lunes, 16 de julio de 2007

Beltrán Massés


Fin de semana en Salamanca y un descubrimiento: Federico Beltrán Massés (1885-1949). Una exposición en la Casa Lys, “Enigma y seducción”, me descubre casi entero al pintor catalán, a quien sólo conocía por algún cuadro aislado. Simbolista en sus inicios y después seguidor del Art Decó, Massés llenó sus lienzos de erotismo. Uno de sus motivos pictóricos más repetidos fue la mujer, vestida o desnuda, pero siempre de belleza inquietante, como esta Salomé pintada en 1932 que forma parte de los fondos propios de la Casa Lys y se ha convertido en uno de sus emblemas. En más de una ocasión la osadía de sus imágenes le generó problemas con la más pacata opinión pública, como cuando en 1915 su obra La Maja Marquesa fue rechazada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

Una de las facetas de Beltrán Massés que más me ha sorprendido es la de retratista de celebridades norteamericanas. Visitó los Estados Unidos de América a mediados de los años veinte, y su amistad con el actor Rodolfo Valentino le procuró varios encargos glamourosos de artistas cinematográficos de Hollywood.

Tampoco deja indiferente saber que durante la guerra vivió en París y que tras ella acabó siendo delegado de Bellas Artes de la de Falange Española en la capital francesa.

Sus cuadros ofrecen una mezcla extraña de costumbrismo y cosmopolitismo, con mantillas, abanicos y majas en unos y edificios metropolitanos y escenas orientales en otros. Cautiva la seducción y la sensual indolencia de sus composiciones, y sorprende su modernidad, que nos remite a unos años ―los felices veinte― en los que el mundo occidental también creía haber llegado al final de la historia.

Es curioso que esta exposición de la Casa Lys coincida con otra en Salamanca, en la sala “Santo Domingo de la Cruz”: “Mis contemporáneos”, colección de retratos de Daniel Vázquez Díaz (1882-1969), coetáneo de Beltrán Massés. Dos retratistas: uno de hombres y otro de mujeres, uno adusto y otro sugerente, uno apolíneo y otro dionisiaco, según nietzscheana expresión de Luis Alberto de Cuenca en el catálogo de esta soberbia exposición de un pintor para mí recobrado.



Salomé, Federico Beltrán Massés, óleo/lienzo, 1932. Colección Museo Art NOuveau y Arte Decó de Salamanca

jueves, 5 de julio de 2007

El tren



Después de muchos años viajando diariamente en autobús, me he pasado al tren.

Hasta ahora la lejanía de la estación del ferrocarril desde el centro de la ciudad desaconsejaba su uso a quienes somos peatones impenitentes. Pero la situación ha cambiado con la reciente construcción de un apeadero al paso de la vía férrea cerca del ferial. Siete minutos de paseo desde casa disfrutando del fresquito de la mañana (el único al cabo del día en estas fechas) y a las 7 estoy sentado en un tren de cercanías bastante digno. Tras 45 minutos de viaje por unas vías remozadas llego a Mérida. Y a las tres y diez lo mismo de vuelta.

No utilizaba tan frecuentemente el tren desde la época del añorado Ruta de la Plata, cuando a finales de los setenta hacía el trayecto Cáceres-Zafra-Cáceres cada dos o tres semanas. O, ya a mediados de los ochenta, cuando cogía el coche-cama desde Zafra a Madrid en la noche de algunos domingos para apurar lo más posible el fin de semana en el pueblo antes de volver al trabajo en la capital.

El tren es un magnífico vehículo para viajar. Se lee más cómodamente que en el bus, tienes espacio para sacar el portátil, se puede uno poner de pie… ¡y hasta los paisajes se contemplan en pantalla panorámica!


La imagen es de una vieja tarjeta postal de Zafra
de hace más de cien años en la que se ve el paso
del tren por el puente de Usagre, precisamente
el mismo sitio donde ahora lo cojo.

miércoles, 4 de julio de 2007

Maestro Fontana



Gozosa. Ese es el apelativo más nítido que se me ocurre para describir la lectura de De en medio del tiempo, el último libro de historia publicado por Josep Fontana. Con el argumento y subtítulo de La segunda restauración española, 1823-1834, y recién editado por Crítica, es un excelente relato de lo que ocurrió en España durante la llamada Década Ominosa.

Esta obra es una pieza de un proyecto sobre la crisis del Antiguo Régimen español que tiene ya otras muestras en la historiografía del historiador catalán: La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820), Hacienda y estado en la crisis final del Antiguo Régimen Español (1823-1833), La revolución liberal. Política y Hacienda (1833-1845) y La revolució liberal a Catalunya. Una investigación que lleva treinta y cinco años realizando y que pretende cerrar próximamente con una visión general sobre la transformación de las sociedades europeas de 1814 a 1848.

De en medio del tiempo es un libro capital para saber qué pasó en España durante esos diez años del segundo reinado absolutista de Fernando VII. Y lo es alejándose de la tradición historiográfica española que convirtió el triunfo del liberalismo en un camino de martirio con Fernando VII como principal verdugo. Esa es la versión que escribieron los vencedores, esto es los liberales, pero la historia de la Década Ominosa no fue tan simple ni tras ella el liberalismo se impuso con tal heroicidad. Fontana, además, atribuye el mantenimiento hasta nuestros días de la interpretación tradicional al hecho
de que se conservasen vivas las interpretaciones retrógradas de los apostólicos, defendidas por unos ultras, los de hoy, que comparten el horror por el liberalismo que llevó al general Franco a condenar en bloque el siglo XIX, “que nosotros hubiéramos querido borrar de nuestra historia”, superando largamente en este terreno a Fernando VII, que sólo quiso borrar “los tres mal llamados años” del constitucionalismo.

Como alternativa tanto a los absolutistas como a los liberales comenzaron a surgir movimientos alternativos, democráticos, que Fontana rastrea también en este libro.
Esta obra es un ejemplo de historia política integral, magníficamente contextualizada con la información comparada de lo que ocurría en Europa, y en la que los sucesos políticos se explican combinando el detalle con la intepretación. Junto a reflexiones de hondura sobre el significado de los tiempos, Fontana gusta de la anécdota, pero no como ornato de la crónica, sino como suceso que sintetiza lo que ocurre. De todas formas, es muy consciente de que la historia debe ser escrita para ser leída, y por eso no descuida la literatura del texto, que siempre es ágil y ameno. Todo ello lo cierra con un ejemplar uso de las notas a pie de página (aunque Critica siga con el molesto criterio de situarlas al final del libro).

Dos citas presiden el libro y explican su contenido. La primera es del propio rey Fernando VII, que en el Manifiesto de 4 de mayo de 1814 declaró la Constitución de Cádiz y sus decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo. La segunda cita son dos versos del poeta T. S. Eliot en Cuatro cuartetos, Burnt Norton: por el corredor que no tomamos / hacia la puerta que no abrimos. Por ahí quiere ir el maestro Fontana, para no sólo contarnos lo que ocurrió sino lo que podría haber ocurrido si hubieran sido otros los avatares de la historia.

domingo, 1 de julio de 2007

Memorias de un galerista


El viernes por la tarde estuve en Los Santos de Maimona en un curso de la Universidad de Extremadura sobre Industrias y Gestores Culturales dirigido por Paco Sánchez Lomba. Por la mañana estuvo mi hermano Miguel Ángel. Está claro que sin la familia no sería posible organizar este tipo de cursos...

Hablé en una mesa redonda que trataba de “Gestión Pública y Gestión Privada” coordinada por Carmen Hernán Trenado, presidenta de la Asociación de Gestores Culturales de Extremadura. En la mesa participaban también Miguel Ángel Pérez Martín, coordinador de Artes Escénicas Asociadas de Castilla y León; Xavier Marcé, profesor de la Universidad Pompeu Fabra, y María José Casado, directora del Centro Dramático, de la Música y de Audiovisuales de Extremadura(CEDRAMA) y concejala de Juventud del Ayuntamiento de Cáceres.

Entre los asistentes del curso estaba Javier Castro Flórez, galerista cacereño que ha intervenido muchas veces en este blog ―en ocasiones con polémica― y a quien no conocía personalmente. Es curiosa la distancia entre la imagen que uno se figura de alguien a quien no conoce y lo que se encuentra al conocerlo. A diferencia del tono serio, y a veces duro, de sus comentarios aquí, es un tipo jovial y propenso a la chanza. Me entregó un ejemplar de su libro El clavo solitario. Una nota al comienzo dice:

Esta publicación ha sido editada con motivo del cierre de la galería Bores & Mallo (1996-2006) y de su última participación en una Feria: Valencia Art. Hotel Astoria Palace, habitación 124. 28 de septiembre al 1 de octubre de 2006.

Ayer sábado me levanté temprano. Fui un rato a andar. Y de vuelta a casa me leí en un pis pas el libro de Javier. El título completo es El clavo solitario y otros textos del libro De la moqueta a la manta: memorias de un galerista. Y eso son: las memorias fragmentarias del propietario de una galería que fue pionera en Extremadura, Bores & Mallo. Javier es una persona culta y escribe muy bien. Se trata a sí mismo y trata a su oficio de galerista con un distanciamiento inteligente. Así compensa cierta amargura de los textos con un humor que en más de una ocasión lleva al lector a la carcajada. El libro dice ser avance de otro. Y con lo que aquí muestra basta para saber que lo que resta será también excelente.