domingo, 26 de marzo de 2006

Caballo de cartón


Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir,
y las contase,
y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

[Autobiografía, Luis Rosales]

domingo, 19 de marzo de 2006

Los mejores blogs

Rupert Murdoch, jefazo de buena parte de la prensa y televisión del mundo, ha declarado que la internet y los blogs acabarán extinguiendo a los grandes dinosaurios de la comunicación televisiva y de papel. La fragmentación que genera la red es una garantía de pluralidad informativa y una amenaza para el principio de la concentración empresarial practicado por los medios de comunicación actuales.
Para hacerse una idea de la potencia y diversidad de las bitácoras como nuevo medio de expresión y comunicación basta revisar la lista de finalistas de los premios 20Blogs que el periódico digital 20 minutos ha publicado. Los ganadores se anunciarán el 6 de abril próximo. No es el Nobel pero sirve de pista sobre lo que bulle por ahí. Las categorías que más me interesan de las veinte que consta el concurso son:

Mejor Blog en castellano por votación popular 2005
-
El Sentido de la Vida

Nominados a Mejor Blog en castellano 2005
-
ALT1040
-
Diarios secretos de sexo y libertad
-
Kirai
-
Mondo Pixel
-
Orsai

Mejor blog sobre cultura y de tendencias
-
Cuchitril literario
-
La Cárcel de Papel
-
La Petite Claudine
-
Último pase
-
Planeta pop

Mejor blog de actualidad
- Bitácora Almendrón
-
Cigua: nuestras noticias
-
ALT1040
-
Cosas de Ranas
-
La bitácora de El Tránsito

Mejor blog con autor colectivo
-
Cogiendo caracoles
-
Blog Prader-Willi
-
Pixel y Dixel
-
Barrapunto
-
Mildiez

Mejor blog con contenido más original
-
Diario de una Miss intelijente
-
La casa giratoria
-
Milinkito
-
Covadonga Borbón
-
El hombre que comía diccionarios

Mejor blog de ficción
-
El bastión de los sueños
-
Extraños en la plaza
-
Juan Dámaso, vidente
-
Covadonga Borbón
-
Mujer Gorda, diario de Mirta Bertotti

Mejor fotoblog/audiovisual

-
Nocturama Fotoblog
-
Fijaciones
-
Cotidianas Vistas
-
QLio
-
Jabalí Fotolog

Mejor blog inclasificable
-
Mundos de Nepomuk
-
Diario de una MISS Intelijente
-
Futuroperfecto
-
El Hombre de Comía Diccionarios
-
Una huevera al día

Mejor diseño

-
Cosas de ranas
-
pop-page.com
-
La Mala de la Película
-
Papel Continuo
-
Juan Benítez


sábado, 18 de marzo de 2006

Los sonetos "subiditos" de Tomás Segovia

Vicente Gallego dedica una antología a algunos de los otros poetas de la generación del 50: Ricardo Defarges, Luis Feria, Manuel Padorno, Fernando Quiñónes, Tomás Segovia y César Simón [el 50 del 50 (seis poetas de la generación de medio siglo), Pretextos, 2006].
Es una selección peculiar, en la que el poeta Vicente Gallego se guía sólo por su criterio de lector y escoge sin atenerse a las convenciones de los antólogos: por no citar no cita ni la procedencia de los poemas. En las primeras páginas del libro, Gallego nos advierte de que la antología está incompleta porque debería haber contado con una treintena de poemas de Antonio Gamoneda: el autor nos remitió a su agente literario y éste, una vez consultado, respondió que los derechos no estaban disponibles. El nalgueo —como dicen en mi pueblo— se cuela por todos lados y hasta un libro de poesía se abre con cuitas de patio de vecinos.
Uno de los antologados es el poeta valenciano del exilio —y por culpa del exilio, más mexicano que valenciano— Tomás Segovia, reciente Juan Rulfo. Vicente Gallego incluye en la muestra de este poeta tres textos de esa curiosa Colección Reservada de Sonetos Votivos que en su momento situaron al colaborador de Octavio Paz (Plural, Vuelta) en la cúspide de la poesía lúbrica en lengua castellana. Aunque sus virtudes son otras muchas, me resisto a obviar (ya se sabe, sábado sabadete) uno de esos sonetos subiditos de Tomás Segovia:
¿Pero cómo decirte el más sagrado
de mis deseos, del que menos dudo;
cómo, si nunca nombre alguno pudo
decirlo sin mentira o sin pecado?

Este anhelo de ti feroz y honrado,
puro y fanático, amoroso y rudo,
¿cómo decírtelo sino desnudo,
y tú desnuda, y sobre ti tumbado,

y haciéndote gemir con quejas tiernas
hasta que el celo en ti también se yerga,
único idioma que jamás engaña;

y suavemente abriéndote las piernas
con la lengua de fuego de la verga
profundamente hablándote en la entraña?

domingo, 5 de marzo de 2006

El abuelo de Zapatero

Pocas veces he sentido tanto asco ante una trifulca política. La alusión de Zapatero a la muerte de su abuelo en la entrevista con la madre de una víctima del terrorismo ha abierto las fauces de ese fascio —gruñidor y voraz— disperso por periódicos, tribunas y blogs de este país. Parece ser que la conversación en Moncloa fue así:

— María Jesús González: Mi hija me sigue haciendo la misma pregunta que cuando era una niña: “Mamá, ¿por qué nos ha pasado esto?”. Póngase en mi lugar.

— José Luis Rodríguez Zapatero: Estoy ya en tu lugar porque a mí me mataron a mi abuelo.

Quede claro que la comparación del presidente del Gobierno no era afortunada porque —además de hacerla ante quien no ha dudado en retorcerla en público— no suele aceptarse emocionalmente equiparar el daño a un abuelo con el daño a una hija. Lo que le ocurra a la progenie ocupa el primer lugar en nuestro escalafón del dolor. Pero ese fallo básico —y creo que único— del comentario de Zapatero no ha merecido apenas la atención de los depredadores. De inmediato, se ha hurgado en otras partes de la pieza argumental ofrecida. Tras leer —hasta el vómito— muchas de las declaraciones que ha suscitado este hecho, creo que las fases en el festín de las alimañas han sido —dichas a su manera— las siguientes:

1.ª El abuelo muerto en combate, más o menos. Zapatero equipara a una inocente víctima del terrorismo con una víctima de la guerra —donde se sabe que lo lógico es que se muera la gente— y además que era un militar —que ya se sabe que se arriesga a ello.

2.ª El abuelo fusilado, pero porque se lo merecía. El abuelo de Zapatero —se dice por estos malajes— algo habría hecho para morir. Uno —para preparar el tiro— lo llama "comandante miliciano". Otro aventura que antes de morir le daría tiempo a matar a alguien. Y un tercero remata diciendo que, efectivamente, ordenó matar a un falangista y patearle la cabeza.

3.ª El abuelo fusilado por los de derechas, pero que antes había luchado contra los de izquierdas. El abuelo de Zapatero —proclaman en Libertad Digital— participó entre las fuerzas militares que reprimieron, en nombre del gobierno, la revolución de Asturias. A partir de ahí otro dice que fue un represor de los mineros asturianos.

4.ª El abuelo de Zapatero fue fusilado por los de derechas, pero el de su mujer lo fue por los de izquierdas. Al abuelo de Zapatero lo mataron los “nacionales” pero al abuelo de su mujer lo mataron los “rojos”, dice un desvergonzado.

5.ª Todos tenemos muertos. Esta es la conclusión y el quid del asunto. Aquí sólo se habla de unos muertos, y al que se le ocurra citar a más muertos se le caerá el pelo.

Como las hienas, han ido saltando de un argumento a otro. Qué gentuza.

La verdad es que Gregorio Díaz —abuelo de Sonsoles Espinosa—, guardia civil que formó parte de los sublevados de Ávila, murió en un accidente provocado por un compañero que limpiaba el arma. Y el abuelo de Zapatero, el extremeño Juan Rodríguez Lozano (Alange, 28 de julio de 1893) fue capitán de Infantería del Ejército y como tal participó en distintas operaciones militares tanto en África —durante los años veinte— como en Asturias —con motivo de la
revolución de 1934—, sin que nada reprobable sobre su actuación en ellas se haya sabido antes de la notoriedad de su nieto. Durante el golpe de Estado de julio de 1936 fue un activo defensor de la legalidad republicana y tras resistir durante unas horas junto a las autoridades fue detenido en el gobierno civil de León el día 20 de julio de 1936. Después de estar encarcelado cerca de un mes, y tras un simulacro de consejo de guerra, fue fusilado por los facciosos el 18 de agosto de 1936 en el polígono de tiro de Puente Castro.

Ni combate ni sangre en sus manos, y defendiendo la legalidad: exactamente la misma inocencia de cualquier víctima de ETA.

(Fotografía tomada de la obra La guerra civil en León (León, 1987) , de Wenceslao Álvarez Oblanca y Secundino Serrano)



sábado, 4 de marzo de 2006

Anónimos en red


En la red hay quien reduce la libertad al anonimato. Estoy de acuerdo si se refiere a transitar sin control por donde a uno le plazca. Pero hay quienes reclaman el anonimato para insultar sin que nadie les identifique. Sé que el asunto es espinoso y que afrontarlo así puede resultar políticamente incorrecto, pero creo que la libertad de ofender bajo seudónimo es la misma libertad que la de hacer pintadas en las paredes o la de enviar por correo postal denuncias sin firma: una libertad meramente mecánica. En un sistema democrático la que debe interesar es la otra libertad, la que se ejerce con responsabilidad y a cara descubierta.

Digo esto porque en Extremadura comienzan a proliferar los blogs anónimos de opinión política dedicados a propalar todo tipo de mentiras, rumores e injurias, la mayoría contra el gobierno regional. En un país de libertades la opinión política agazapada bajo un seudónimo debería ser siempre opinión sospechosa. Más aún cuando —barrunto— esas bitácoras no son más que instrumentos partidarios alentados —y hasta redactados— desde sedes de partidos políticos con la intención de minar al adversario mediante procedimientos distintos a los reiteradamente fracasados métodos electorales.

Aunque la rúbrica no es garantía completa de responsabilidad —basta con leer a cierto buido columnista de la prensa regional—, la opinión firmada suele obligar a más que la anónima. Por eso el deseo de que crezca la opinión ciudadana en Extremadura no puede separase de la exigencia que sea opinión sin antifaz, pues en otro caso quienes la ejercitan adoptan una apariencia propia de delincuentes: la de enmascarados de la política.