bien, ninguna de estas polémicas merece el cariño de
un amigo… ni de una amiga. Faltaría más que por estas cosas nos jugáramos los
cuartos de los afectos.