domingo, 30 de septiembre de 2007

Isaac Díaz Pardo


Después del pregón de Zafra me fui a Santiago de Compostela. Han sido días de trabajo intenso pero sarna con gusto no pica. Allí, tras el curro, he tenido tiempo ―quitado del sueño― para estar con amigos y conocer a gente interesante.

Aunque ni siquiera hubo vista al Obradoiro, esta estancia en Santiago no la olvidaré en mi vida. Félix Lozano se había empeñado ―y se lo agradezco― en que conociera el Instituto Galego de Información (IGI), una de las entidades vinculadas al grupo Sargadelos. Ya he hablado aquí de mi admiración por Sardagelos y por su fundador y, hasta hace poco dueño, Isaac Díaz Pardo.

Y digo hasta hace poco dueño, porque tras años de esfuerzo y después de montar una de las iniciativas de cultura y empresa más interesantes que conozco, a Díaz Pardo lo están echando de las empresas que creó. Una panda de contables ―para quienes la única variable posible para una empresa es la de la rentabilidad económica― lo han sacado fuera de la dirección de dos de las compañías que hoy forman Sargadelos (Cerámicas de Sargadelos y Cerámicas do Castro) y se ha refugiado en el Instituto Galego de Información, ubicado en un edificio que él diseñó en el Monte do Gozo de Santiago. Allí está la sede de Ediciós do Castro, los talleres de diseño y de exposiciones para las galerías Sargadelos, la secretaría del Novo Seminario de Estudos Galegos y los talleres de carpintería y mecánica necesarios para otros proyectos.

Xose Ramón Fandiño, Morris, es la mano derecha de Isaac y nos enseña el edificio donde siguen resistiendo once incondicionales del fundador. En la entrada, un cartel recuerda que llevan cuatro meses sin cobrar, maltratados por los nuevos administradores del grupo en su lucha contra Díaz Pardo. El edificio ―de diez mil metros cuadrados― da cuenta hoy sólo de un esplendor antiguo, pero sigue siendo una especie de trinchera en una lucha contra la mediocridad.

Alguna limpiadora, algún obrero con mono, varios investigadores… Entre las estancias destaca el impresionante auditorio, subterráneo y circular, donde las sillas ―diseñadas por el propio Isaac― se disponen alrededor de un escenario iluminado por un óculo central. Es el Panteón de Agripa de la cultura gallega.

Tras deambular por dependencias casi vacías llegamos a una sala con varias puertas, todas ellas abiertas. Sentado cerca de una mesa, entre libros y papeles, minúsculo, absorto en la escritura, está Isaac Díaz Pardo, 87 años, diseñador industrial, empresario, pintor, dibujante, ceramista, artista, escritor e intelectual. Lleva luchando y creando desde que le mataron al padre en el año 36. Junto a Castelao, es el hombre más relevante de la historia de Galicia. Cuando me lo presentan, le agarro la mano con las dos mías y me mira a los ojos. Nunca había tenido tan viva la sensación de estar ante alguien realmente importante.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Churretín en Churretilandia


Ayer, pregón en Zafra. Por el título ya supondréis cómo fue todo. Son actos sociales, pero también emocionales. Y a mí, me va la marcha. Soy churretín y este es el principal evento del churretinismo. Disfruté de lo lindo. Gracias a quienes os habéis interesado. Ahí va el arranque del texto:


Zafra debe casi todo al ingenio de quienes la habitan. Esta frase, hallada en un periódico antiguo, me da el pie de este pregón, con cuya lectura me honráis inmerecidamente.

No hay aquí, que sepamos, riqueza alguna en el subsuelo ni nuestros campos son tan extensos y feraces como para que la dedicación primordial de sus gentes hubiera sido agrícola o ganadera. Ni yacimientos que fundaran una opulencia minera ―como la que tuvo Azuaga― ni vides u olivos ―como en Los Barros― ni corretones cerdos entre las dehesas que, sacrificados y curados como en Jerez o Monesterio, asentaran una industria agroalimentaria pujante. Poco de eso hay en Zafra. Pero a falta de riquezas naturales ―y quizá por ello― aquí siempre se ha vivido del ingenio.

Poco a poco, allá por los siglos XII o XIII, a la gente le dio por bajar de El Castellar ―ese barco sin mar que cantara Felipe Álvarez― y poblar un lugar ventilado, sí, pero de escaso término, algún agua y veranos de fuego. Fundaron una ciudad sobre el puro ingenio, porque riqueza ―salvo la belleza del sitio― no había.

El ingenio de los comerciantes, que convirtieron las plazas Grande y Chica y la calle Sevilla en el zoco del sur de Extremadura. El de los obreros, cuyas manos y pericia fueron la materia prima de la economía local. El de los profesionales, que dotaron ―a una pequeña localidad― de servicios propios de una metrópoli. El de los escritores, que elevaron Zafra a la categoría de paisaje literario. Y el de la gente común y corriente, afanada en lo suyo pero sabedora de nacer y vivir en un lugar con encanto, en una ciudad con chispa.

Porque en Zafra hemos hablado mucho de duques y condes. Se ha historiado la plácida existencia de conventos e iglesias. Se ha seguido de cerca la vida de los poderosos. Pero casi nada se ha dicho de la gente común, de los desposeídos, de quienes sacaban adelante la vida sin más ayuda que la maña y la voluntad de Dios. Y ellos son los verdaderos depositarios del ingenio de la ciudad.


(...)



La imagen es el arquillo del pan. El aleph de Churretilandia.

viernes, 21 de septiembre de 2007

El poder de los filólogos

Escribo desde Barcelona. Ayer participé en una mesa redonda dentro de unas Jornadas sobre Externalización de Equipamientos y Servicios Culturales Públicos organizadas por la Universidad de Barcelona. He hablado de la externalización de los servicios culturales en el desarrollo de los territorios. Y he compartido mesa con Ferrán Farré, del Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat, y Xavier Suñol, del Instituto de Cultura de Barcelona.

Aunque con poco tiempo libre, he podido visitar Caixa Forum, dar algún paseo por la Rambla y comer en un par de sitios recomendables. En La Clara, restaurante presidido por esta espectacular foto con platos, me invita mi amigo Honorio Blasco, catalán de Tamurejo o extremeño de Barcelona. Y me habla, con sorna, del que llama poder de los filólogos en Cataluña, debido a la especialización académica de varios altos cargos de Esquerra Republicana obsesionados con concentrar en la lengua la identidad catalana. ¿Cómo es posible que Marsé, Vila Matas o Mendoza no formen parte de la delegación catalana en la feria de Frankfurt? La literatura en catalán sólo es una parte de la literatura de Cataluña. La otra parte es la literatura catalana escrita en castellano
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martes, 18 de septiembre de 2007

La frontera de Alonso de la Torre


Hace tiempo que tenía pendiente la lectura de La frontera que nunca existió de José Ramón Alonso de la Torre (Mérida, 2006). Alonso de la Torre es un profesor de Literatura conocido por sus artículos en prensa. Después de varios años de colaboración en El Periódico Extremadura fue fichado por HOY y en este diario mantiene una sección fija (“Vivir en la frontera”) que le ha convertido en el principal escritor de periódicos de la región. Y digo escritor de periódicos no para desmerecer su pericia literaria, sino para subrayarla aún más. Hay escritores que escriben en prensa, pero en Extremadura ninguno como él ha sido capaz de crear un universo conceptual y expresivo propio. Sus textos están llenos de nombres de personas y de topónimos, a modo de negritas de Umbral. Personajes y lugares que pueblan una saga ―de peripecias a veces amargas, a veces cómicas― escrita para la lectura por entregas y que por eso encuentra en las páginas de un diario su acomodo natural.

Alonso de la Torre tiene una forma peculiar de escribir, sugeridora y atractiva. Aúna la fluidez del texto periodístico con la hondura del literario. Sus artículos son mapas identitarios de esa Extremadura que él sintetiza en la condición de frontera. Ese carácter fronterizo de la región es el motivo principal de su literatura y este libro es una muestra diáfana de ella. Según sus palabras, es un recorrido por esa Raya portuguesa y española, extremeña, alentejana y lusitana, un viaje parsimonioso de pueblo en pueblo deteniéndonos en los restaurantes y las gasolineras, hablando con los enterradores, las pianistas, las camareras, los pastores y los jóvenes historiadores que viven en villas, aldeas y alquerias de una frontera que para ellos nunca existió, pero que ha marcado sus vidas hasta convertirlos en personajes de leyenda, en protagonistas de un cuento mágico donde no se distingue bien el ensueño de la realidad, donde se sabe muy bien quién es quién, pero nunca queda clara de dónde es cada quién.


En este libro, el mejor Alonso de la Torre es el que nos cuenta brillantes historias de bares fronterizos (como El Quinto Coño de La Codosera o El Cristo de Elvas), de pueblos o lugares limítrofes (como los del Val do Xálima o las Casas de la Duda de Valencia de Alcántara) y de personas de la frontera (como los cafeteros contrabandistas o el teniente Seixas de Barrancos). Con ellas concibe esta especie de elogio del mestizaje cuya lectura debería ser recomendada en las escuelas extremeñas para lograr que, de una vez por todas, nos demos la vuelta y dejemos de vivir de espaldas a Portugal.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Genealogía de los rojos


Un artículo anterior en este blog (“Carta sobre el asesinato de Lorca”, del 12 de septiembre pasado) ha suscitado varios comentarios, entre otros, del historiador Francisco Espinosa y del escritor Juan García Gutiérrez. A las dudas sobre la autenticidad de la carta firmada por Manuel Luna en la que se relatan algunos pormenores del asesinato del poeta granadino, se añadían incluso otras sobre la existencia del artículo de Melchor Fernández Almagro que provocó la misiva del tal Luna. Sánchez Paulette ya ha señalado que Gibson habla del caso en su último libro, y Espinosa ―que pone en tela de juicio todo este asunto― ha comprobado que el artículo está transcrito en los anexos de ese libro.

A falta del libro de Gibson, he recurrido a mi amigo Jordi Pedrosa para conseguir la reproducción de la página (nº 3) de La Vanguardia Española del 6 de mayo de 1939 donde aparece el artículo de Fernández Almagro y lo reproduzco a continuación íntegro. No es sino una pieza más de esa literatura sectaria y de propaganda que el franquismo convirtió en historiografía. Lo más significativo es que sea Melchor Fernández Almagro, un historiador de cierto prestigio, quien diga estas payasadas. Para ilustrar el artículo me sirvo del famosísimo anuncio de “Los rojos no usaban sombrero” utilizado por una conocida sombrerería madrileña durante los primeros años de la posguerra.


GENEALOGÍA DE LOS ROJOS
Extranjera tenía que ser —dado su alejamiento de nuestras realidades— la persona que acaba de preguntarnos:
―Pero, ¿es que, entre los rojos, no había más que criminales...?
Quien así expresaba cierto asombro, no se decidía a creer que en las redadas hechas por la Policía, de traidores a España, no figurasen hombres de pensamiento más o menos peligroso o envenenado, que por alguna circunstancia de su vida o de su carácter, pudiesen merecer, siquiera en grado mínimo, una presunción de buena fe; sino criminales natos y netos, responsables de delitos comunes, con todas sus consecuencias, sin nada que justificase, ni muchísimo menos, ninguna interpretación benigna de ideas y conductas. Criminales todos, en efecto...
Con veracidad irrecusable, afirmó Menéndez y Pelayo que ningún heterodoxo español se levantó jamás tres palmos sobre el suelo. Pero si no contamos, por ejemplo, con un protestante de talla digna de especial consideración, tampoco la ha alcanzado, ya en lo contemporáneo, afiliado alguno al socialismo o al anarquismo, herejías de nuestra edad. Unos y otros se han limitado a seguir, sin matices propios, desprovistos de personalidad intelectualmente estimable, las doctrinas, aprendidas en los libros… —si en los libros las aprendieron―, o en las conversaciones de los “clubs”, cafés y tabernas. El marxismo, al cabo, es una teoría, venenosa en grado máximo, pero teoría que requiere estudio. Y es típico de los marxistas españoles que llegaron a profesarla, sin pretensiones ideológicas de ninguna especie, como las manifestadas por sus correligionarios de los países escandinavos, de Bélgica o de Inglaterra, donde se infiltran por sinuosos caminos de proselitismo intelectual. Por lo que hace a España, las llamadas Casas del Pueblo no tenían otras puertas francas que la del odio a todo lo existente, y la del crimen, encubierto o palmario.
De suerte, que ninguno de los fementidos sujetos que han ganado, por salpicaduras de la sangre vertida, el titulo de “rojos”, puede contar con antecedentes de esta índole en la historia del pensamiento español, porque el capítulo que pudiera afectarles está por escribir, y la materia por ser producida.... El pensamiento español nunca ha sido rojo. Y si, entre otros fenómenos de menor cuantía, se ha dado el krausismo, es evidente que ni este trascendió a la masa, quedando confinado a unas cuantas tertulias universitarias, ni directamente influyó en la desmoralización de la conciencia popular. Los krausistas cometieron pecados y yerros, a los que no es ajeno el muy grave de sembrar las horrendas negaciones que han dado frutos de sangre, harto conocidos. Pero ellos, personalmente, no practicaron el crimen y aún se mostraron opuestos, con remilgos no sabemos hasta que punto sinceros, a la efusión de sangre.
Más que los hombres del 73, promotores de una República, antes contraría, al sentimiento nacional por sus principios que criminales por sus procedimientos, quienes marcan el abolengo de nuestros rojos de hoy son las turbas que en cualquier momento de nuestra azarosa historia contemporánea, se lanzaron al pillaje en toda su escala, al crimen en todas sus formas, al franco asesinato...
Plantado, en una de las encrucijadas que, de vez en cuando, solían presentar la opción alternativa a la ley o a la anarquía, don Francisco Martínez de la Rosa, en 1821, escapó por la fácil línea de la literatura al uso, diciendo unas palabras que bien pueden definir el equívoco propio del liberalismo democrático de la Monarquía constitucional y de la República burguesa. A saber: “No veo la imagen de la libertad en una furiosa bacante, recorriendo las calles con hachas y alaridos; la veo, la respeto, la adoro en la figura de una grave matrona que no se humilla ante el poder, que no se mancha ante el desorden…”
La invencible fuerza suasoria de la realidad en torno, hizo saber al buen Martínez de la Rosa que la matrona de su símil no sólo se manchaba con el desorden, sino con las violencias do mayor infamia, y que, pese a todos los distingos, se comportaba exactamente igual que la furiosa bacante por él apostrofada. Con una u otra retórica, han sido muchos los políticos que han creído, por modo análogo, que la libertad, paradójicamente, es una, prudente y dócil pupila, capaz de plegarse al gusto de sus tutores. Los republicanos de 1931 no recogieron lección alguna del pasado, y sin prever —porque unos no podían y otros no querían— la degradación del pueblo en plebe, se lanzaron al ensayo de un régimen sin principios, frenos, ni contrapesos. Las premisas de aquellos juristas con gorro frigio prejuzgaron la conclusión que los descamisados de siempre no tardaron en deducir.
En semejante proceso debieron reparar cuando guardasen memoria de Francisco Ferrer Guardia, verdadero progenitor del republicanismo que puso a España en trance de muerte. Este sí que quiso todo lo que las turbas ensayaron en 1909 y volvieron a realizar, en mucha mayor escala, con extensión e intensidad insuperables, en toda la España del Frente Popular. Ferrer Guardia empezó por ser un republicano progresista, de los que creían en Ruiz Zorrilla, empeñado en sacar de su chistera la paloma imposible de una “República de orden”. Y acabó siendo anarquista de los auténticos, de los que derivaron resueltamente al delito sin atenuaciones, seductor de mujeres para robarlas, confabulado con las Internacionales para toda empresa de destrucción, aquí o allá; inductor de terribles atentados, cuando no participante directo en su perpretación; flor genuina de las logias más caracterizadas, que hizo de la dinamita, de la tea y del puñal, instrumentos de acción política y de pedagogía societaria.
El tronco de los revolucionarios anarco-marxistas que hubieran dado al traste con nuestra España, de no mediar, providencialmente, la espada de Franco, está en Ferrer, y éste, a su vez, hinca sus raíces en la más infame tradición de los crímenes del siglo XIX. Sus discípulos inmediatos, los “jóvenes bárbaros de 1909”, a través de años y generaciones se enlazan, hacia atrás, con los que en el Trienio liberal asaltaron la Cárcel de la Corona, para asesinar al cura Vinuesa; con los que, en 1834, se dieron a feroz matanza de frailes; con la Mano Negra; con el bandolerismo andaluz: con los anarquistas del fin de siglo, que sembraron el terror en Barcelona… Y se enlazan, hacia adelante, con los pistoleros del sindicalismo y de otras tenebrosas organizaciones, dentro y fuera, de Cataluña; con los revolucionarios de 1917, que ya volaron trenes e iniciaron el macabro sistema de los “paseos”; con los dinamiteros de Asturias de 1934; con los que, bajo la capa del poder público, se especializaron, en estos últimos años, en los distintos ramos del crimen: asalto de fincas, incendio de edificios religiosos y civiles, caza de hombres...
No es otra la genealogía de los rojos, asesinos y desvalijadores de España. La existencia entre aquéllos de algún que otro abogado, de unos cuantos catedráticos y hasta de algunos sedicentes católicos, no quiso decir que en la siniestra familia ácrata-marxista se diesen matices varios de carácter ideológico o de extracción social, sino que todos, solidariamente, se hundían en una común traición a lo más puro y noble del genio hispánico.



M. Fernández Almagro

sábado, 15 de septiembre de 2007

30 cuadernillos



Una vez al año, todos los años, recibo dos paquetes con el membrete de la Asociación de Escritores Extremeños. Sé lo que son antes de abrirlos y lo hago con deleite: los cuadernillos editados por cada una de las aulas literarias de la Asociación con la muestra de la obra de los escritores invitados durante el año anterior.

Luis Muñoz, Nuno Júdice, Pilar González España, Luciano Feria, Laura Freixas, Adolfo García Ortega, Félix Grande, Emilio González Ferrín, Ángel Campos Pámpano, Fernando Beltrán, Isaac Rosa, Belén Gopegui, Inés Pedrosa, Felipe Benítez Reyes, Olvido García Valdés, Basilio Sánchez, Antonio Pereira, José María Guelbenzu, Luisa Castro, Benjamín Prado, Antonio Soler, José Luis Peixoto, Jesús Sánchez Adalid, Ignacio Martínez de Pisón, Julia Barella, Lorenzo Oliván y José Corredor-Matheos integran la hornada última.

Poetas, novelistas, ensayistas, que han pasado por el Aula José María Valverde (Cáceres), el Aula Enrique Díaz Canedo (Badajoz), el Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo (Mérida), el Aula Literaria Carolina Coronado (Almendralejo), el Aula Literaria Guadiana (Don Benito-Villanueva de la Serena) o por el Seminario Humanístico de Zafra. Actividades que impulsa la Asociación de Escritores Extremeños en la que es la más notable iniciativa literaria de la región y que algún día merecería uno de esos reconocimientos que las instituciones públicas y los medios de comunicación otorgan.

Mientras tanto nos tenemos que conformar con los reconocimientos a nuestros poetas y escritores. El más reciente, el Premio Extremadura a la Creación, ha sido el otorgado a Basilio Sánchez, uno de los que han pasado por las aulas este último curso. Enhorabuena, Basilio.

La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo desde el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.

(Basilio Sánchez. De La mirada apacible)


miércoles, 12 de septiembre de 2007

Carta sobre el asesinato de Lorca


Nunca leo La Razón. Quizás por eso ―y por despiste para seguirle el rastro en la red― me ha pasado desapercibido un interesante artículo publicado en ese periódico el 4 de junio de 2007. Se trata del resultado de una investigación que firma Víctor Fernández. A través del enlace original a La Razón no logro acceder al texto y he tenido que conocerlo completo a través del blog de Jordi Grau . El artículo se basa en la carta escrita -1937 o 1938- por un franquista granadino, Manuel Luna, conocido de Gregorio Marañón y que, por mediación de éste, lee un artículo de Melchor Fernández Almagro titulado “Genealogía de los rojos” y le escribe para felicitarle por su contenido. Aprovechando la misiva le cuenta su participación en varios fusilamientos, entre ellos el de Lorca.

El texto es espeluznante. Me quedo sin palabras, si alguien quiere saber las que les ha suscitado a otros,
lean.


Carta íntega de Manuel Luna a Melchor Fernández Almagro:

Muy señor mío y correligionario: Ayer estuve en la embajada y saludé al sr. Lequerica y al sr. Zulueta. Allí encontré a mi amigo el dr. Marañón y salimos juntos. Estoy algo enfermo y quería que me reconociera. Fuimos a su casa de Passy. Yendo en el Metro, sacó un número de "La Vanguardia" del bolsillo y me dio a leer un artículo de V. -"Genealogía de los rojos"- que me ha entusiasmado. Me dijo que le había gustado muchísimo, que le servirá de base y argumento para un trabajo suyo de los que envía a "La Nación" de Buenos Aires. Agregó que tiene V. toda la razón, que todos los izquierdistas de España han sido siempre unos criminales sedientos de sangre y no otra cosa, que el liberalismo, el republicanismo, el socialismo y el acratismo en España no han tenido jamás una sola figura y solo tontos explotables y bandidos explotadores, sin que haya habido entre ellos, desde los comuneros a Negrín, nadie digno de respeto o siquiera mención. Le repito que estaba entusiasmado con su artículo de V. y creo recordar que me dijo que había hablado de él con Lequerica y que éste fue de opinión de que debía ser reproducido por la prensa madrileña.


V. quizá no se acuerde de mí. Soy Manuel Luna, de los Luna de Antequera. Yo le conocí en Granada cuando era V. de las Juventudes Católicas. He vivido todo el glorioso movimiento primero en Granada, luego en Zaragoza y algún tiempo en Oviedo, después de la llegada de la columna de socorro gallega. En Granada me he distinguido bastante. Fui de los que asistieron, en una mañana de agosto, al fusilamiento, en el cementerio, ante las fosas abiertas, de setenta rojos, todos ellos bandidos, asesinos, criminales, violadores, incendiarios... Y gocé mucho, muchísimo, porque se lo merecían. Entre ellos estaban el presidente de la Diputación roja Virgilio Castilla, el ex gobernador rojo de Alicante Vicente Almagro, el alcalde rojo de Granada Montesinos (un médico), el ingeniero de caminos y ex diputado constituyente Santacruz, el ex alcalde de Granada Fajardo, el diputado Corro y otros más, médicos, catedráticos, abogados, ingenieros, procuradores, etc. Hicimos una buena limpia. Algunos días después cogimos al gran canalla de García Lorca -el peor de todos- y lo fusilamos en la Vega, junto a una acequia. ¡Qué cara ponía! Abrazaba los brazos al cielo. Pedía clemencia. ¡Cómo nos reíamos viendo sus gestos y sus muecas!Pertenecí a la ronda depuradora de Ruiz Alonso. Pero como le digo tuve que irme por asuntos particulares a Zaragoza y después a Oviedo. En ambas poblaciones ayudé también a la depuración. En Oviedo pasé un rato muy agradable viendo fusilar al miserable de Leopoldo Alas Argüelles, el hijo del repugnante Clarín. Ahora estoy en París y me río mucho viendo el miedo que tiene esta canalla francesa a los alemanes e italianos. ¡Qué diferencia entre nuestra gloriosa España nacionalista y esta Francia corrompida, podrida hasta los tuétanos! Por algo dice Marañón que aquí se ahoga y que está deseando verse en Madrid lo más cerca posible del Caudillo...

Volveré a Madrid pronto y espero hacerle en breve una visita en «Ya». Reciba el afecto de su amigo y paisano.


Retrato de Federico García Lorca, por Aguijarro

martes, 11 de septiembre de 2007

Pregones



Aunque alguien lo emparente con la homilía, la arenga o el mitin, el pregón es un subgénero literario ingrato. Incomoda tanto al que lo lee como al que lo oye. El que lo lee lo escribe por encargo, para satisfacer un deseo ajeno, aunque agradezca la distinción. El que lo oye ―porque casi nadie lo escucha― lo hace por obligación, porque ―la verdad―él estaba allí por la reina y las damas o por la orquesta que actúa después. Y es que la fiesta sólo empieza tras el pregón y con ese condicionante se hace difícil avalorar esta piecita de literatura social. Además las condiciones acústicas del local donde se pregona no suelen ser las idóneas: casetas de feria o espacios al aire libre donde el ruido de los cacharritos se mezcla con el de los niños jugando en primera fila o el de los vasos que se sirven en la barra cercana.

El primer pregón que di en mi vida fue en los Carnavales de Los Santos de Maimona de 1990. En la plaza principal del pueblo, disfrazado de algo que no recuerdo y a grito pelao desde un balcón. El segundo fue en 2005, en la Peña Taurina “Tercio de Quites” de Zafra, rodeado de aficionados y de cabezas de toro disecadas. Y el tercero lo di el viernes pasado, día 7, en Monesterio, con ocasión de sus fiestas. Monasterio es mi otro pueblo. Allí trabajé durante diez años. Por eso y por las circunstancias en que hace tres años dejé de hacerlo agradecí mucho el ofrecimiento del actual alcalde, Antonio Garrote. Me sentí muy a gusto hablando del Monesterio del camino y de la frontera, del Monesterio de la dehesa y del jamón ibérico, del Monesterio de la diversidad y de la tolerancia.

No será el último pregón del mes. El domingo 23 de septiembre pregono la Feria de Zafra. Estoy pensando dedicarme a esto profesionalmente, je, je.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Recochineo


El alcalde de Badajoz propone dedicar una calle a Rodríguez Ibarra. Y la que le ofrece es la actual Avenida Sinforiano Madroñero, porque dice no sé qué hizo… ni qué importancia tiene. Nadie sabía quién era, hay que echar mano de la biblioteca y resulta que ha estado de alcalde cuatro meses en dos legislaturas. No le dio tiempo a calentar el sillón.

Se está refiriendo al alcalde socialista de Badajoz asesinado por los fascistas en 1936 tras ir a buscarlo a Elvas, donde se había refugiado, y llevarlo a la capital con la connivencia de las autoridades portuguesas. Se está refiriendo a uno de sus predecesores, elegido como él democráticamente y asesinado por defender la libertad. ¡Claro que no le dio tiempo a calentar el sillón! Es que lo mataron antes.

Me figuro a algunos riéndole la gracia al alcalde. Los mismos que frecuentan algún blog ultraderechista de Badajoz donde diariamente se vitupera la memoria de los dirigentes izquierdistas asesinados, llamándoles cobardes por haber buscado refugio en Portugal cuando tomaron la ciudad los militares golpistas. Cobardes por no haber hecho frente ―ellos, que no eran militares― al principal cuerpo del ejército español de entonces.

¡Qué vergüenza que en un partido como el Popular siga habiendo dirigentes, no sólo incapaces de reconocerse en el único precedente democrático que hemos tenido en nuestra historia, sino que se mofan de la memoria de quienes fueron asesinados por representarlo!

Creo que, para rechazar la propuesta, a Rodríguez Ibarra no le hará falta aludir a su conocida aversión a titular con su nombre cualquier calle o a que su persona reciba homenaje alguno. El recochineo de Celdrán se lo ha dejado a huevo.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Concejales de innovación



Creo que ―por ahora― sólo hay dos concejales de Innovación en Extremadura. Los dos han sido elegidos en candidaturas socialistas en los últimos comicios municipales y se estrenan, por tanto, en el cargo; ambos provienen del mundo de las Universidades Populares y están relacionados con la consultora extremeña RED Formación y Desarrollo: Victor Santiago Tabares, ―que fue director de la UP de Moraleja― es concejal de Innovación y e-Gobierno del Ayuntamiento de Cáceres; José Francisco Gras ―ex director de la UP de Zafra― es concejal de Desarrollo Local, Industria e Innovación del Ayuntamiento de Zafra.

Hace unas semanas, Jose Gras me comentaba su intención de publicar un blog sobre su experiencia municipal y hoy recibo, por correo electrónico, el enlace que Víctor me manda al suyo: Maltravieso XXI.

A ver si cunde el ejemplo… De los blogs y de la innovación. En una sociedad cada vez más indiferenciada y globalizada, con una oferta que ya no es sólo local y que sobrepasa a la demanda, la oportunidad para sacar cabeza en la economía y en la cultura es a través del pensamiento creativo y de la imaginación.


El dibujo, una broma dedicada a Jose y a Víctor, lo tomo del blog Alquimista del diseño.

Pavarotti



Demasiados obituarios. Pero me es imposible olvidar aquella subida hacia Sintra en el coche con Eva, acompañados de Marisa y Jose. Verano de 1989. "Nessun Dorma". Turandot. Puccini. Pavarotti. Pero se durmió...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Pintor de la luz


Entre las notables iniciativas culturales del ucedista Jaime Velázquez al frente de la Diputación Provincial de Cáceres (1979-1983), una de las más relevantes fue la creación de la Sala de Arte “El Brocense”. Y quien la inauguró a finales de 1980 fue Jaime de Jaraiz, el pintor extremeño muerto ayer en Madrid.

A esa exposición, cuya portada ilustra estas líneas, le dediqué uno de los primeros artículos que publiqué en mi vida. Lo escribí al alimón con un compañero, también de cuarto de carrera aunque de Filología, Miguel Ángel Teijeiro, hoy profesor de la Universidad de Extremadura. Con el título de “Jaime de Jaraiz: pintor de la luz” salió en el primer número de la segunda época de la revista cacereña Residencia, de diciembre de 1980. Decíamos entonces de Jaraíz que era un pintor de un realismo subjetivo, mental, de intenciones casi cósmicas, panteistas, que crea obras llenas de una luz espiritual que transporta las figuras reales a un espacio nuevo e irreal.

Jaime de Jaraiz fue un clásico ―“un clásico del siglo XX”, fue su lema más querido. Buen pintor y buen guitarrista, creó el llamado divisionismo cromático, una técnica mediante la que lograba en sus cuadros acabados distintos mezclando los pigmentos con aceites y barnices. Tengo para mí que a su obra le faltó algo de la osadía de otro extremeño, también realista raro, Eduardo Naranjo.

Y una nota de humor, a pesar de la muerte. Siempre me hizo gracia uno de los méritos que incluía en sus notas biográficas:


1979. Roban el cuadro “Ristra de ajos” del restaurante Casa Pepe.

martes, 4 de septiembre de 2007

Asueto




Como es fiesta en Mérida, libro. Paseito mañanero por Zafra con mi hijo. Compro el periódico. Nos comemos una pulga de jamón en la plaza de España. Voy al banco (los potentados somos así). Visito a Cayetano, comerciante de curtidos en la calle Sevilla, y ―como siempre― aprendo algo: que Pedro I, rey de Navarra, firmaba en árabe. ¡Para que después algunos hablen de la pureza de la raza! Después, hacia la Imprenta Rayego, donde me dan dos ejemplares de las muchas revistas de ferias que por estas fechas se publican en Extremadura: una la de Monasterio, mi otro pueblo, y la otra de Reina, quizás la mejor de las que se editan en la provincia. (Por cierto, a ver cuándo se realiza el escaneado completo y sistemático de todas las revistas de fiestas. Son joyas etnográficas). De paso me fijo en la fachada de la casa palacio del marqués de Encinares. Alguien ha hecho una pintada reciente recordando el 7 de agosto, fecha de la toma de Zafra por el comandante Castejón en Zafra y el día que empezó la matanza. Ya en casa, me solazo con Arguiñano y visito algún blog. Turbias bajan las aguas en el sector audiovisual extremeño. Me he asomado ―lo visito con frecuencia― al blog de Pepe Camello La verdad del pajarito y me han pasado rozando los cuchillos. Por la tarde, después de breve siesta, trabajo un poco, para que no se diga. Y, ahora, en la terraza de casa, aquí estoy viendo el baloncesto con Eva y Juan. En días de asueto como el de hoy me siento un burguesito.

domingo, 2 de septiembre de 2007

La capa de Cañizares


No me resisto a hablar del cardenal primado de Toledo. He tenido el mismo acceso de luteranismo que cuando fui al Vaticano. El reverendísimo cardenal Cañizares luce capa, y larga. ¿Cabe más ostentación?
Es una exageración. No cabe duda. Pero puestos a exagerar, podría hacerlo de humillación ante los pies de los desarrapados, de pobreza, de humildad. Hay una evidente coincidencia entre estos amigos de fastos y esos que se inquietan ante cualquier ataque ―de otros― a la moral.

Menos moral y más ética.