viernes, 30 de noviembre de 2007

¡Vivamos como galegos!



Ese es el grito final de este video que arrasa entre los internatutas gallegos y de un anuncio que tiene "envilmada" a la mitad de Galicia. Una promoción de la cadena de hipermercados GADIS convertida en un fenómeno social de reivindicación de la tortilla gallega, de la lluvia, del fútbol de la tierra y de la aldea. Un domingo sin aldea "no e un domingo", dice el anuncio. Me resulta curiosa esta manera cachonda y optimista de mirarse a sí mismos, tan distinta de los golpes de pecho y del desprecio mutuo que prodigamos en otras tierras. Es cierto, deberíamos vivir como galegos... En fin: reflexiones de un extremeño desde A Coruña.

martes, 27 de noviembre de 2007

La ternura de una historieta


Mi amigo Javier prefiere llamarlas “historietas” y no “comic”. Esta mañana, mientras amanecía, he ido leyendo en el tren una de ellas: el segundo volumen de Persépolis, una crónica autobiográfica de Marjane Satrapi en la que relata su infancia y adolescencia en el Irán de comienzos de los ochenta del siglo pasado. La intransigencia religiosa del islamismo más fundamentalista iraní en plena guerra con Irak. Me dicen que ya la han convertido en película.

Casi al final del cuaderno me topo con una viñeta que me conmueve. La joven Marjane observa a su abuela mientras ésta se desnuda y advierte que le caen jazmines de los pechos.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Tiempo perdido


El viernes 16 de noviembre estuve en Badajoz en una mesa redonda con los otros tres ganadores del premio Arturo Barea: Gregorio Torres Nebrera, Cayetano Ibarra y Moisés Domínguez. Este último, con la intención según dijo de “dinamizar la mesa”, me recriminó públicamente ―sin que viniera a cuento― que en La amargura de la memoria hubiera denominado carro de combate al blindado que entró en Zafra el 7 de agosto de 1936, y llegó a insinuar que yo había dicho en mi libro que esa tanqueta cañoneó Zafra. Le dije que me parecía bien que pretendiera animar el cotarro pero no que lo hiciera a mi costa, y que no pensaba tener ninguna discrepancia con él allí sobre el asunto. Efectivamente, me equivoqué en el libro al utilizar los términos “carro de combate” para lo que no fue más que un blindado. En modo alguno pretendía así dar una impresión de mayor poderío al ejército que invadió la ciudad. Consideré, erróneamente, sinónimos ambos nombres. El blindado que entró en Zafra no era más que una furgoneta con cuatro chapas. En la segunda recriminación fue Moisés Domínguez el equivocado, ya que nunca en mi libro he dicho que desde el blindado se cañoneara la ciudad, pues los proyectiles partieron de la batería de 75 mm. que iba con la columna.

De todas maneras, me da la impresión de que hay algunos que cuando se señala la luna miran el dedo o que cuando se habla de los asesinatos y de la represión están más interesados en averiguar el tipo de arma utilizada. Más que historiadores, parecen expertos en archiperres.

Tras la mesa redonda se presentaba el libro que había ganado la última edición del Arturo Barea: Tiempo perdido. La guerra civil en Almendral (1936-1939), que yo suponía del propio Moisés Domínguez. Pero la sorpresa fue saber que el libro, aunque en su momento fue presentado en solitario al premio, lo firmaban otras dos personas, una de ellas miembro del jurado que le había concedido el galardón. La explicación de los hechos que se da en el prólogo es confusa y nada convincente:

Es preciso aclarar que inicialmente se concedió el galardón a Moisés Domínguez Núñez, por su trabajo Guerra Civil en Almendral. Con posterioridad, a petición de dicho autor, ante la ingente documentación que se ha descubierto sobre la contienda en esa localidad después de haber culminado su investigación, que en nada empaña el trabajo original, sino todo lo contrario: lo enriquece notablemente, solicitó la colaboración de los otros dos autores, Francisco Cebrián y Julián Chaves, que correspondieron afirmativamente a su llamamiento.

Digámoslo claro: que no estuviera presentable para su publicación es la única explicación verosímil para que un libro, con cuyo original una persona ha resultado premiada en un concurso, acabe finalmente firmado por tres. Según parece ha hecho falta la participación de estas otras dos personas para dejar el texto en estado de revista. Y si es así supongo que el texto original no lo estaba suficientemente. Mi pregunta es: ¿si la obra tenía tales deficiencias que no podía publicarse sin más, por qué fue merecedora del premio? ¿Quizás para evitar el descrédito que temían los patrocinadores de haberlo dejado desierto? Creo que hay más riesgo de descrédito si un premio como este se otorga indebidamente.

No dudo de la buena voluntad de todos: Moisés Domínguez, convencido de que así saldría un mejor libro; Francisco Cebrián y Julián Chaves, deseosos de colaborar en el mejor acabado posible de la obra, y los organizadores del premio, con ganas de que los libros que salgan con su sello tengan la calidad deseable. Pero la buena voluntad no enmascara los errores. Y este es uno de ellos. Flaco favor se hace al Arturo Barea con estos mejunjes y menos aún se lo hacen las personas involucradas. Si alguien gana un premio con un texto, debe ser esa persona quien firme su publicación. No hay vuelta de hoja; cualquiera que le demos es también tiempo perdido.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La mina y la plaza de Almadén

Nunca había bajado a una mina y tampoco había dormido en el recinto de una plaza de toros. Las dos experiencias las tuve ayer en Almadén (Ciudad Real). Sólo había estado aquí hace veintitantos años, dando un curso de promoción de Universidades Populares cuando aún éste era el pueblo minero por antonomasia.

Lejano ya el esplendor de la mina, las instituciones y la población se empeñan en abrir otras fuentes de riqueza. He vuelto para ver las distintas actuaciones museísticas en torno al denominado Parque Minero de Almadén que se inaugurará a comienzos del año próximo. El Centro de Interpretación de la Minería, el Museo del Mercurio, la Cárcel de Forzados, el Museo del Hospital de Mineros, el Colegio de Hijos de Obreros, el Centro de Visitantes… forman un conjunto que se completa con la bajada al primer nivel de la antigua mina de mercurio, a cincuenta metros bajo suelo, donde se recrean algunas de las durísimas condiciones de trabajo de los mineros.

Abajo hay un goteo incesante de agua de lluvia filtrada. Escucho las explicaciones de Juan Altieri y de Bea García ―dos de los museólogos y técnicos que más talento han dejado en estos espacios―, y se me vienen a la cabeza otros lugares de España ―hay muchos― donde el trabajo no sólo provocó sudor, sino también sangre; sitios que contribuyeron a crear riqueza a través del trabajo forzado de quienes pagaron así su “desviación” ideológica o social: el antiguo campo de trabajo de Los Merinales, en Sevilla, donde estuve hace un par de semanas, o la mina de wolframio de Fontao, en Galicia, que visitaré a comienzos del mes que viene. En esos sitios se escenificó el tortuoso tránsito entre los esclavos y los asalariados.

Por la noche duermo en un hotel edificado sobre las antiguas casas de mineros que formaban la exagonal plaza de toros de Almadén. Afuera sigue la lluvia y, entre sueños, se me hace estar aún abajo, junto a la riqueza antigua y la indignidad.
A Diego Espinosa, en devolución de un presagio

domingo, 18 de noviembre de 2007

Cuarta Plata

Hace ya un mes, el día 20 de octubre, nos juntamos en Cáceres treinta y tantos compañeros y compañeras de la Universidad para celebrar el veinticinco aniversario del final de la carrera. La Cuarta Plata, las bodas de plata de la cuarta promoción de Geografía e Historia de la Universidad de Extremadura (1977-1982). He retrasado el comentario en el blog porque no tenía ninguna imagen con qué ilustrarlo. Ya me ha llegado y la inserto aquí acompañada de otra de entonces (1978). Algunos estamos en ambas, aunque tan cambiados que parece que no. Más allá de inconvenientes fisionómicos, me resulta significativa la composición general de cada una de las imágenes: el desorden y el orden, el desdén indumentario y la estética atildada, la movilidad y el hieratismo...

La mayoría ejerce la docencia: al menos cuatro se quedaron en la Universidad y son hoy profesores de Historia y otros muchos, de instituto. Además hay varias bibliotecarias y empleados de museos. Esos y algún otro como yo tenemos profesiones relacionadas con la carrera. Pero también hay empleados de ayuntamientos, funcionarios de prisiones, trabajadores de organismos públicos y de empresas privadas… "Humanistas" nos llamó Luis Merino, el decano de Letras, en el acto que se celebró por la mañana en la Biblioteca, junto a la Facultad. No sé si somos humanistas, pero sí humanos. Y no es ninguna obviedad. No en todos sitios te encuentras tanta cercanía tras tanto alejamiento.

Fue un día fantástico, sí. Porque alguien puede pensar que de este tipo de encuentros no sale nada bueno, que uno se topa con personas extrañas en la que ya no reconoce a los antiguos amigos. No fue así. Parecíamos los mismos. Sobre todo ellas. Hubo muchas risas y algún llanto emocionado. Era como si nos asomásemos a nuestro propio pasado y eso genera alegría y tristeza. Al final, nos despedimos con la satisfacción de haber comprobado que ―después de cinco lustros― la confianza y el afecto siguen vivos. Tengo la sensación de haber recuperado a treinta y tantos amigos y amigas.

sábado, 10 de noviembre de 2007

"Un momentín..."



Quiero dejar aquí escrita mi opinión antes de que, a partir de mañana, empiece a condicionarme la ajena. La resumo:
- Chavez no es un ejemplo de corrección política, pero tampoco lo es la actuación de las empresas españolas en Venezuela.
- Aznar no es un fascista. Fue el presidente de un gobierno elegido democráticamente, pero hay que joderse con algunas de las cosas que hace y dice.
- Zapatero ha hecho bien saliendo en defensa de su antecesor, pero hay que evitar tantos problemas y desaires en el exterior.
- El rey ha perdido los papeles, y nunca mejor dicho. Sin pero.

De cualquier manera, todo lo que digo no tiene ninguna importancia y demuestra una vez más mi escasa sintonía social. Mañana los nervios del rey serán elevados a la categoría de brío patriótico; Aznar, convertido en víctima; Chavez, en el único bribón, y lo de Zapatero, silenciado.

En fin, lo mejor ha sido la indicación de Zapatero al rey en plena trifulca: "un momentín..."

La mujer y el fraile


Hay una historia de mi infancia que nunca he logrado reconstruir del todo y por eso tampoco he sido capaz de olvidarla. Tenía unos catorce años y, no sé cómo, traté durante un tiempo a una ricachona bohemia y a un fraile. Ambos ya eran mayores. Ella era una mujer enjuta, solitaria, fumadora, llena de joyas, viajera de un lado para otro. Cuando pasaba por Zafra se hospedaba en el Parador. A veces se le veía, acodada y bebida, en las barras de los bares de la plaza Grande. Él era un viejo misionero claretiano que, tras muchos años en América y África, vivía entonces en el convento de El Rosario.

A los tres nos unían los sellos. Y nos reuníamos para intercambiarlos en una de las estancias del cenobio. Recuerdo vagamente alguna conversación de política (eran los últimos meses del franquismo) y una referencia al asesinato de John F. Kennedy (que el fraile atribuía a su condición de católico). Ambos me trataban como si yo fuera un adulto y me contaban algunas de sus peripecias por el mundo. Tras varios encuentros, aquella relación se acabó y nunca más supe de ellos.

La historia es extraña y mi memoria la conserva hecha jirones. Quizá por ello nunca he sido capaz de quitármela de la cabeza. Merecería el sosiego de un recuerdo nítido. Sólo así podría olvidarla.

viernes, 9 de noviembre de 2007

iPhone (un minuto de publicidad)


Siempre me han gustado los nuevos aparatos tecnológicos. Eso sí, sólo como mero usuario. Además de dormirme diariamente enganchado a una radio con pinganillo, cambio de teléfono móvil frecuentemente, tuve una PDA ―aunque no la utilicé demasiado―, he usado mp3 y desde hace diez años no me separo de un ordenador portátil.

Nada extraño para lo que se ve hoy en día. El verdadero experto es Nacho, un amigo, que es el hombre-gadget. Es un apasionado del mundo Apple y conoce casi todos los artilugios que salen al mercado. Él fue, precisamente, quien me recomendó hace un mes que me comprara un iPhone en mi visita a N.Y. y quien me lo ha liberado para poder usarlo en España. El iPhone aún no se vende por aquí y
leo en la prensa que sólo desde ayer puede adquirirse en Alemanía y Gran Bretaña.

El aparatito se las trae. Además del elegante diseño, lo más innovador es la pantalla táctil y la existencia de un único botón de manejo. Es un teléfono, un iPod, un navegador de Internet, una agenda y, como cualquier móvil, tiene también cámara fotográfica. Lo que peor llevo es tener que escribir mensajes sin acentos ni ñ, pero seguro que ya habrá por ahí algo para evitarlo. Una excelente máquina.

lunes, 5 de noviembre de 2007

El siglo XIX en el Prado


A pesar de mis temores, cuando ayer llegué a la puerta de los Jerónimos del Museo del Prado no había cola alguna. A las cuatro de la tarde la mayoría de la gente aún apura la sobremesa. Aunque los que no lo hacen ya estaban todos dentro. Por eso pude visitar sin esperas ―aunque con apreturas― la exposición “El siglo XIX en el Prado”.

Son 95 pinturas y doce piezas escultóricas. Además de los numerosos retratos, destacan los cuadros que recrean pasajes históricos. El núcleo de la exposición es el historicismo. Aquí está buena parte de la pintura que ayudó a nuestros abuelos a imaginarse la historia de España. Y a nosotros mismos. El Madrazo de “La muerte de Viriato”, el Rosales de “Doña Isabel la Católica dictando su testamento” o el Casado de Alisal de “La Rendición de Bailén” ―por citar tres de muchos― son arquetipos visuales transmitidos junto a una interpretación tradicional de la historia. Como lo es, aunque de la historia del liberalismo, el soberbio lienzo de Gisbert “Fusilamiento de Torrijos y de sus compañeros en las playas de Málaga” a quien servirían de inspiración la recreación de los hechos de Espronceda:

Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria un desdichado día.


La exposición es soberbia y tiene sorpresas. Como el cuadro de José Jiménez Aranda “Una esclava en venta”, de encuadre inusual y de tema insólito, o casi insolente hoy en día.


Las nuevas instalaciones y la reforma de Moneo, excelentes. Un par de horas después de haber entrado, dejo el museo para coger el avión para Galicia. Eso sí, antes la cita obligada: sala 36 y “Perro semihundido”.